La ansiedad de Kiko Femenía y el compañerismo de Rufete
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Imagina que tienes 19 años y que el club en el que te has criado debuta en casa en el regreso a la élite. Las ganas de hacerlo bien, de deslumbrar, de que todos recuerden el día que debutaste en Primera División... todos esos ingredientes pueden hacer que juegues un partido para la historia o que la ansiedad se apodere de ti. Eso es lo que le sucedió a Kiko Femenía.
Salió en la segunda parte del partido Hércules-Athletic, pero tras perder los tres primeros balones que tocó, el canterano se vino abajo. Esteban Vigo se desgañitaba en la banda: "Kiko, ¿qué te pasa?" El jugador apenas tenía aliento para contestar. Estaba sufriendo un ataque de ansiedad.
Rufete, todo un veterano, estaba calentando en la banda pero rápidamente se percató de la situación: "No le cambies. Kiko, recupera", apuntaba el centrocampista. "No le cambies, hostia. Que le den por el culo al partido", insistía el jugador.
Y Kiko se recuperó. Su equipo terminó perdiendo el partido, pero si esa unidad se mantiene en el vestuario alicantino a pesar de la llegada de jugadores como Trezeguet o Drenthe, el Hércules no será un candidato al descenso.
El pasado sábado, Kiko Femenía pagó caro el precio de la excesiva presión que a veces se impone a unos deportistas de élite sobre los que la afición pone demasiadas exigencias. Una ficha alta a veces nos hace olvidarnos de que los que están sobre el césped apenas tienen edad para votar. Otra vez surge el debate sobre si los jugadores tienen una formación psicológica a la altura de la presión que soportan. Este ejemplo debería servir de reflexión a más de uno. Esos padres, entrenadores y representantes que piensan que un joven jugador puede sacarles del anonimato, olvidando que por encima del futbolista está la persona.
Francisco Quirós Soriano
francisco@gentedigital.es
Publicado el 1 de septiembre de 2010 a las 18:15.