Nunca llueve a gusto de todos
La semana pasadas la iniciamos con el revuelo montado a cuenta de la liberalización de horarios en el comercio. Los pequeños se pusieron de uñas, como siempre, ante cualquier tipo de norma que pueda producir cambios en el sector. Aún recuerdo sus quejas y lamentos cuando se empezaron a peatonalizar las calles del centro. Se oponían con los mismos argumentos que lo hacen ahora. Aquello iba a suponer el fin del pequeño comercio, igual que lo de los horarios. Al parecer, nuestros pequeños comerciantes han dejado de entender que el mundo no funciona en torno a ellos, que son ellos los que deben evolucionar y adaptarse a la sociedad y a las necesidades de los consumidores, y no al revés. En mi modesta opinión, entiendo que tendrán más ventajas que las grandes tiendas, pues ellos podrán especializarse en lo que su cliente necesita y adaptar sus horarios de apertura y cierre al ritmo del consumidor. No se trata de abrir 24 horas al día, sino de abrir cuando la gente compra y cuando tiene tiempo de ir de tiendas.
Si la iniciamos sin que lloviera a gusto de todos, la terminamos de la misma manera. La imputación de los directivos de Bankia no ha gustado ni a unos ni a otros. Los hubo que daban brincos de alegría al conocer que Rato iba a ser ‘empapelado’, alegría que se tornó en disgusto al comprobar que también lo eran todos los consejeros amigos, es decir, los de sus partidos políticos.
Y por si fuera poco, le chafan la alegría a la Iglesia por recuperar el Códice Calixtino con el descubrimiento del ‘Bosón de Higgs’, conocido como la ‘partícula de Dios’. Está visto que nunca llueve a gusto de todos.
Publicado el 11 de julio de 2012 a las 12:30.