Oubiña, uno de tantos deportistas desafortunados
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El eterno suplente presume de pocas cosas. Con vuestro permiso, una de ellas podría ser su gran corazón, cuya mitad está teñida de color celeste, como muchos habéis comprobado a través de algunos artículos. Sea por la procedencia geográfica de quien escribe, la modestia deportiva que desprende el Celta o la empatía producida por sus 'pupas' durante los últimos años, lo cierto es que uno sigue con expectación lo que sucede en Vigo. Sin embargo, no pretendo hacer forofismo ni barrer para casa en estas líneas. Simplemente, pretendo mandar un abrazo virtual a todos aquellos deportistas profesionales (o no) que se han visto frustrados por lesiones, dolencias, intervenciones quirúrgicas o pesadas molestias que les impiden una práctica habitual o constante de ese vicio, esa necesidad o, en muchos casos, el alimento que les da de comer: la práctica deportiva.
Al principal protagonista de estas líneas, le conocí cuando apenas tenía 20 años. Pese a su reciente estreno futbolístico en Primera División, me sorprendió su desparpajo dialéctico y la normalidad con la que actuaba en cada actuación. Las habilidades intuitivas del jugador soprenderían a más de uno. Poco a poco, se fue convirtiendo en un mediocentro defensivo de notable nivel. Ocupaba bien los espacios, hacía fácil lo difícil y, aunque no se prodigaba demasiado, escondía más recursos técnicos de los que mostraba. Debutó con la Roja, estaba en la mente de Luis Aragonés y varios equipos grandes del fútbol nacional e internacional le habían incluido en sus listas para futuros fichajes.
Obligado a la venta de futbolistas tras el último descenso, su club se puso caprichoso, quiso todo el dinero del mundo y no quiso venderle al Benfica y se marchó cedido al Birmingham City. Allí, nada más llegar, en septiembre de 2007, se rompió la rodilla izquierda, regresó a su ciudad natal y, aunque ha jugado algunos partidos desde entonces, estos días se ha sometido a una cuarta operación para que su regreso a los terrenos de juego sea una realidad totalmente rehabilitada. Con casi 28 años, Borja Oubiña espera terminar el 2010 jugando al fútbol. Su caso es el de muchos deportistas que han nacido para esto, con talento para hacer algo grande y a los que la suerte les ha sido esquiva con un mala leche insoportable. Que no pierdan la pasión ni la esperanza.
Publicado el 18 de marzo de 2010 a las 09:00.