Al verle con aquel botellín de líquido amarillento no pude resistir la tentación de hacer el chiste fácil.
– ¿Qué estás bebiendo? ¿No será lo que parece?
Se rió.
– No, es zumo de manzana.
– Pues al lado de mi casa dejan cientos de esos botellines llenos de orina después de los partidos de fútbol americano, dijo un tercero que había escuchado nuestro diálogo.
La conversación se fue encauzando hacia aguas más amarillentas conforme se sumaba gente a la tertulia de pasillo. El Tigre nos contó cómo se las gastan en Colombia.
– Pues en el Campín de Bogotá, los de las filas de arriba no tienen ningún reparo en bajarse los pantalones y orinarse en los de abajo. ¿Por qué te crees que se organizan esas peleas en los estadios? Te mojan y vas corriendo a partirle la cara al culpable.
Pero el relato más miccionante fue el de Lorenzo al recordar su experiencia en el estadio de los Pumas de la UNAM, en un partido contra el América.
– Yo sólo recuerdo que en un momento del partido alguien más arriba gritó «Aguaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa de riñoooooooooooooooooooooooón» mientras lanzaba un vaso de plástico al aire. Cuando me di cuenta de lo que significaba, ya era demasiado tarde para esquivarla.