Menos gritos y más poesía

Comienzan a aflorar en el metro nuevos modelos de pareja. Mientras algunos siguen empeñados en el abecé clásico de hacer manitas discretamente y otros insisten en ocupar físicamente el espacio de su alter ego, ha surgido en los últimos tiempos una nueva manera de “relación”: parejas que se miran a la cara hablándose a grito “pelao”. Uno los observa y piensa que se trata de sordomudos acostumbrados a ponerse el mundo por montera pero rectifica el juicio cuando ve que ambos comparten unos auriculares. Se gritan para entenderse mientras escuchan la misma canción. Y todos tenemos curiosidad, no por lo que chillan sino por lo que oyen. Solo hay que viajar en el metro para darse cuenta de que el Parlamento es el reflejo de la sociedad.

Los viajeros cambian. Hace unos pocos años escribía un blog titulado Un metro de historia en el que describía a las personas e imaginaba sus conversaciones, sus pensamientos y sus vidas. Y cuando lo releo compruebo cómo ha cambiado el panorama en apenas unos años: lo que eran periódicos, gratuitos y de pago, libros y zapatófonos ahora son libros electrónicos y smartphones o tablets. Antes algunos hablaban de lo que habían visto en la televisión, ahora siguen viéndola cuando van de un lado a otro, como los niños que ven la tele en esos coches que los padres compramos con DVD pensando en los viajes largos y acabamos por dejar ver en los trayectos de casa al cole y del cole a casa.

Pasa lo mismo con los políticos. Y lo de entenderse en política sería como lo de las nuevas maneras de relacionarse. Mientras Ciudadanos no pasa de las manitas, Podemos quiere seguir ocupando el sitio del PSOE con la fuerza de sus mareas y Mariano y Pedro se hablan a gritos mientras comparten los auriculares. ¿En qué acabará todo? La clave estará en si estos últimos se bajan en la misma estación o en una distinta cada uno, lo que digan a gritos no es determinante. Tengo un amigo al que su mujer todavía le sigue gritando que no y otro amigo al que gritan síes por las esquinas. El amor no cuenta estaciones, a grito «pelao» se acaba cuando empieza el día, salvo que lo que escuchen a través de los auriculares sea a Benedetti declamando “La culpa es de uno… cuando no enamora”. Eso, eso, menos gritos y más poesía. No me da tiempo a descubrirlo porque yo me bajo antes.