La lógica del sacrificio

No me prodigo mucho en presentaciones de libros y eventos parecidos que suelen celebrarse en horario vespertino. Pero el pasado miércoles, como devoto lector de Stefan Zweig, no quise dejar de asistir a la que hacía Jorge Bustos, director de opinión del diario El Mundo, de su libro Vidas cipotudas. Momentos estelares del empecinamiento español (La esfera de los libros).  La librería Neblí (Serrano, 80) acogió tanto a Bustos como a Raúl del Pozo y Juan Carlos Girauta que lo acompañaban formalmente y al siempre extravagante pero lúcido Fernando Sánchez Dragó que quiso también arropar a Bustos con su sola presencia detrás de la barrera.

Las intervenciones de Raúl del Pozo no defraudaron aunque en ocasiones estuvieron a punto de hacer saltar las alarmas anti salidas de tono de la mencionada librería, un espacio por lo general más habituado a cierta compostura. Por su parte Girauta también elogió a Bustos e hizo un guiño a Dragó señalando que la lectura del libro le había recordado a otro de aquel titulado Y si habla mal de España es español. Pero al entrar de lleno en la discusión sobre la obra y otros aspectos de la misma, como el acierto o no del título, Bustos confesó haber dudado, porque un título que busca llamar la atención de posibles lectores puede no hacer justicia a lo que él quería transmitir de fondo. 

En Vidas cipotudas, Bustos alude al sello genético que ha caracterizado al español grande, no medio, de la historia y que lo ha hecho ser envidiado por los naturales de otras naciones tanto en el triunfo como en el fracaso. “Esta seña de identidad se está perdiendo hasta el punto de que ya poco hay que nos distinga de un alemán o un danés”, dice Bustos, recordando que “el cipotudismo español es el peaje que se  ha cobrado nuestro progreso. Es verdad que esto tiene sus ventajas porque en otra época lo sucedido en Cataluña hubiera desembocado en una guerra civil mientras que hoy lo ha hecho en un lazo amarillo”.

Pero su argumento va más allá y sus acompañantes le respaldaron. “Lo que se ha perdido es la lógica del sacrificio”. Y apuntaba que la huida de Puigdemont a Bruselas, la de Ana Gabriel a Suiza, la reciente confesión de Artur Mas de que todo el proceso independentista era ficción, no dejan de ser una clara demostración de que nadie hoy en día asume las consecuencias de sus actos (Oriol Junqueras pasó desapercibido). «La liquidez que caracteriza a la postmodernidad hace imposible que alguien sostenga en el tiempo sus principios». Le faltó aludir a la famosa frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros”.

Pero aunque la tertulia giró en torno a los desafueros políticos recientes, el mensaje que contiene el libro de Bustos va más allá de ese ámbito y una muestra clara de ello es que no recoge sólo figuras políticas, también habla de reyes, santos, literatos, militares, conquistadores, mujeres, sí, también mujeres, y hace un hueco incluso a un empresario como Amancio Ortega cuyo capítulo se titula irónicamente “Amancio, el último Cortés”. Por todo esto lo que hace Bustos es reivindicar la mencionada lógica del sacrificio, algo que para que tenga recorrido debería rescatarse en todos los ámbitos: la enseñanza, la familia, las relaciones personales, el trabajo y la vida en general pero claro, eso abre las puertas a un mundo “peligroso”, el de la trascendencia, en el que la la lógica del sacrificio se transforma en la lógica del amor, pero ese es otro tipo de cipotudismo.