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Negros nubarrones y declinaciones tormentosas

A. subió a la tarima en clase de latín. El profesor estaba apoltronado en su silla, con el codo clavado sobre la mesa y la mano sujetando la mandíbula, en un gesto de abulia mayúscula. Fuera, oscuros nubarrones.

– A ver, usted, el genitivo plural de dominus…

– …

– ¿El genitivo plural de dominus?

– … ¿domini?, dijo el alumno con voz apocada.

– ¿DOMINI?, preguntó desesperado el profesor.

– No, perdón, dominis…

– ¿DOMINIS?… ¿DOMINIS?… en este punto, el maestro empezó a frotarse la frente y a tener sudores fríos. Pero sin hacer ningún aspaviento, giró la cabeza, miró hacia la ventana y, como enajenado, se limitó a decir: «Parece que va a haber tormenta».

Desde entonces, en días como hoy, de negros nubarrones, pienso que en algún lugar del mundo hay un estudiante que no se sabe una declinación. Y por eso hay tormentas.

PD: Por cierto, en la antigua Roma no existían las gangas ni las rebajas demasiado atractivas porque eran ofertas indeclinables.

Mi primer guión para Hollywood

FOTO DE XERO79
FOTO DE XERO79

Sonó mi teléfono y era un número desconocido. Contesté.

– Diga.

– Hola, estoy buscando a Allendegui. Soy un ejecutivo de Hollywood.

Yo me asusté. Para mí, los ejecutivos son gente vestida de negro con un maletín en el que posiblemente esconden una Uzi para ejecutarte.

– Ahh. ¿Y en qué puedo ayudarle?

– Verá, hemos leído sus anacrónicas y nos han gustado mucho. Queremos que nos escriba un guión para un cortometraje. ¿Qué le parece? !Un guión para Hollywood!

Me desconcertó la oferta, pero sin pensarlo dos veces le contesté.

– Claro que sí. Me encantaría. Para ¿cuándo lo quiere?

– Ese es el problema. Lo queremos enseguida. Cuanto antes.

– Hombre, es que escribir un guión lleva su tiempo, no sé si podré hacerlo.

– Estoy seguro de que sí podrá. Esperaré su llamada.

Dos horas después llamé al ejecutivo.

– Ya está hecho, me ha ha quedado estupendo.

El ejecutivo lo leyó rápidamente mientras seguíamos en la línea.

– Perfecto, eso es un guión bien hecho. Va a ser un éxito.

PD: Por si alguno tiene curiosidad, aquí puede leerlo

Diálogo de sordos

FOTO DE TERESA STANTON

Llaman al portero automático y contesto yo.

– ¿Sí, quién es?

– Oiga, es que estamos haciendo una encuesta y buscamos a gente sorda o que utilice es lenguaje de signos. ¿Es usted sordo?

– Hombre, pues nunca me lo habían preguntado. Pero no, no lo soy.

– ¿Está seguro? No me engañe, sólo serán cinco minutos. Responder unas preguntitas y ya. Me da que usted es sordo y simplemente no quiere ayudarme en este estudio.

– No, en serio, no soy sordo. Si lo fuera, lo admitiría sin problemas. Es más, incluso accedería a responder a sus preguntas.

– Bueno, bueno. Usted verá. Pero que sepa que pierde una oportunidad de ayudar a otros sordos como usted.

 

PD: Releo este diálogo y me viene a la cabeza un texto de mi maestro Paco Sánchez que todo periodista debería leer y vivir.

Consejos para emprendedores de Paco el taxista

FOTO DE MATHEW CHACKO

FOTO DE MATHEW CHACKO

Llegué al aeropuerto de Barcelona y no vi a nadie esperando con mi nombre escrito en un cartelito. Pensé que me habría equivocado de destino. Mientras elucubraba sobre esto, apareció jadeante un señor de barba bien arreglada con un papel doblado entre los dedos en el que se podía vislumbrar a duras penas mi nombre escrito en caracteres irregulares y con tachones. 

– Oiga, creo que usted viene a recogerme.

– Sí, es que me equivoqué de terminal. ¿Llevaba mucho esperando?

– No, sólo cinco minutos.

– Ah, bueno.

Nos metimos en el taxi y enseguida introdujo el nombre de la calle de destino en su GPS. 

– A los extranjeros les da mucha tranquilidad que use este aparatito. Me dicen. Ah! Tom-Tom, bueno, bueno.

– Bravo, bravo, dije, dije.

Arrancamos. Conducía con mucha tranquilidad, despacito, como paladeando cada volantazo. Me empezó a contar de su jubilación anticipada, después de trabajar durante años para una multinacional.

– Yo programaba ordenadores con tarjetas perforadas, me dijo.

Me explicó que la idea de tener un taxi era fruto de una minuciosa investigación.

– Yo quería montar un negocio que cumpliera tres condiciones: que no tuviera horarios, que no tuviera jefes y que no implicara utilizar hojas de cálculo. Lo primero que se me ocurrió fue montar un puticlú.

– ¿Un puti-club?

– Sí hombre, claro. Pero llegué a la conclusión de que eso de un puticlú era muy complicado, requiere mucha organización. Luego pensé en una churrería.

– ¿Una churrería?

– Sí, claro. Es un negociazo. Un poco de harina y te forras… se venden como churros. Pero eso tiene sus horarios, así que lo descarté. Al final pensé, pensé… y se me ocurrió: Un tasis (sic). Un tasis te permite trabajar a la hora que quieras, cuando quieras, como quieras. Así que me lancé. Y no me puedo quejar.

Seguimos hablando. Me contó que le gustaba mucho irse con su querida al monte…

– Con mi querida bicicleta. Con ella me subo esos montes, me dijo mientras señalaba hacia el Tibidabo. Y luego llego a casa, me ducho, como y me acuesto con mi querido… con mi querido sillón.

Por fin llegamos a mi destino. Nos bajamos y me acompañó un tramo. Me habló de planes de viaje por América en una autocaravana que pensaba comprar en el norte de Estados Unidos. Poco antes de despedirnos, me miró fijamente y me dijo:

– Deja que te dé un último consejo. Aprovecha la vida, disfrútala, no ahorres demasiado. Guarda algo para la jubilación pero sin dejar de disfrutar desde ahora, porque pasados los ochenta, uno no se aguanta ni sus pedos.

Ya soy gente de Internet

Leandro Pérez Miguel es un innovador de la red. Su Gente de Internet es ya un blog de referencia, con ideas tan creativas como entrevistar a la fauna de Internet a través de medios poco convencionales, como Facebook o Skype. Yo siempre quería salir en su blog, y para lograrlo tuve que esforzarme y ganar un premio Blasillo. A continuación copio y pego la entrevista que me hizo, que también está publicada en 233grados.com

Entrevista mantenida vía Facebook con Juan Andrés Muñoz, periodista navarro ganador del Premio Blasillo de Huesca por su blog Allendegui, mientras Leire Pajín y Soraya Sáenz de Santamaría intervienen en el X Congreso de Periodismo Digital de Huesca.

Pregunta. Hola, Allendegui.
Respuesta. Buenos días.

P. Muy buenos, ¿dónde andas? 
R. Pues exactamente a diez centímetros de ti, a tu izquierda.

P. ¿Pero no currabas en la CNN, en Atlanta? 
R. Pues sí, pero me dieron un premio, el Blasillo al ingenio español, y me han traído a Huesca. Pero sí, mi trabajo principal y el que me da de comer está en CNN, en Atlanta, donde vivo desde 1998.

P. Bien, bien. Premiar el ingenio tiene su miga. ¿Qué tomas para ser ingenioso en Allendegui? 
R. Pues el truco es desayunar bien, porque si no, uno no está de humor. Un par de huevos con bacon, patatas fritas, café, bollería, cinco pizzas… le funciona a Michael Phelps para ganar medallas de oro y a mí para escribir.

P. ¿De qué no escribes en tu blog? 
R. No escribo de lo que no hace falta, o de lo que hay ya mucho escrito, o de lo que aumenta el colesterol.

P. El tuyo es un blog «personal», uno de esos millones de blogs donde un internauta cuenta lo que se le ocurre…
R.
 Exactamente, porque lo que no se me ocurre no puedo contarlo. Pero sí, escribo de lo que realmente me gusta, sin pensar en si le va a gustar a los demás, o no. Es mi canal de expresión, donde dejo volar mi imaginación y donde trato de hacer experimentos digitales. Si no fuera un blog personal, de lo que me gusta, lo sentiría como un trabajo, y en ese momento dejaría de escribir.

P. Oye, Allendegui, te veo teclear y me parece que no prestas mucha atención a Soraya Sáenz de Santamaría y Leire Pajín… quien por cierto está hablando de todos y todas, de ciudadanos y ciudadanas. 
R.
 Como bien dices, «parece», pero estoy atentísimo. Lo de teclear es un tic nervioso que tengo. Siempre que un político habla a los ciudadanos y ciudadanas presto mucha atención porque seguramente está diciendo algo importantísimo.

P. Seguro. Antes me han contado que varios periodistas te estaban entrevistando. ¿Has soltado muchos titulares? 
R.
 En todas las entrevistas que me hacen trato de soltar varios titulares. Los titulares también tienen derecho a la libertad.

P. ¿Te han preguntado en qué vas a gastar los 6.000 euros del Blasillo? Todos los periodistas avezados siempre preguntan eso al ganador de un premio. 
R.
 Pues parece que no había ningún periodista avezado, pero estoy de acuerdo contigo que es de cajón. De hecho, es literalmente la pregunta del millón de dólares. ¿Tú me las vas a preguntar?

P. Cómo no. Los ciudadanos y las ciudadanas quieren saberlo. 
R
. Pues si hay ese interés, responderé. Me voy a gastar todo en Las Vegas, aunque dejaré 100 euros para imprimir camisetas de Allendegui.

P . Por cierto, ¿ya has averiguado que significa el punto cero cuando hablan de Web 2.0?
R.
 Pues un cero siempre será eso, un punto cero. Pero he preguntado a varios de los gurús que asisten a este Congreso de Periodismo digital y todos me contestan lo mismo, que son de letras y que de matemáticas no tienen ni idea.

P. ¿Has oído? ¡También hay política 2.0! 
R.
 Lo he oído! Estoy aprendiendo muchísimo en este congreso. La política 2.0 es una política aún más enredada de lo que ya es.

P. Ana Pastor se pregunta si los políticos escriben sus blogs y sus «feisbuks». ¿Tú también tienes un negro? 
R
. Tengo uno, pero es un secreto. Te lo digo a ti porque sé que no vas a publicar esta entrevista. Si no tuviera un «negro» no podría escribir lo que escribo. Mi blog sería gris.

P.  Dice Soraya Sáenz de Santamaría que pertenecemos a la generación X… 
R.
 Ufff, eso es pornografía. No sé por qué no lo han censurado. A mí que no me mezclen con esas cochinadas.

P. Acabo de enviar a Soraya una invitación para que nos hagamos amigos en Facebook (acaba de decir Leire Pajín que no tiene perfil ahí) 
R. 
Jo, tú sí que eres un tío conspicuo (siempre quise utilizar la palabra conspicuo y no había tenido oportunidad), sobre todo por ser amigo mío.

¿Cómo se hace una bola de nieve?

Tenía abierto el navegador de Internet en un post con la fotografía de Andrea. Catita lo vio y me miró con gesto contrariado.

– Papi, esto no es justo. ¿Dónde está mi foto?

– Catita, hoy le tocó a Andrea. Otro día pondré tu foto.

– Pero papi, no está mi foto, y la de Andrea sí.

Me quedé pensando. Miré por la ventana. Estaba nevando.

– Catita, ¿quieres salir a hacer bolas de nieve? Así te saco una foto y la pongo en el ordenador, ¿te parece?

Catita accedió de buen grado.

– Papi, ¿me enseñas a hacer una bola de nieve?

Saqué el manual de bolas de nieve del congelador, y empecé a leer los pasos en voz alta, mientras Catita los ejecutaba.

– Primero, hacer acopio de nieve.

– Segundo, dar forma a la nieve.

– Tercero, lanzar la bola.

– Cuarto, y más importante, sentir la satisfacción de lanzar una bola de nieve.

A Hong Kong

FOTO DE TALLKEV
FOTO DE TALLKEV

Me escribe Diego desde Hong Kong.

Venite. Tenés que conocer Asia en algún momento. Avisá y quedate unos días en casa en Hong Kong, después, de acá, te vas para el resto de la región: sur de China, Vietnam, Filipinas, Malasia, Indonesia, etc. está todo a un paso.

Dicho así, parece a huevo. Le contesto:

Diego, no me lo digas dos veces, que ganas no me faltarían.

Me contesta.

¡te digo!
(ahora ya fueron dos veces)

Habrá que preparar maletas. Un viaje a Hong Kong ante.

Incertidumbre telefónica

FOTO DE MOOGS
FOTO DE MOOGS

Una de las cosas que más nervioso me ponen es dejar mensajes en los contestadores automáticos, sobre todo cuando se escucha una voz metálica e impersonal en lugar de la de la persona a la que llamo. En estos casos, mi voz titubea, naufragando en la incertidumbre de no saber a quién le estoy dejando el mensaje.  ¿Y si se lo dejé a un desconocido en lugar de la persona correcta?

El otro día llamé a M. y F. para invitarlos a cenar. Me salió el contestador automático, con una voz genérica que simplemente decía: Deje su mensaje después de la señal. Obediente, dejé mi mensaje después de la señal, describiendo la cena con la que los iba a agasajar y con mi número de teléfono y todo. Pasaron las horas y ni M. ni F. me llamaron.

Finalmente, a las nueve de la noche, sonó el timbre. Abrí la puerta y me encontré con un perfecto desconocido, y digo perfecto porque era el arquetipo de desconocido, un desconocido de revista, un ejemplar modélico.

– Hola, buenas noches.

– Buenas noches. ¿Quién es usted?, le pregunté.

– Yo soy P. Vengo porque usted me invitó a cenar.

– Pero cómo le voy a invitar si ni siquiera lo conozco.

– Cómo que no, usted me dejó un mensaje, y por no ser descortés, vine para cenar con usted.

– ….

– Además, me encanta la pizza de vieiras.

– Ahh, bueno… si tanto le gusta, entonces pase, pase y tome asiento, que ya se está enfriando.

– No se preocupe, yo me la como igual, que una invitación así no se tiene todos los días.

Nos sentamos a la mesa y tuvimos una conversación entretenidísima. Me enseñó las fotos de su perro y quedamos en ir al museo algún día. Yo le enseñé mi colección de sellos y mi foto con Alfred Hitchcock. Cuando terminamos, el señor, muy amable, me agradeció la cena y se despidió.

Bloguero de vocación

Nada más llegar del colegio, se plantó delante de su madre y dejó caer la mochila con todos sus libros.

– Mamá, ya lo he decidido, de mayor quiero ser bloguero y morirme de hambre.

Su madre, lo miró con gesto complaciente.

– Hijo mío, estoy orgullosa de ti. Pero tendrás que estudiar mucho. No todo el mundo es capaz de llegar tan lejos.

– Lo sé mamá, pero lo he pensado mucho, y me atrae mucho la idea. No tener qué comer, ni con qué pagar las deudas, y disponer de todo el tiempo del mundo para hacer lo que más me gusta: escribir. Es apasionante.

– Hijo mío, estoy seguro de que sabrás pasar hambre con mucha dignidad y elegancia, y que escribirás muy bien. No sabes la ilusión que le va a hacer a tu papá cuando se lo digamos. Voy a preparar un cordero asado. ¡Un hijo bloguero!

Los buenos escritores siempre mueren

Foto de Eric Perrone
Foto de Eric Perrone

Acaba de llegar Miguel Angel de pasar las fiestas en España. Le pregunto lo de siempre:

– ¿Qué libros y DVDs has traído para prestarme?

Me habla de «Los girasoles ciegos«, de Alberto Méndez.

– Me ha encantado, de lo mejor que he leído. El autor ya murió, hace como cuatro años, me dice.

Me quedo pensativo.

– ¿Y algún otro libro que me ofrezcas?, pregunto.

– Ahora allí está muy de moda un tal Stieg Larsson, un sueco que escribió una trilogia que se llama «Millennium«. Está agotado en todas partes. Buenísimo. El autor murió hace unos cuatro años.

Vuelvo a quedarme pensativo y concluyo que los buenos escritores siempre mueren. Por eso no quiero ser buen escritor.