Archivos por etiqueta: Mrozek

Tras los pasos de Mrozek

Salí a la calle decidido a comprar todos los libros de Sławomir Mrożek que pudiera encontrar. Pero primero tenía que encontrar la librería. Enfilé la calle Miguel Hidalgo y Costilla y empecé a caminar por una acera interminable y carcomida, esquivando todo un repertorio de boquetes, surcos y socavones. Una mujer salía de un coche. La abordé.

– ¿Dónde está Ghandi?

– Ufff, muerto y en la India.

– No, señora, me refiero a la librería, la librería Gandhi.

– Ahh, la librería. Pues está diez o doce cuadras hacia allá. ¿Sabes lo que son cuadras, no?

– Sí, donde están los caballos.

– Muy bien.

– Muchas gracias.

– Que Dios te bendiga.

Seguí caminando, arrastrando los pies abúlicamente bajo el ardiente sol regiomontano. A ambos lados de la calle se sucedían carteles que anunciaban consultas médicas: Traumatología, Reumatología, Dermatología, Resonancias Magnéticas, Oftalmología… Fue un paseo quirúrgico e intravenoso. Finalmente llegué al cruce de Venustiano Carranza y avisté la librería. Subí las escaleras hasta el piso de arriba y me abalancé sobre la estantería de Literatura Universal. Recorrí con los dedos cada una de las repisas hasta hacer contacto visual con Mrozek, el autor que más ha influido en mi vida sin haber leído ninguno de sus escritos, una influencia subrepticia, infusa, confusa y profusa.

– Hola Mrozek, dicen que escribo como tú.

– Sí, escribes como yo, me respondió Mrozek oculto tras «La Mosca» (La mosca, a su vez, estaba oculta tras la oreja).

– ¿Me recomiendas alguno de tus libros?

– Pues no hombre, cómprate mejor «Cronopios y famas» de Cortázar, o una botella de «Mirinda«.

Entonces escuché la voz de Peter, susurrándome desde la contraportada de «La Mosca»:

– Llévate todos, no seas tonto.

Cogí atolondradamente los cuatro Mrozeks que había: «La Mosca«, «Dos cartas«, «El árbol» y «Huida hacia el sur«. Puse los ejemplares sobre mis antebrazos, arqueados en forma de cuchara, y los llevé hasta la caja. Pagué, y huí hacia el norte.