Los atracos (demasiado) habituales en el mundo del balonmano
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Hubo un tiempo en el que si un equipo de baloncesto iba a jugar a Grecia o Turquía ya sabía a lo que se exponía. Entre los jugadores de esos conjuntos existía la certeza de saber que deberían hacer un poco más de lo habitual para ganar esos partidos. La razón no era otra que los arbitrajes un tanto casero que se daban en esas citas. Ahora, por fortuna, visitar las canchas del Panathinaikos, Olympiakos, Ulker o Maccabi ya no es garantía de 'atraco'.
Sin embargo, esa mala manía sí se mantiene en el mundo del balonmano. Da igual la entidad del rival y la ronda que sea, los equipos que juegan como locales y que tienen una vitola de favorito, y por tanto un peso específico en la EHF, siempre reciben una ayuda extra cuando el encuentro se les pone más en contra.
De todo esto pueden dar fe el Balonmano Ciudad Real y el Barcelona Borges. Los manchegos defendían su liderato de grupo ante un rival directo como el Flensburg alemán. Un mal comienzo estuvo a punto de lastrar a los de Dujshebaev, pero al final del encuentro, el marcador estaba muy igualado. Tanto era así que Alberto Entrerríos se disponía a empatar el partido, aunque el asturiano se quedó con las ganas. No fue el guardameta rival Beutler el responsable, sino uno de los árbitros que pitó una falta en ataque irrisoria. El triunfo, no hace falta decirlo, se quedó en Alemania.
Pero todo esto no es nada comparado con lo que sufrió el Barça. El equipo de Xavi Pascual visitaba al Rhein-Neckar Löwen, con la intención de asaltar la segunda plaza. El partido también llegó a los últimos minutos igualado, pero entonces los árbitros, no se sabe si asustados por el ambiente del SAP Arena, decidieron decantar el encuentro. En primer lugar decidieron excluir a Nagy de forma un tanto rigurosa. El marcador reflejaba un empate a falta de pocos minutos para el final y entonces se desencadenó todo.
El Barça se la jugó con portero-jugador. La idea no resultó e incluso acabó excluido Marc Oneto. Con dos menos sobre la pista y con escasos segundos por jugar, Víctor Tomás roba un balón, lanza desde su campo y aprovecha la ausencia del guardameta alemán para marcar un gol decisivo. Faltaba un segundo cuando el balón besó las mallas. Dio igual. Los árbitros no lo dieron por válido amparándose en que estaba fuera de tiempo. La repetición no dejaba margen a las dudas, pero en este deporte, obsoleto como pocos, no se puede recurrir al vídeo.
A raíz de todo esto, urge una reflexión de todos los estamentos para que el balonmano no acabe convirtiéndose en el coto privado de los clubes más poderosos. Ante situaciones como esta, se puede entender aún más el cabreo histórico de Mateo Garralda.
Publicado el 22 de febrero de 2011 a las 18:30.