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Una profesora de mi propio departamento, me ha escrito diciéndome que, el pasado miércoles 21 de octubre, a las 10 de la mañana, divisaron en el cielo de la Ciudad Universitaria un punto brillante que se acercaba hacia nuestra Facultad de Bellas Artes.
Enseguida pudieron ver que se trataba del mismo globo aerostático, que hace varios días enviamos desde Matruchhaya. Avanzaba despacio, dejándose ver, no muy alto, lo suficiente para qué los edificios no supusieran un obstáculo. Mi compañera dice que se sorprendieron al comprobar que perdía altura en el momento en que se adentraba en los terrenos del Palacio de la Moncloa. De hecho, pasó a pocos metros de una de las garitas que vigilan su perímetro; entonces ralentizó su avance, y con mucha chulería hizo una rotación completa, para que desde abajo pudieran contemplar su belleza, el esplendor de sus colores, iluminados por la llama interna. A pesar del largo viaje, el globo se mostraba hinchado e intacto; parecía muy seguro de sí mismo, se contorneaba y pavoneaba con cierta arrogancia provocadora, como si en ese momento no le importará el hecho de que aún le quedara la mitad del camino por recorrer.
Entonces se oyó una estridente alarma antiaérea, y de inmediato el globo ganó altura, y se alejó rápidamente de allí, en dirección oeste. Puede que ahora esté sobrevolando el Océano Atlántico, rumbo a Sinincay. Espero que no cometa ninguna imprudencia más, y que su vanidad no le vuelva a hacer pasar por una situación de peligro, y llegue a su destino sin nuevos contratiempos.
Publicado el 23 de octubre de 2009 a las 08:15.