Conversaciones peligrosas

Al llegar a «Tres olivos» he pasado como cada día al andén de enfrente para ir en dirección a «Gregorio Marañón». Suele ser fácil sentarse porque el tren inicia su trayecto. El libro que leía en esta ocasión era un poco más arduo y necesitaba concentración. Existe un pacto tácito en el metro. Ninguna conversación debe destacar sobre las demás. Se aconseja el silencio pero si es necesario hablar las voces de los viajeros deben formar parte de una coral indefinida. Jamás debe uno hablar tan alto que los demás no tengan más remedio que mirarle con cara de reproche. Esta mañana a Marcelo, un hombre de tez morena y camisa blanca de lino, se le ha olvidado esa regla. Al cabo de unos segundos han venido un par de hombres vestidos de negro y se lo han llevado. Por fin he podido volverme a concentrar en mi libro.