El pueblo marroquí olvida su pobreza con el fútbol
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Un grupo de niños corretean detrás de un pelota o un objeto semejante sobre el descampado más próximo a la carretera, cubierto de césped o de tierra. Muchos de ellos están descalzos. Otros llevan algo parecido a unos zapatos o a unas zapatillas deportivas. A veces entre porterías delgadas, oxidadas. En otras ocasiones, éstas se inventan con lo que sea. Por ejemplo, dos piedras. Con una pobreza dolorosa a sus alrededores, los rostros infantiles olvidan el panorama, actúan como si la desgracia estuviese en otra parte y se toman sus partidos como actos festivos, con la competitividad por la bandera. Da igual si bajas por autopista desde Tánger a Rabat o si asciendes en el mapa marroquí de Fez a Chefchaouen. La escena no varía.
Marruecos vive por y para el fútbol, aunque también sientan un gran interés por el atletismo, el balonmano o el baloncesto. A la locura infantil, se une la pasión manifiestada por jóvenes y mayores. Numerosos puestos en los mercados ofrecen camisetas de grandes equipos o selecciones mundiales. Sin embargo, esta circunstancia se corresponde con una normalidad turística, magnificada por el seguimiento que los partidos de la Liga BBVA tienen en aquel país. Con el beneplático de All Jazzera Sport, la gente se reúne para ver al Real Madrid contra el Sporting, al Barça ante el Zaragoza o incluso muestra interés por un Espanyol-Sevilla. Como si estuviésemos en una cafetería de la península ibérica. Incluso, cuando llegas al hotel enchufas la televisión y asumes el privilegio de ver los golazos de Messi como si estuvieses en casa. ¡Shrokan!
Publicado el 23 de marzo de 2010 a las 15:00.