Huella

Pisar donde nadie ha pisado: tiene que ser una experiencia de vértigo. He conocido a varias personas que la han vivido –unos montañeros, un espeleobuceador y una arqueóloga- y me llama la atención que todos son personas escuetas y contenidas.

A mí, que nunca viviré esa experiencia, me emociona la contraria: pisar donde han pisado otros.

Piso la calzada medieval de Askizu, que ya no parece una obra humana sino un elemento del paisaje, un río petrificado que baja por una colina, con sus bloques de arenisca encajados como muelas en la tierra y gastados por millones de pisadas, y me cuesta poco imaginar a mi lado a los caminantes o a los carros de los mercaderes que recorrían esta ruta cantábrica desde hace siglos.

Piso con J. las callejuelas de un castro celta en Peña Amaya y pienso que alguna vez caminarían aquí mismo dos tipos como él y como yo, dos celtas cántabros que verían esta misma montaña de enfrente, que tendrían los mismos latidos acelerados al subir la cuesta. De qué hablarían, cómo sonarían sus voces, qué ilusiones tendrían, qué temores masticarían, sabrían hacia dónde queda el mar, qué parte del mundo conocerían, qué sentirían al ver acercarse por la llanura a las tropas romanas.

Pienso en aquellos tatarabuelos que empezaron a nombrar el mundo y que me ayudan a orientarme, pienso en aquellas personas que levantan hitos de piedras en los montes porque se preocupan por los pasos de los demás.

Un día, en el Pirineo, la nieve tapa todos los hitos y las marcas que indican la subida hacia los lagos de Ardiden. No sabemos si debemos subir hacia aquel collado o hacia aquel de más allá, hasta que N. descubre las huellas de varias raquetas y esquíes que nos llevan por el camino adecuado. Mientras comemos el bocadillo en la cabaña del lago Lagües, damos las gracias a quienes subieron antes que nosotros. Quien sigue una huella obtiene una ventaja y debe un agradecimiento.

Hace mil años un peregrino acarició una columna en el pórtico de la catedral de Jaca y erosionó los primeros átomos de la piedra. Otros lo imitaron.

Pienso en el segundo peregrino que acarició la columna: el que repitió el gesto. La repetición de un gesto consolida una huella, abre un camino. Me gusta acariciar ese hueco pulido de la columna de Jaca, posar mi mano como una más entre los millones de manos que allí se reconocen unas a otras, a través de los siglos y de las nevadas.

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11 Comentarios Dejar comentario

  1. A saber dónde tuvo las manos el que la tocó antes que tú. Vale, sí, bonita reflexión. Siempre me ha impresionado que estas oquedades en lugares sagrados se deban a caricias y besos, y no a cabezazos.

    • Ander Izagirre #

      Algun cabezazo habrá habido, seguro, que eso está en Aragón y cerca de Navarra.

      También vi el pie gastadísimo de la estatua de San Pedro en el Vaticano, pero ese no me atrajo tanto, porque el sitio era demasiado grandioso. Me gusta más la idea de un peregrino que pasa por Jaca, con el frío de los Pirineos, y que siente un arrebato cariñoso de darle una caricia a una columna gris, que solo es una columna gris, no la estatua de un apóstol, y así la empieza a convertir en señal. La estatua ya tiene intención de ser señal desde el principio. No sé si me explico pero yo me entiendo.

  2. Germán #

    ¡Qué bueno! Yo creo que es algo que nos pasa a todos los que vamos por el monte y pasamos por lugares más o menos históricos. A mí por lo menos me encanta, me monto buenas películas…

    ¿Quiénes a lo largo de los siglos han pasado por este o ese paso natural entre montañas? ¿Qué peligros había? ¿A qué se dedicaba la gente que pasaba por allí? ¿Cómo iban vestidos antes de la época Gore-Tex?

    Por ejemplo, hacia el puerto de la Fuenfría, entre Cercedilla y Segovia -los romanos no entendían de túneles con radar y peaje para cruzar las sierras- sube una calzada romana. Inexplicablemente para mí, sube a saco, nada de ir suavemente ganando altura y el pavimento, por llamarlo de alguna manera, es pura roca viva amontonada. Siempre que paso por ahí surgen cientos de preguntas: ¿por aquí subirían carros? ¿sólo gente andando? ¿pasarían numerosas legiones romanas para acudir a una gran batalla? ¿cómo sobrellevarían esta subida en verano con casco, escudo y el resto del kit de romano? ¿habría por aquí en otras épocas grandes animales salvajes?

    La verdad que ahora que lo pienso es casi mejor que haya pasado mucha gente, y cuanto antes empezaran a pasar mejor.

    Podías contar algo de tus amigos pisadores pioneros.

    Saludos, Germán.

    • Ander Izagirre #

      Germán, veo que se nos va la olla hacia la misma dirección. Es bonito saberse acompañado, je.

      De los pisadores pioneros escribí algunos reportajes en el libro ‘Cuidadores de mundos’ (el espeleobuceador y la arqueóloga):

      http://gentedigital.es/comunidad/anderiza/mis-libros/cuidadores-de-mundos/

      Y también este otro (los montañeros):

      http://www.gentedigital.es/upload/ficheros/blogs_entradas/201010/201009_huella_triple_en_el_broad_peak_pyrenaica.pdf

      • Germán #

        ¡Anda es verdad! Menuda memoria tengo…y lamento reconocer que incluso ahora sigo sin acordarme de la historia de la arqueóloga…yo me quedé con la especie de los cuidadores de caminos y de fuentes. Por cierto, es una especie extendida: hay un hombre que se llama Valentín que ha creado y mantiene 99 fuentes en la vertiente segoviana de Guadarrama, en la zona de Valsaín y la Granja. Las tiene contadas y hasta tiene un croquis muy decente con el lugar de todas ellas.

        saludos, Germán.

        • Ander Izagirre #

          Germán, estuve paseando entre Valsaín y La Granja, ida y vuelta, hace un par de meses, ¡mecagüenlamar!

          La arqueóloga es la que descubrió las galerías de la mayor mina de plata romana de la provincia de Hispania, en Aiako Harria (Peñas de Aia). En realidad, su caso es una mezcla entre pisar donde nadie ha pisado y pisar donde pisaron otros, porque accedió a galerías en las que nadie había entrado hacía casi dos mil años, pero en la que aparecían objetos de los mineros romanos… Qué escalofríos.

  3. Josema #

    Y ¿si la columna de Jaca en vez de ser de piedra caliza fuese de arenisca? Bueno, igual me he salido del tema…

    • Ander Izagirre #

      Qué va, lo has profundizado hacia rincones muy prometedores. ¿De qué material es la estatua de San Pedro en el Vaticano, la del pie gastado? Tú siempre dejando huella.

  4. Josema #

    ¡Pues vaya!, he visto que es de bronce. Menos mal que no he apostado por el mármol travertino. Ahora bien, lo que sí que parece de mármol es donde está sentado San Pedro.

  5. Y la emoción de encontrarte con la huella útil que tú mismo dejaste (en la montaña): un hito señalizador, un árbol plantado, una fuente…

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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