El 4 de marzo de 2009 nuestro Departamento de Escultura decidió abrir las puertas de su "Taller de Técnicas de la Escultura" a dos jóvenes artistas muy singulares, a pesar de que ninguno de ellos era universitario. Así pues, hace ya más de un año que Rubén y Luisma, desahuciados del sistema educativo convencional, por la barrera comunicativa que impone su autismo, comparten espacio creativo con nuestros alumnos reglados, y de algún modo también ellos ahora son universitarios.
Al principio no sabíamos cómo comportarnos con ellos. Fueron Lola y Luis, sus acompañantes de "Debajo del sombrero", quienes nos dijeron que debíamos hacerlo con absoluta naturalidad. No anunciamos su presencia en el taller, simplemente dejamos que cada profesor explicara a sus alumnos, cuando éstos le preguntaran, que Rubén y Luisma suponían una buena oportunidad para aprender de su modo sincero, espontáneo y desinhibido de abordar la creación artística, además de una ocasión para descubrir una vía de utilidad social para la actividad creadora, ya que en esas personas, la expresión plástica es capaz de eludir el muro de aislamiento e incomunicación que a menudo les produce el autismo.
Durante el segundo cuatrimestre del anterior curso, el profesor Antonio Florentino tenía a sus alumnos de 1º de Grado en el área del taller en el que empezaron a trabajar Rubén y Luisma. Antonio iba corrigiendo individualmente a cada uno de sus alumnos, junto al propio banco de trabajo, ofreciéndoles detalladas explicaciones, e incluso cogiendo él mismo la herramienta para mostrar al alumno de modo directo el procedimiento idóneo de trabajo. Me sorprendió la primera vez que observé a mi compañero, que al llegar al banco de trabajo de Rubén, y posteriormente de Luisma, no hizo ningún tipo de distinción, y les corrigió el trabajo que estaban realizando, con todo tipo de explicaciones, como si se tratara de dos alumnos más. Me pareció magnífico, y entendí que ese era el modo en que debíamos tratarles. En adelante, cada vez que Antonio llegaba al puesto de trabajo de Rubén o Luisma, éstos dejaban de trabajar y escuchaban atentamente todo lo que les decía, aunque luego, como es natural, hacían lo que su propio impulso creativo interno les dictaba.
Daba gusto ver trabajar a estos dos muchachos grandullones que se concentraban en su obra de tal manera, que parecía no importarles nada más. Poco después, con permiso de nuestro Consejo de Departamento, incorporamos a Antonio, otro gigantón, en esta ocasión con Síndrome Asperger, un trastorno mental que se engloba dentro del espectro autista. Excluido también del sendero oficial de los estudios, Antonio conservaba intacta una insaciable curiosidad, y un apremiante deseo de experimentar en el campo de la expresión escultórica.
Luisma y Rubén tenían pocas habilidades comunicativas a través del lenguaje verbal, especialmente el primero, en cambio, Antonio parecía un profesor impartiendo docencia cuando la conversación entraba en alguno de sus temas de interés. A diferencia de Luisma y Rubén, a Antonio le gustaba pasear por el taller y observar el trabajo de los estudiantes. Recuerdo que un día yo estaba corrigiendo a una alumna mía llamada Candela, que había realizado un avestruz, de tamaño natural, con todo tipo de retales de hierro y objetos encontrados, como cucharas y tenedores. Antonio se acercó a nosotros, sin dejar de contemplar la gigantesca ave, y dijo:
-¿Me permitís que os dé mi opinión?
-Por supuesto -contesté yo, al tiempo que hacía las presentaciones formales.
-Candela, yo creo que estás eludiendo el elemento más expresivo del avestruz -dijo Antonio con autoridad propia de un catedrático.
-¿Qué consideras que está eludiendo Candela? -pregunté yo sin disimular mi perplejidad.
-Las pestañas -respondió Antonio con cara de no comprender que ninguno de nosotros nos hubiéramos dado cuenta de esa imperdonable omisión.
El jueves siguiente, nada más llegar al taller, Antonio se dirigió a la zona donde se trabaja el hierro, y comprobó lleno de satisfacción que Candela había añadido unas enormes pestañas de hierro a su avestruz.
Hace pocos meses, el Departamento de Escultura decidió sumar a este grupo a Belén, otra joven con algún tipo de déficit comunicativo o intelectual, pero con una tremenda inquietud creativa, y un riquísimo universo interior que parece explorar a través de sus propias invenciones artísticas.
Desde que estos artistas acuden cada jueves a nuestro Taller, hemos recibido la visita de varios periodistas que se interesan por su trabajo. El jueves 20 de mayo Teresa Isasi, una prestigiosa fotógrafa, estuvo tomando algunas imágenes de nuestros artistas invitados.
Publicado el 28 de mayo de 2010 a las 08:30.