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Perder peso

FOTO DE Gaetan Lee
FOTO DE GAETAN LEE

Conocí a un tipo pasado de kilos que tenía una rutina muy particular. Nada más levantarse, salía a caminar en busca de buenos escondites. Cuando los encontraba, dejaba allí sus kilos de más. Era su forma de perderlos. A eso se dedicaba todo el día. Se acostaba feliz de su logro. Pero a la mañana siguiente, nada más levantarse, volvía a salir en busca de buenos escondites. Y se encontraba de nuevo con los kilos que había perdido. Entonces se iba malhumorado a su casa, ansioso de que llegara el día siguiente.

El sueño

FOTO de Hamed Saber
FOTO de Hamed Saber

Después de muchas noches sin dormir, los párpados parecen guillotinas que caen demoledoramente sobre los ojos. Llevo una media de dos horas de sueño desde hace tres años y creo que estoy empezando a notarlo ¡Oaaaa! (bostezo). Ya no tengo la lozanía de antaño y cada vez…, cada vez… ¡Oaaaa! (bostezo) cada vezzz… ¡Oaaaa! (bostezo, de nuevo)… cada vezzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz…

PD: Para cuando leáis esta posdata, seguramente ya habréis bostezado al menos una vez, o estaréis a punto de hacerlo. Y si no lo he conseguido, leed este extracto de la introducción del libro «The Tipping Point«, de Malcolm Gladwell.

El peligro de asombrarse

FOTO DE HAMED SABER
FOTO DE HAMED SABER

Todo el mundo es consciente hoy del peligro de asolearse demasiado sin protección solar. Los médicos hablan constantemente de lo dañinos que son los rayos ultravioletas si uno no toma precauciones (una precaución después de cada comida y antes de acostarse). Pero de lo que no se habla tanto es de los peligros de asombrarse, que también los tiene y muy graves.

Me cuentan de un señor que, después de leer en el periódico sobre las escalofriantes cifras de desempleo, no salía de su asombro. Por más que lo intentaron, ni su familia ni sus amigos lograron convencerle para que saliera del asombro.

– Venga hombre, que hay muchas cosas que hacer. Sal de tu asombro de una vez. Qué hombre aburrido eres.

Pero el hombre seguía en sus trece, empecinado en su aislamiento.

– Estoy muy bien en mi asombro. Dejadme en paz, les decía.

La familia se empezó a preocupar, así que llamó a un grupo de negociadores para que convencieran al hombre de su estulticia. Después de varias horas de diálogo, los negociadores, sorprendidos por la terquedad del hombre, no salían de su asombro al ver una persona tan tozuda. Y allí quedaron también, atrapados en su asombro.

Este giro dramático impresionó a la familia, que no salía de su asombro ante tamaño problema y, en cuestión de minutos, tampoco quería abandonar su asombro.

– No se está tan mal aquí, opinó uno de los miembros de la familia.

Desde que me contaron esta historia estoy sobrecogido y no salgo de mi asombro. Y aquí estoy ahora, encerrado en mi asombro ante lo peligroso que puede ser asombrarse.

Historia d e u n a t o r t u g u i t a

El dibujo es de J.
El dibujo es de J.

Cuando Lola llegó a casa, nunca pensamos que crecería tanto. La tortuguita estaba en una bolsa de plástico llena de agua, recién comprada en alguna pajarería de medio pelo. Un regalo para J.

A base d          e            d              i  m           i             n              u               t       a               s g                a                      m                                    b                                              i                                        

 t                                              a

                                                                                s…

PD: Me he metido tanto en este post sobre la tortuga Lola que no puedo escribir más rápido. Llevo tres horas y no avanzo. Mañana seguiré. ¡Qué lonio!

Redes sociales

FOTO DE BOLISTON
FOTO DE BOLISTON

Después de bregar toda la noche con el mar, los pescadores de la Cofradía de Porto de Son dejaban las redes tiradas en el muelle. Una vez repuestas del esfuerzo, las redes se reagrupaban en montones. Por un lado, se iban las misántropas. Por el otro, las redes sociales, tan de moda ahora, que iniciaban una animada tertulia. Hablaban de todo. De los avatares de la jornada de pesca, de sus anhelos y sueños, de sus cotilleos. Alguna confesaba su amor irrefrenable por un anzuelo de poblada barba, otra echaba pestes de su penetrante olor a bonito del norte, y una tercera describía su ilusión de llegar a ser red de portería de fútbol en el estadio de Riazor. Pero al final, siempre terminaban enredándose en discusiones peregrinas, tan peregrinas que luego se iban a hacer el Camino de Santiago.

Asunto enfermo

FOTO DE PETTERI SULONEN
FOTO DE PETTERI SULONEN

Después de muchos años quitándole hierro al asunto, el asunto ingresó en un hospital con un cuadro de anemia que había pintado Picasso en su etapa azul. Los médicos contemplaron el cuadro y dijeron al enfermo: si lo vendemos, podremos pagar el tratamiento que necesitas, que es muy caro porque hay que importarlo de Brasil por toneladas. El paciente accedió a regañadientes, pero su salud era lo primero, así que se deshizo de su obra de arte. Pero pasemos a otro asunto, del que os hablaré mañana… o pasado.

Caída libre

Me dirigí al baño y delante de la puerta había una señal que decía «Not much floor». Pensé era una broma y entré. Al dar el primer paso caí por un precipicio. Aunque estozado y adolorido, pude arrastrarme hasta el retrete. Aliviado, tiré de la cadena mientras pensaba: «Valió la pena el golpe».

El GPS

FOTO DE JUNKU-NEWCLEUS
FOTO DE JUNKU-NEWCLEUS

Todavía le quedaba un largo viaje por carretera y ya era casi de noche. El estómago le crujía, así que se detuvo en el primer restaurante que encontró, un tugurio de mala muerte. Se bajó del coche con su mochila y guardó en ella el GPS, para no tentar a los delincuentes.

Entró en el restaurante y fue directo al cuarto de baño. Al sentarse en el retrete, el GPS comenzó a pitar. Lo sacó de la mochila y se fijó en la pantalla, donde se dibujaba un laberinto de caminos que, según el aparato, estarían justo detrás del escusado. Se levantó y, picado por la curiosidad, sacó una raqueta de tenis que llevaba en la mochila y empezó a golpear la pared, que era como papel de fumar.

Abrió un enorme boquete desde el que se vislumbraba un angosto sendero. Entró y empezó a caminar en la espesa oscuridad, siguiendo la voz del GPS, que también hacía las veces de linterna. «Izquierda en tres metros, derecha en cinco metros…», y así, sucesivamente.

Después de media hora, desorientado y con escalofríos, se sentó en el suelo aterido de frío. Se quedó mirando el GPS. El laberinto de caminos había desaparecido de la pantalla. La voz del aparato dejó de escucharse y se apagó repentinamente. Extendió los brazos y, a tientas, constató que estaba rodeado por cuatro paredes.

La llamada

FOTO DE STRIAC
FOTO DE STRIAC

Iba conduciendo por una interminable carretera interestatal al borde de la narcolepsia cuando reparó en una gigantesca valla publicitaria. Al principio no se fijó demasiado en la imagen, pero al centrar la vista se dio cuenta de que sobre el enorme fondo blanco estaba impreso un gigantesco número de teléfono. Su número de teléfono. Eso lo turbó hasta el punto de despertar de la somnolencia como de una mala pesadilla. Instintivamente cogió tu teléfono móvil, que estaba tirado sobre el asiento del copiloto. Marcó el número y le contestó él.

– Diga, ¿quién es?

– Soy yo, ¿y tú?

– Soy yo también.

– Oye, pero ¿por qué me has contestado?

– Tú me llamaste, ¿no?

– Sí, pero a mi número de teléfono.

– Por eso. ¿Qué quieres?

– Pues en realidad nada, pero vi mi número en la valla publicitaria y quise constatar…

– ¿Constatar qué?

La luz de un vehículo que venía en dirección contraria lo deslumbró pero, distraído con el teléfono, no tuvo tiempo de dar un volantazo y evitar la colisión. La llamada se cortó. Se hizo un silencio absoluto en la carretera, quebrantado solamente por el leve chasquido de la valla publicitaria al cambiar de número telefónico.

Otros planes

FOTO DE PSD
FOTO DE PSD

M. estaba doblando la ropa de su hijo más pequeño cuando se le acercó el mayor, de 10 años.

– Papá, ¿qué estás haciendo?

– Estoy doblando la ropa de tu hermanito, para regalarla.

– ¿Pero por qué?

– Porque papá y mamá no tienen planes de tener más niños.

– ¿Y qué pasa si Dios tiene otros planes?

M. se río de la ocurrencia.

Dos días después tuvo que desdoblar la ropa.