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De periodistas, curas y militares

El "jefe" Diego

El "jefe" Diego (foto de El_Enigma)

Un mes después de su secuestro, el político mexicano Diego Fernández de Cevallos, más conocido como el «Jefe Diego», apareció el jueves ante las cámaras del canal Milenio TV, en el programa de Ciro Gómez Leyva.

No vi la entrevista, pero pude escuchar algunas declaraciones en el programa de radio de Carmen Aristegui en MVS. Habló de su cautiverio, del trato que recibió, de las «atrocidades» que sufrió… y de la cobertura periodística de su caso.

En un momento de la entrevista, el «Jefe Diego» se refiere al periodismo como «una de las profesiones más nobles que puede tener el ser humano».

Te puedo decir mirando a las cámaras que para mí hay tres actividades, tres profesiones y tres vocaciones del más alto nivel en todos los órdenes: el sacerdocio, la milicia y el periodismo. Pero cuidado con qué tipo de sacerdocio estemos hablando, o de qué tipo de militares o de qué tipo de periodistas.

Las palabras de Fernández de Cevallos me hacen pensar sobre la responsabilidad que tenemos los periodistas cuando informamos, y de la gran influencia que podemos tener. Del compromiso con la verdad de nuestra pluma, de nuestra cámara, de nuestro micrófono… depende que esa influencia sea buena o mala.

Nunca nos quitarán a Dios

Me cuentan una historia que me da escalofríos mientras la escribo. Unos padres cuyo hijo sufrió unos abusos indescriptibles por parte de un miembro del clero. El matrimonio, después de todo el calvario, siguió yendo a misa diaria. Un sacerdote amigo, impresionado por su fortaleza, les preguntó:

– ¿Por qué, después de todo lo que pasásteis, seguís yendo a misa?

La respuesta de los padres me deja un nudo en la garganta.

– Porque nunca nos podrán quitar a Dios.

Del cine al cielo

FOTO DE EMDOT
FOTO DE EMDOT

Me cuenta G. que, para él, el cine es una experiencia religiosa, muy religiosa. De hecho, estando en el seminario, se escapó una vez al cine furtivamente. Entró en la sala a oscuras y se deslizó por el pasillo central. Llegó a la fila siete y, clavando su rodilla en tierra, instintivamente, hizo una genuflexión. Cuando se dio cuenta y vio que todos lo espectadores lo miraban con expectación y palomitas en la boca, reaccionó. Se agachó hasta su zapato izquierdo e hizo ademán de atárselo para disimular. Sus dedos buscaron desesperadamente los cordones… pero llevaba mocasines.