Archivos por etiqueta: J.

Entradas ¿sin final?

Foto de Larry Sión
Foto de Larry Sión

Dice J. que mis entradas muchas veces no tienen final. Que parece que «estabas escribiendo tranquilamente y te caíste por un precipicio… que no hay moraleja, ni perdices, como si te hubiese dado un latigazo, como quien pone un huevo y lo deja ahí tirado, como quien se carga el rosco de la fuente y huye». En realidad, no entiendo por qué lo dice. Siempre trato de

Feliz cumpleaños canino

El Canódromo cumple hoy tres años. Para los que no lo conocen, es el blog de J. quien se autodefine así:

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Recuerdo como si fuera ayer el día en que bautizó El Canódromo. Estamos sentados en el comedor de casa, con las rodillas clavadas en la silla y el trasero acodado sobre el respaldo. Mirábamos a través del cristal de la mesa hacia el suelo, tratando de excavar y descubrir un nombre apropiado como si estuviéramos perforando la capa freática. Pero la respuesta estaba arriba. Encima de nuestras cabezas, en el segundo piso de casa, en su habitación. Una habitación que el primer día que vimos bautizamos así, El Canódromo, por su gran longitud y estrechez. El Canódromo será. Y así fue. El Canódromo fue, es y será.

PD: Para celebrar su cumpleaños bloguero, J. lanza su nuevo website. Un deleite visual. Pena perdérselo.

Historia visual

Por si alguno tiene curiosidad por saber de dónde salió la cabecera de este blog, J., autor de El Canódromo y director creativo de Kakalardoak.com, publicó todo el andamiaje en un post muy visual que lo dice todo.

Andreaoide

A veces mi hija Andrea me deja boquiabierto, perplejo incluso. Y sólo tiene un año. El domingo pasado la pastoreaba entre los pasillos de un hipermercado hasta que se detuvo frente a uno de los anaqueles con discos compactos. Cogió uno de los discos, aparentemente al azar, y se lo entregó a mi cuñado S., que andaba cerca. S. lo observó sorprendido.

– Andrea, es «Closer», de Josh Groban, ¿cómo sabes que me gusta este disco?

Andrea se encogió de hombros, y sin mediar palabra, volvió al anaquel y sacó el mismo disco.

Hoy estaba jugando con ella y se escapó hasta la estantería del cuarto de estar. Entre los cientos de libros extrajo un número de la revista Nuestro Tiempo, concretamente el 571-572, de enero-febrero de 2002. Se acercó a mí, y me lo tiró encima. El ejemplar se abrió misteriosamente en la página 54, donde leo un titular enorme que dice: «Gonzalo Calcedo, cuentos y cuentista».

– Yo he leído algo de este hombre… y creo que hoy – pienso con un escalofrío.

Abro El Canódromo, de J., y leo la entrada del día. Y me asusto. Mucho.