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Blog de José Luis Gutiérrez Muñoz

Sonrisas de colores

Celia y Andradas

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El pasado jueves 17 de junio, por la tarde, inauguramos la exposición de fotografías "Color en orfanatos" en el Edificio de Alumnos de la Universidad Complutense de Madrid. Acudieron numerosos amigos y amigas, entre quienes estaban Carlos Andradas, Vicerrector de Política Académica y Profesorado, y Margarita Barañano, Vicerrectora de Estudiantes. Hicimos una presentación en el salón de actos, muy cerca del amplio vestíbulo que denominan "el ruedo", donde se exponen las fotografías que ilustran nuestro trabajo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador en 2009. Tras los agradecimientos protocolarios, traté de explicar nuestra experiencia en esos lugares desde 2004, ilustrando mis palabras con imágenes.

Haciendo un somero repaso de las distintas actividades creativas que hemos llevado a cabo con los niños y niñas de Matruchhaya, Bal Mandir o Sinincay, llegó el momento de mencionar nuestra última experiencia en India con los globos aerostáticos de papel. Animado por la atenta mirada de Celia, una niña de unos cinco años de edad, que fue adoptada en Nepal hace algo más de tres años, hablé de las propiedades mágicas de esos sencillos artilugios voladores, capaces de dirigirse hacia un punto geográfico determinado, guiados por la voluntad de quienes nos congregamos para lanzarlos al aire.
Sentada en segunda fila, muy cerca del lugar desde donde yo hablaba, Celia miraba con atención las imágenes que proyectaba sobre una pantalla situada a mis espaldas, me observaba a mí, y después, en un gesto de incredulidad, giraba la cabeza hacia su madre, sentada a su lado, en busca de una señal que le hiciera discernir si aquello que yo contaba era cierto o simplemente una fábula.
En todas las ocasiones, la madre de Celia hizo un cómplice movimiento afirmativo con la cabeza, avalando la veracidad de lo que yo decía.

-Si ya resulta milagroso que estos globos de papel vuelen en el cielo, hasta perderlos de vista, confundidos por la noche con alguna estrella del firmamento; más admirable todavía es comprobar que no vuelan en una dirección cualquiera, sino hacia el lugar que el deseo de todos los participantes establece previamente -afirmé con seguridad, ante la mirada perpleja y desconfiada de Celia.

-En noviembre de 2009, cada tarde subíamos con los niños y niñas de Matruchhaya a la azotea de su orfanato, para desde allí lanzar al aire los globos de papel que les habíamos enseñado a elaborar y, en todas las ocasiones, los globos salían volando hacia el Oeste, hacia España, porque habíamos propuesto a los menores del hospicio llenar el aire de esos globos con buenos deseos, para mandárselos a nuestros amigos españoles, especialmente a quienes pudieran estar más necesitados de ánimo y cariño -añadí muy seriamente, sin dejar de mirar a la niña.

-Hace unos días hemos soltado tres globos desde España con la intención de que lleguen a Bal Mandir y, efectivamente, ascendieron en el cielo, y pusieron rumbo al Este, hacia Nepal -concluí, dando ya por sobradamente probado el carácter prodigioso de esos globos.

Al finalizar mi presentación, el Vicerrector Andradas, sentado a mi derecha, ofreció al público la posibilidad de intervenir. Oímos opiniones muy interesantes; entre otras, la de la propia madre de Celia, quien había visitado Bal Mandir antes de nuestra acción inicial allí, en 2006, y había regresado poco después con la niña, para concluir los trámites de su adopción, por albergar Bal Mandir las oficinas centrales de las adopciones en Nepal. La madre de Celia dio fe de la transformación que se produjo en el patio central del orfanato, gracias a aquella primera actividad creativa con los menores, una enorme pintura mural, que sirvió para llenar de color y alegría un lugar hasta entonces sucio y gris.

Carlos Andradas quiso ser el último en intervenir. Ante el asombro de Celia, que le miraba con los ojos muy abiertos, afirmó que ahora comprendía el extraño e intrigante suceso que vivió hace unos meses, cuando vio un globo de vivos colores en el cielo de Madrid, que lentamente se fue acercando hacia su casa, para finalmente aterrizar en su terraza.

-Aquel globo debía de ser vuestro -afirmó el Vicerrector, satisfecho de resolver por fin el enigma que tanto le había inquietado.

Celia miró a su madre, quien una vez más volvió a hacer un gesto de extrañeza aprobatoria, para reforzar la verosimilitud de ese sorprendente acontecimiento en la casa del Vicerrector. Finalmente la expresión de incredulidad desapareció del rostro de la niña, y nos obsequió una preciosa sonrisa.

Publicado el 22 de junio de 2010 a las 08:30.

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Ashok, Geeta, Kinnari, Araceli, Nathaly... salen de Atocha y llegan a la Universidad

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En las últimas semanas miles de personas han pasado por delante de las fotografías de nuestros niños y niñas de Sinincay, Bal Mandir y Matruchhaya; primero en la estación ferroviaria de Campo Grande, de Valladolid; y después en la de Atocha, en donde han permanecido hasta hoy.

Pero aquí no termina el periplo viajero de Ashok, Geeta, Kinnari, Araceli, Nathaly, Mayra, Jakeline, Asha o Sumit, entre otros; porque ahora colocaremos estas 24 imágenes en el recibidor principal del Vicerrectorado de Alumnos de la Universidad Complutense de Madrid, un magnífico edificio situado en la Avenida Complutense , s/n, enfrente de la boca de metro de Ciudad Universitaria. El jueves 17 de junio, a las 18 horas, inauguraremos la exposición, que podrá visitarse hasta el 29 de julio, acto al que, a través de este correo, invitamos a cuantos puedan estar interesados.

Los menores de los orfanatos en los que trabajamos, van a sentirse bien acompañados, no sólo el día de la inauguración, a la que acudirán numerosos amigos y amigas, sino también durante el resto de los días que estén en "el ruedo", como llaman al vestíbulo principal del Vicerrectorado de Alumnos; porque durante los próximos días cientos de estudiantes, con la selectividad recién terminada y aprobada, acudirán a ese lugar en busca de información para iniciar la matriculación en sus respectivas Facultades.

Publicado el 11 de junio de 2010 a las 08:30.

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Palacio de la Moncloa

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Una profesora de mi propio departamento, me ha escrito diciéndome que, el pasado miércoles 21 de octubre, a las 10 de la mañana, divisaron en el cielo de la Ciudad Universitaria un punto brillante que se acercaba hacia nuestra Facultad de Bellas Artes.

Palacio de la MoncloaEnseguida pudieron ver que se trataba del mismo globo aerostático, que hace varios días enviamos desde Matruchhaya. Avanzaba despacio, dejándose ver, no muy alto, lo suficiente para qué los edificios no supusieran un obstáculo. Mi compañera dice que se sorprendieron al comprobar que perdía altura en el momento en que se adentraba en los terrenos del Palacio de la Moncloa. De hecho, pasó a pocos metros de una de las garitas que vigilan su perímetro; entonces ralentizó su avance, y con mucha chulería hizo una rotación completa, para que desde abajo pudieran contemplar su belleza, el esplendor de sus colores, iluminados por la llama interna. A pesar del largo viaje, el globo se mostraba hinchado e intacto; parecía muy seguro de sí mismo, se contorneaba y pavoneaba con cierta arrogancia provocadora, como si en ese momento no le importará el hecho de que aún le quedara la mitad del camino por recorrer.

Entonces se oyó una estridente alarma antiaérea, y de inmediato el globo ganó altura, y se alejó rápidamente de allí, en dirección oeste. Puede que ahora esté sobrevolando el Océano Atlántico, rumbo a Sinincay. Espero que no cometa ninguna imprudencia más, y que su vanidad no le vuelva a hacer pasar por una situación de peligro, y llegue a su destino sin nuevos contratiempos.

Publicado el 23 de octubre de 2009 a las 08:15.

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Una mancha

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La contera de mi muleta izquierda todavía conserva una mancha de pintura de color azafrán que, en septiembre del año pasado, algún niño o niña de Bal Mandir, involuntariamente me hizo con su brocha, mientras pintábamos una de las paredes exteriores del orfanato. Tiempo he tenido de quitarla, pero no he querido, porque esa nota cromática tenía la extraña capacidad de evocarme un sinfín de vivencias que no quería olvidar, aunque no todas eran agradables. Cada vez que la miraba, me venían a la memoria imágenes, sonidos y olores de nuestra última experiencia en el hospicio de Kathmandu, y ese recuerdo dibujaba en mi rostro una bobalicona sonrisa, que probablemente a más de uno habrá inquietado al observarme.

Creo que tampoco a los niños y niñas de Bal Mandir les preocupan mucho esas máculas producidas por el trabajo; algo que, en cualquier otro lugar provocaría el enfado de sus progenitores y una buena regañina. Aunque intentamos siempre que sus envejecidas ropas no se manchen, este tipo de accidentes resultan inevitables. Por otro lado, sus cuidadoras parecen indiferentes a esas pequeñeces. Tendrán cosas más importantes por las que preocuparse. Ojalá también a los menores de Bal Mandir, como me ocurre a mí, esos pequeños rastros de la actividad pictórica les hagan rememorar el tiempo excepcional que pasamos juntos en sus vacaciones. Y si duran hasta el siguiente Dashain, mejor todavía, porque podrían ayudar a mantener viva la ilusión del reencuentro.

Publicado el 14 de septiembre de 2009 a las 10:15.

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Reencuentro con Bal Mandir

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El martes, 8 de septiembre, después de un larguísimo viaje, llegamos a Kathmandu; pero hasta hoy no hemos podido reencontrarnos con nuestros niños y niñas de Bal Mandir. Ha sido un día especialmente intenso y lleno de emociones. Nos ha gustado comprobar que todos se alegraban mucho de nuestro regreso. Este año hemos venido desde España un grupo de diez personas, pero se nos sumarán varios alumnos de Bellas Artes de Kathmandu, y recibiremos también la ayuda de algunas niñas ex Bal Mandir como Sunita y Kalpana, de modo que nuestro grupo de trabajo puede ser de unas quince personas. En esta nueva edición de "Color en Bal Mandir" hay algunas novedades.

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Publicado el 10 de septiembre de 2009 a las 11:30.

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Cuatro hermanos

Archivado en: sinincay, orfanatos, ecuador, cooperación, desarrollo

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Nelly, Joseline, Ricardo y Jakeline son cuatro hermanos que participan en nuestras actividades, en el primer grupo de la tarde, el que llamamos de los corazones. Tienen 12, 11, 6 y 4 años de edad respectivamente. Los cuatro son muy educados, cariñosos y participativos. Las dos mayores, Nelly y Joseline, están siempre muy pendientes de sus dos hermanos pequeños. Viven en Sinincay con su madre, a unos diez minutos caminando desde el convento donde trabajamos y nos alojamos. Hace cuatro años que no ven a su padre, porque emigró a Nueva York, poco tiempo después de nacer la más pequeña, Jakeline. Desde allí envía periódicamente dinero, y con eso viven. La madre antes vendía material escolar y chucherías para los niños, pero hace tiempo que lo dejó, y ahora simplemente se ocupa de los hijos, de una pequeña huerta y de las labores domésticas; aunque Nelly y Joseline dicen que llevan días haciendo tareas de la casa y de la huerta, porque su madre está enferma.

No fue fácil, ni barato, para el padre de estos niños llegar a los Estados Unidos. Nunca lo es. Hubo dos intentos frustrados de cruzar la frontera de México con los Estados Unidos. En el primero, el grupo de emigrantes ilegales fue descubierto antes de llegar a territorio estadounidense, y tuvieron que pasar un tiempo en cárceles mexicanas. En la segunda tentativa, un accidente de tráfico costó la vida a todos los ilegales que viajaban hacinados y ocultos en el vehículo, excepto al papá de estos niños, que se salvó milagrosamente. Tuvo que ser a la tercera, cuando finalmente logró pasar la frontera y llegar a Nueva York. A continuación quedaba trabajar como un animal, y vivir con lo mínimo, para tratar de ahorrar todo lo posible, y pagar cuanto antes la deuda contraída con los "coyotes", los que organizan este tránsito ilegal de emigrantes. Por ese servicio, los "coyotes" vienen cobrando unos cinco mil dólares. Para satisfacer esa enorme cantidad de dinero, la mayoría han tenido que vender todas sus propiedades, incluso se han hipotecado, pidiendo dinero a los "chulqueros", prestamistas usureros que les cobran el doble de lo que les prestan.

Nelly y Joseline afirman que su padre ha pagado ya la deuda, y regresará en 2011, con dinero suficiente para montar un restaurante. Antes de marcharse hacia los Estados Unidos, al poco de nacer Jakeline, el papá grabó un video en el que aparece dando muestras de afecto a sus cuatro hijos, especialmente a la recién nacida, con la intención de que nunca olviden que tienen un padre que les quiere muchísimo. Dicen que hace sólo tres días que vieron este video por última vez.

Nelly, Joseline, Ricardo y Jakeline son muy afortunados, porque además el papá les llama por teléfono dos veces por semana. Otros niños, con sus papás en el extranjero, afirman que hace muchísimo tiempo que no hablan con ellos. Algunos de los hombres que emigraron, al cabo del tiempo, formaron una nueva familia en el país al que se dirigieron, y terminaron olvidando a su mujer y a sus hijos de aquí. Muchas familias de Sinincay han quedado rotas por este motivo.

Nelly dice que de mayor quiere ser abogada. Joseline quiere estudiar medicina, y dedicarse a curar personas. Ricardo sueña con ser astronauta, y la pequeña, Jakeline, quiere ser directora de una escuela. Las mayores son muy buenas estudiantes, y los pequeños seguro que también lo serán, porque todos parecen muy despiertos e inteligentes. Los cuatro están entusiasmados con las actividades que estamos realizando, especialmente con la pintura de las camisetas. Cuando les preguntamos qué es lo que más les gusta de esta experiencia, la pequeña, Jakeline, dice que jugar. Joseline, en cambio, afirma que lo que más le agrada es cómo les tratamos.

Nos sorprende que diga esto, porque nosotros simplemente, intentamos ser amables con todos ellos, aunque lo cierto es que estamos logrando una relación muy directa y cercana, quizás más que el año anterior. Cada día se muestran más abiertos y cariñosos, por lo que ya adivinamos que va a ser muy difícil la despedida. Nelli, Ricardo y Jakeline prefieren guardar en secreto el deseo que pedirán a Chimborazo, pero Joseline afirma abiertamente que va a pedir al volcán, que pueda regresar pronto su padre, si es posible antes del 2011, la fecha prometida.

 

Publicado el 22 de julio de 2009 a las 09:00.

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Para qué sirve el arte

Archivado en: sinincay, ecuador, orfanatos, cooperación

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Cada proyecto que llevamos a cabo, tiene una fase posterior que denominamos de "sensibilización". Siempre hemos considerado que, tan importante como la acción directa en los lugares en los que trabajamos, es la difusión que logramos dar a nuestra labor, porque ella puede garantizar la continuidad de nuestro trabajo, y nos permite marcarnos objetivos más ambiciosos.

Aunque nunca nos han puesto condiciones de ese tipo, pensamos que la financiación necesaria para cada uno de los proyectos, se consigue con más facilidad si logramos que lo que hacemos tenga cierta repercusión. Por otro lado, es una forma de rendir cuentas ante las instituciones o empresas que costean las acciones, ante nuestra Universidad, ante los numerosos amigos y amigas que nos apoyan y alientan, y ante la propia sociedad.

Además, mediante esa divulgación, podemos transmitir a muchísimas personas, la ilusión que nos mueve a hacer este tipo de actividades, al tiempo que damos a conocer la difícil situación de los niños y niñas con los que trabajamos, lo que nos permite conseguir ayudas para ellos, que van más allá de lo puramente artístico.

Por eso, en cada una de las acciones que llevamos a cabo, ya sea en Ecuador, Nepal o India, al tiempo que trabajamos con los niños y niñas, sacamos muchas fotografías, con las que luego organizamos exposiciones en distintos lugares de España. También filmamos en video la actividad que desarrollamos, con la intención de editar un documental en DVD. Para ello, intentamos contextualizar esas imágenes del proceso creativo, con escenas del entorno o de la vida cotidiana de nuestros menores. También grabamos testimonios de los propios niños o niñas, y alguna entrevista que ayude a entender su situación, y nuestra labor en esos lugares. Dentro de los equipos de trabajo que formamos cada año, siempre hay uno o dos responsables del documental.

En esta ocasión, los encargados de esa tarea son Paola y Manuel, alumnos de Bellas Artes que no tienen mucha experiencia en el ámbito del video, pero están poniendo tanto empeño, que yo creo que lograrán un buen resultado.

Precisamente, pensando en ese documental, el domingo pasado entrevistamos a nuestro amigo, el pintor Ricardo Montesinos, quien, ante la cámara, respondiendo a las preguntas que le iba haciendo Ana, explicó su singular visión del arte. Ricardo considera que hay artistas que trabajan directamente con la intención de vender lo que producen; otros hacen arte sin pensar en el mercado, y tienen la fortuna de vender lo que generan; pero él es de los que, en el proceso creativo, no obedecen más que a su propio dictado interno, sin pararse a considerar si lo que conciben tendrá o no aceptación, y generalmente sus cuadros no encuentran comprador; aunque eso poco importa.

Esa particular concepción de la creación artística, hace que Ricardo sea uno de los pintores más libres de nuestro tiempo; pero a la vez, le obliga a almacenar miles de cuadros de gran formato en una bodega, a la espera de que, tal vez algún día, alguien valore su obra. Y si ese día no llega, no importa, porque él pinta para sí mismo, no para los demás. Él reconoce sin pudor, que esto es posible gracias al amor de su mujer, Diana, quien tiene una fe ciega en él, y en todo lo que hace, y desde el primer momento ha apoyado su labor con su propia fortuna personal.

-Ella, desde su desconocimiento de cuestiones estéticas, me ha entregado todo, y me ha dado esa libertad. Si yo no tuviera a mi esposa, no habría pintado ningún cuadro. Ella ha hecho posible mi pintura, por amor hacia mi persona -afirma Ricardo sin rubor.
Nuestro amigo dice que aquellos que pintan para vender, generalmente tienden a complacer al cliente, ofreciendo una visión amable del mundo que les rodea. Él no puede, porque considera que la felicidad no existe. Es mentira. Ricardo piensa que el mundo se sustenta en el dolor, el sufrimiento, la muerte, la tristeza, la injusticia, el odio, la vejez o la enfermedad.
-Creo que no he sido feliz ni un solo día de mi vida -dice Ricardo con rotundidad.
Nos sorprende que, a pesar de la contundencia de sus afirmaciones, Ricardo sea una de las personas que más fe tiene en nuestro trabajo.

                  
-Lo que hacen con los niños es muy valioso. Yo me quedé loco al ver el amor de los niños hacia ustedes. Esto que están haciendo es tan bueno, que ustedes mismos no se dan cuenta del valor que tiene. Los menores con los que trabajan son pobres, provienen de familias muy humildes, y el rato que están con ustedes, son millonarios -afirma Ricardo mirándonos a los ojos.
-El apasionado ve confuso, pero yo estoy contemplando lo que ustedes hacen desde fuera, y me di cuenta de lo que probablemente no son conscientes los niños, ni ustedes: de que están repartiendo entre los menores de Sinincay ilusión, fantasía, amistad y magia. Y eso para ellos está siendo tan importante como el agua o el alimento. Por eso, estoy haciendo esfuerzos para que ustedes vuelvan, para que no dejen esto -añade nuestro amigo con expresión seria.

Y la verdad es que, tanto él como Diana, están poniendo todo su empeño en que esto salga bien. Nosotros no terminamos de comprender cómo pueden convivir en una sola persona, tanta dureza y tanta ternura al tiempo.

 

 

 

Publicado el 20 de julio de 2009 a las 11:30.

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Una simple manzana

Archivado en: Sinincay, cumpleaños

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Hay personas que se deprimen al cumplir años. A mí es algo que normalmente me deja indiferente, aunque lo cierto es que ayer, el día en que cumplía 46 años, me sentí decaído. Sabía que no había motivos para el desánimo; además, nada más despertarme recibí la felicitación de mi mujer, y poco después la de Ana, Samuel, Paola y Manuel, el grupo de universitarios que trabaja con nosotros en SonrisasSinincay. Más tarde, también los niños y niñas que participan en nuestras actividades me felicitaron; pese a lo cual, ayer estaba triste, y más de una vez, a lo largo de la mañana, me pregunté qué demonios hacía aquí, a miles de kilómetros de mi casa.

A medio día, después de la comida, hicimos una visita rápida a los sombrereros Roberto y María Teresa, un matrimonio muy mayor, que recuerda el tiempo en que, en casi todas las casas de la Parroquia, se tejían sombreros de paja toquilla. Dicen que Sinincay prácticamente abastecía de sombreros a toda Cuenca, pero el proceso era tan puramente artesanal, que pronto tuvieron que sufrir la competencia de algunas fábricas que se crearon en la ciudad, introduciendo sistemas que mecanizaban el trabajo, y por consiguiente, abarataban sustancialmente la producción.

Actualmente, en Sinincay sólo quedan unos cuantos artesanos, mayores, como Roberto y María Teresa que, por pura inercia, mantienen viva la tradición. En el momento en que comenzó a menguar la demanda de sombreros manufacturados, debieron de pensar que eran demasiado mayores para iniciarse Sonrisasen un nuevo oficio, y en lugar de eso, aprendieron a sobrevivir con muy poco. Pero la generación posterior a Roberto y María Teresa, que no tienen hijos, comprendió que era necesario emigrar, o encontrar otras actividades productivas que permitieran el sustento. En muchos casos, la elaboración de ladrillos de arcilla suplantó aquella otra actividad, cuando ya resultaba muy poco rentable.

Tuvieron que llevarme hasta la casa de Roberto y María Teresa en mi silla de ruedas, porque me encontraba con poca energía para andar, y el camino que conducía hasta su casa era cuesta arriba. En algunos tramos, Aurora, Paola y Ana, necesitaron unir sus fuerzas, de tan empinado como estaba el camino. Samuel y Manuel se habían quedado descansando en el convento. Los vecinos de Sinincay nos contemplaban asombrados. Parecía que nunca habían visto una silla de ruedas, o tal vez les llamaba la atención el séquito que me acompañaba. A mí, que no me gusta llamar la atención, aquella situación me incomodaba. Después de unos días en los que me había sentido con energía renovada, nuevamente volvía a verme débil y, aunque ya estoy acostumbrado a este tipo de altibajos, eso contribuía a mi desmoralización. Además, mentalmente establecí un paralelismo entre la decadencia de los sombrereros y mi declive físico.

Desde luego, esa visita no sirvió para infundirme ánimo, todo lo contrario. Pensé que con Roberto y María Teresa, no sólo desaparecerá un oficio, y un modo de relacionarse con el entorno, sino que también se perderán infinidad de palabras, extrañas para mis oídos, inherentes al oficio de los Sonrisassombrereros. Azocar, aplicar el sahumerio, hormar, macetear o acoplar el tafilete, son sólo algunas de las acciones y expresiones en proceso de extinción. Roberto y María Teresa no se mostraron especialmente amables, ni contentos con nuestra visita, respondieron con cierta desgana a nuestras preguntas, y miraron con recelo a la cámara fotográfica. Comprendí su enojo hacia el visitante que observa y fotografía desde la distancia, sin entender, ni sentirse concernido por lo que tiene delante. No hicimos ninguna fotografía, ya teníamos algunas de una exploración anterior, y finalizamos pronto nuestra visita, porque teníamos la impresión de haber entrado en un funeral al que no habíamos sido invitados.

Desde hace unos ocho años, cada lunes Aurora me inyecta una medicación llamada "interferón", que mi neurólogo me prescribe para tratar de detener el avance de la esclerosis múltiple. Esto hace que los lunes esté especialmente carente de energía física, y a menudo, la falta de vitalidad se une al decaimiento. Tras la visita a Roberto y María Teresa estuve descansando en mi habitación. Salí al patio en el momento en que los niños y niñas del primer grupo de la tarde se despedían con besos y abrazos de Aurora, Ana, Samuel, Paola y Manuel. Me gusta ver esas muestras de cariño entre los voluntarios y Sonrisaslos menores con los que trabajamos. A mí también me dieron algún beso las niñas, y los niños me dieron la mano, al tiempo que me felicitaban. Imagino que mis compañeros de grupo les habían dicho que cumplía años.

Uno de los niños llevaba en las manos una naranja y una manzana, que seguramente constituían su merienda, y me ofreció la manzana. Al ver mi expresión de extrañeza, me dijo que ese era su regalo de cumpleaños. Mire la pequeña manzana, y la cara sonriente del muchacho que me la obsequiaba, y le dije que me sentiría más feliz si se la comiera él. No quería ser descortés, pero tampoco deseaba privar de la mitad de su merienda a uno de nuestros niños. Creo que lo entendió, porque sin dejar de sonreír me volvió a desear "cumpleaños feliz", y se marchó. Aquel sencillo gesto me conmovió, y tuvo la virtud de disipar la melancolía que, como un nubarrón, me estaba ensombreciendo el ánimo, y en un instante me sacó de ese ensimismamiento absurdo en que llevaba sumido todo el día.

Sinincay 14 de julio de 2009
José Luis Gutiérrez

 

Publicado el 17 de julio de 2009 a las 10:30.

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Carrizo

Archivado en: sinincay, chimborazo, ecuador, orfanato

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Cada vez que veo mi rostro reflejado en el espejo del cuarto de baño, me sorprendo. No me reconozco. La última vez que me afeité fue el 30 de junio, antes de salir de casa. Llevo años rasurándome la barba diariamente, y no tenía previsto dejar de hacerlo aquí, pero cuando recogimos nuestro equipaje, tras la llegada a Ecuador, comprobamos que nos faltaba una maleta, justamente la que contenía mi maquinilla eléctrica de afeitar. Pensando que la maleta perdida llegaría muy pronto, fui dejando crecer la barba, hasta llegar a tener el actual aspecto de fugitivo.

Hubiera podido utilizar una de esas maquinillas desechables que se encuentran fácilmente en cualquier comercio, pero mi torpeza con las manos me hizo desistir, y decidí esperar a que llegara el equipaje extraviado. Ayer mismo nos comunicaron que la maleta, por fin, había aparecido. Se había quedado en Madrid. El empleado de la compañía aérea, con quien Aurora ha hablado diariamente desde que llegamos a Ecuador, para tratar de averiguar el paradero de la valija, nos dijo que probablemente este fin de semana podríamos recogerla en el aeropuerto de Cuenca. Si no surgen nuevos contratiempos, la próxima semana el espejo de mi cuarto de baño volverá a mostrarme el mismo rostro absorto que desde hace años me observa cada mañana mientras me afeito.

Afortunadamente, éste ha sido el único infortunio, todo lo demás está saliendo bien, mejor incluso de lo que habíamos imaginado. Ya hemos empezado a construir el "volcán enfadado". El primer día, Manuel contó cuatro veces el cuento que había creado sobre el Chimborazo, una por cada uno de los grupos que tenemos. No lo leyó, sino que lo relató teatralizadamente, sin obviar ninguno de los detalles, y gesticulando mucho. Nosotros cinco le acompañamos con exclamaciones, alguna que otra pregunta, y haciendo todo tipo de sonidos ilustrativos de cada escena descrita. Incluso, en un pasaje determinado del cuento, cantamos a coro con Manuel:

Chimborazo cálmate,
que la tierra se inundó.
¿Por qué éstas están enfadado?
¿Qué te pasa? Dínoslo.

Los niños y niñas, que acudían a nuestro taller por primera vez, muchos de los cuales no nos conocían del año pasado, nos contemplaban atónitos, con los ojos abiertos como platos. No debían de estar acostumbrados a ver adultos haciendo el tonto de manera tan desvergonzada; pero pensamos que era el mejor modo de romper el hielo, y efectivamente, a partir de ese momento, el ambiente con los menores ha sido muy distendido.

Después, les explicamos que pretendíamos construir un gigantesco "volcán enfadado", utilizando cañas, cuerda, cartón, papel de periódico y cola; con la intención de colorearlo cuando estuviera totalmente terminado, introducir los deseos de cada menor en el cráter del volcán, y finalmente prenderle fuego en una fiesta de despedida.

Antes de que regresarán a casa, les pedimos que cada uno de ellos tratará de traer una caña, que aquí llaman carrizo, lo más larga posible. Tremendamente obedientes y cumplidores con todo lo que les hemos ido encargando, al día siguiente, cada uno de los menores se presentó con un largo carrizo. Pronto empezamos a construir el armazón del volcán. Ahora ya está terminado, y en las próximas jornadas empezaremos a recubrir la estructura con cartón, y luego forraremos todo el volumen con papel de periódico y cola, para finalmente pintarlo.

Lo que menos nos está gustando de esta experiencia es tener que decir no cada día a menores que no paran de llegar, la mayoría con sus madres, para pedirnos que les dejemos participar en estas actividades. Todos tienen aspecto muy humilde. Algunas de las madres, vestidas con las ropas propias de los campesinos de los Andes, llevaban atado a sus espaldas, con una especie de mantilla, un bebé. Lamentablemente no podemos trabajar con más de 30 menores por grupo. No hay suficiente espacio en la pequeña aula taller que utilizamos, y tampoco podríamos atender en buenas condiciones a mayor número de niños y niñas. Nos duele mucho, pero una y otra vez tenemos que decir que ya es demasiado tarde, que los grupos están llenos. No podemos hacer otra cosa.

 

Publicado el 13 de julio de 2009 a las 16:30.

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Bomberos

Archivado en: bomberos, sinincay, ecuador, orfanatos

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En todos nuestros proyectos, resultan de gran ayuda los amigos que vamos haciendo en los lugares en donde se desarrollan las actividades con los niños. En ese sentido, en Ecuador hemos tenido la gran fortuna de entablar amistad con distintas personas que, desde el primer momento, se han interesado por nuestro trabajo, y nos han ayudado con una generosidad, entrega y entusiasmo, fuera de lo común.

Dolores, Carlos, Fernando, Handel, Lizi y Rolando, se implicaron decididamente en nuestro primer proyecto en Ecuador, el que llevamos a cabo en 2007, asumiéndolo como suyo, y poniendo tanto empeño en que todo saliera bien, como cualquiera de nosotros, con la diferencia y que ellos, al ser de aquí, podían gestionar y solucionar problemas que nosotros no hubiéramos sido capaces de resolver. Por otro lado, como todos ellos tienen vinculación estrecha con el mundo del arte y la cultura, sus aportaciones resultaron especialmente enriquecedoras.

En Cuenca, además de la ayuda de las Hermanas Mercenarias, en cuyo convento de Sinincay nos alojamos y trabajamos, tenemos el apoyo incondicional de nuestros amigos Ricardo y Diana.

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Publicado el 10 de julio de 2009 a las 10:15.

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José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz

José Luis Gutiérrez Muñoz (Madrid, 1963), pofesor Titular y Director del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Grupo de Investigación UCM "Arte al servicio de la sociedad". Responsable de diversos proyectos de cooperación al desarrollo que desde 2004 vienen llevándose a cabo en orfanatos de India, Nepal y Ecuador.

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