La anticuaria que se pasó de rosca

Gianni llegó como un clavo y entró con paso decidido en aquella tienda de antigüedades. Es un experto consumado en ese mundo de los artículos anacrónicos, así que se mueve por estos establecimientos como pez en el agua. En cuanto cruzó el umbral, una vendedora gelatinosa y adhesiva se le pegó como una lapa y lo perseguía incansable como perro de presa. El se revolvía como serpiente para poder mirar el género tranquilo, pero ella era como un pulpo de 18 tentáculos.

Harto ya, Gianni se detuvo junto a un candelero que le gustó y empezó a manosearlo, escrutándolo minuciosamente, como con lupa.

La vendedora dio un paso al frente y le dijo:

– Es un candelero del siglo XVII de incalculable valor.

Gianni la miró con desconfianza, y siguió aquilatando la pieza como un viejo avaro. Sin que la vendedora tuviera tiempo de reaccionar, Gianni empezó a desenroscar el candelero mientras se reía sardónicamente.

– Noooooo.

Un grito descorazonador salió de lo más profundo de la garganta de la vendedora.

– ¿Pero qué está haciendo usted?

Gianni seguía riéndose con sarcasmo hasta que logró separar las dos piezas.

– Para hacer este tipo de rosca se necesita una máquina que no se existía en 1700. Así que esto significa que esta pieza es de fines de 1800 y principios de 1900.

Desarmada como caballero sin espada, la anticuaria retrocedió dos pasos, se recompuso y respondió:

– Disculpe, pero quise decir que es una muy buena imitación de un candelero del siglo XVII.

Gianni, sin mirarla mientras volvía a ensamblar el candelero, apostilló:

– Y usted es una excelente imitación de una mala vendedora.

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