El sueño de un cowboy se hace realidad en el cine y en una finca de Colmenar
Desde pequeño soñó con ser cowboy y hoy, a sus 62 años puede decir orgulloso que su deseo se ha cumplido. Cada fin de semana deleita a niños y adultos con sus espectáculos y acrobacias sobre el caballo. “Manejo el lazo como un cowboy”. Es Julián Cancela, el propietario de una Escuela de Equitación de Colmenar Viejo que cuenta con cerca de 80 caballos. Situada a los pies de la Sierra de Guadarrama y con el pantano de Santillana y el pueblo de Manzanares enfrente, esta Escuela puede presumir de ser la que más licencias federativas tiene en la Comunidad de Madrid. Más de 300 alumnos están matriculados en ella.
Archivado en: Julián Cancela, escuela de equitación
gentedigital.es/ Mamen Crespo
28/10/2010 - 18:00
Julián es su propietario y el alma de la Escuela ya que no solo la dirige sino que, además, imparte clases y es el encargado de dirigir los espectáculos que se celebran cuando hay un gran evento que, normalmente, suelen ser cumpleaños de los alumnos más jóvenes. Es entonces cuando se pone el vestuario especial y junto a un grupo de madres, con las que ensaya entre semana, pone en escena su carrusel con música y, por supuesto, con los caballos. No se imagina la vida sin ellos. Son tan importantes para él que, hace cinco años, decidió instalar su casa en la finca. “Esto es mi vida, yo aquí me siento feliz”, apunta Julián, que sólo tiene buenas palabras para este animal que tanto le ha dado y que todavía hoy le sigue dando. “Es un animal muy noble, muy agradecido si le tratas bien”. Y él les cuida como a sus hijos. Les visita, les acaricia y, además, les ha convertido en estrellas en muchas ocasiones ya que Julián es actor de doblaje en el cine.
Todas aquellas escenas complicadas sobre los caballos que no hacen los actores protagonistas, las doblan personas como él. La serie Tierra de Lobos, que se emite actualmente en televisión, ha sido el último proyecto en el que ha colaborado. Éstas sólo son breves incursiones pero su vida diaria es en la Escuela donde entrena entre cinco y seis horas diarias y donde corrige y pone a punto a los animales que le llevan, porque no solo tiene sus propios caballos sino que los alumnos de la Escuela tienen allí sus animales. Los niños guardan sus ponis en la finca y luego aprenden con ellos en las clases de tres horas que se imparten cada tarde.
No está solo en esta aventura. Colaboran con él su hijo y dos mozos de cuadra, pero aunque tiene ayuda apunta que “montar una hípica es muy complicado”. Ni siquiera, según cuenta, compensa económicamente. “Esto es una pasión pero no es un buen negocio”, dice. Eso sí, la cafetería siempre está llena porque, al parecer, la tortilla de patata está exquisita. Negocio o no, lo que está claro es que hay pasión y eso es capaz de mover cualquier negocio por complicado que sea y sino, que se lo digan a Julián.
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