CSKA-Olympiacos, ¿la mayor sorpresa en una final de la Euroliga?
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Alejado de la imprevisibilidad de otros deportes como el fútbol, se dice que el baloncesto es una disciplina en la que raramente se dan sorpresas. En el deporte rey puede haber un equipo que se encuentre por fortuna con un gol y defender el resto del tiempo esa escasa renta. Ese es un plan que en el juego de la canasta está casi descartado. Para ganar, debes hacer más méritos que tu rival. Tienes que coger más rebotes, hacer gala de una idea colectiva y sobre todo sumar más puntos que el contrincante, algo que pasa por ser efectivo en el aro contrario pero también por minimizar el ataque del oponente. De casi todo ello tiró el Olympiacos este domingo para proclamarse campeón de Europa.
Si hace dos meses hubiésemos hecho una encuesta sobre si el Olympiacos iba a estar a en la Final Four de Estambul, seguramente pocos hubieran dado alguna chance al equipo de Ivkovic. En la eliminatoria de cuartos de final esperaba al equipo del Pireo el Montepaschi Siena, habitual de las rondas finales en las últimas ediciones y uno de los conjuntos con plantilla de mayor potencial. Mientras los griegos habían superado el Top-16 gracias al basketaverage con el Galatasaray, los italianos habían comandado con autoridad su grupo con triunfos de prestigio como el obtenido en el Palacio de los Deportes de Madrid. Todo esto sirvió de muy poco en la serie de cuartos de final. Tras imponerse en el primer partido jugado en Siena y caer en el segundo por un solo punto, el Olympiacos pasaba a la Final Four sin esperar al quinto y definitivo encuentro. Ivkovic ya podía añadir otro milagro a su extenso curriculum.
Una de las señas de identidad a lo largo de la historia del equipo del Pireo reside en la competitividad. La plantilla rojiblanca decidió tenerlo muy presente cuando llegaron a Estambul. La primera piedra en el camino era el gran aspirante, el Barcelona Regal, aunque Navarro y compañía acabaron sucumbiendo ante la inspiración de un Spanoulis que sería determinante. Otra sorpresa que parecía cumplir con el expediente ante la entidad del rival que esperaba en la final. A base de talonario, el CSKA ha configurado un equipo que ha ido sembrando el pánico por las canchas europeas. La dirección del mejor base del momento en el viejo continente, Milos Teodosic; el acierto exterior de Siskauskas y la presencia de dos jugadores como Krstic y Kirilenko a los que sólo la inestabilidad del lockout impidió que jugaran esta temporada en la NBA; colocaban al equipo ruso como favorito incontestable.
Los parámetros de la final se movieron por los mismos derroteros que vaticinaban los expertos. Valentín Martín, una de las voces más autorizadas en el deporte de la canasta en nuestro país, decía en 'Radio Marca' pocos minutos antes de empezar el partido que el CSKA iba a ganar con mucha solvencia. A falta de disputarse un último cuarto, el marcador le daba la razón. Sin embargo, en ese momento surgió la fe del Olympiacos. Con 53-40 en el marcador, casi todos los equipos hubieran tirado la toalla, pero la pizarra de Ivkovic, el viejo zorro serbio y el talento de Spanoulis y Papanikolau (la gran confirmación de esta Final Four) fueron obrando una remontada histórica. El acongojamiento del CSKA también jugó su papel para un parcial de 8-22 que acabó con un inesperado invitado bajo el confeti del ganador.
Habría que remontarse tal vez hasta 1993 cuando el Limoges de otro técnico serbio, Božidar Maljković, para encontrar otro equipo que fuera dando sorpresas de este calibre. Muchos piensan que al igual que entonces se extenderá el modelo de jugar un baloncesto defensivo en el que la anotación se mueva en torno a los 60 puntos. A expensas de lo que dicte el futuro, saquemos el lado positivo: las sorpresas también se pueden dar en este deporte.
Publicado el 14 de mayo de 2012 a las 09:30.