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Hoy es el día de Año Nuevo en el calendario hindú. Ayer se celebró el Diwali, la festividad religiosa más importante de la India, también llamada "fiesta de la luz", en la que se conmemora el triunfo del bien sobre el mal. Hinduistas, budistas, jainistas y sijs, evocan la victoria del dios Krishna, a través de su príncipe Ram, sobre el demonio Ravana, que mantuvo secuestradas durante catorce años a dieciséis mil doncellas en la isla de Sri Lanka. Dice la leyenda que los ciudadanos de India iluminaron el camino de vuelta a casa del príncipe Ram con infinidad de lamparillas de aceite, por eso el día del Diwali las casas se llenan de velas, y luces de colores. Además, para festejar esa victoria, se tiran infinidad de petardos durante toda la noche, incluso durante los días anteriores y posteriores al Diwali. En muchos aspectos, esta celebración se parece a nuestra Navidad: las casas se engalanan, se visita a familiares y amigos, se intercambian regalos, se estrenan ropas nuevas y se preparan comidas exquisitas.
Barack Obama, que inicia hoy en Calcuta su primera visita oficial a este país, ya ha felicitado el Diwali a todos los indios.
Millones de personas lanzan al cielo infinidad de cohetes y petardos, cada año más, porque el crecimiento económico de este país también repercute en esto. El gobierno indio ha pedido a los ciudadanos moderación con la pólvora, por el peligro que entraña, y porque se dispara la contaminación, ya de por sí elevada, pero a juzgar por las continuas explosiones, de noche y de día, que anoche alcanzaron su apoteosis, aquí nadie escucha este tipo de recomendaciones. Lo curioso es que hasta musulmanes y cristianos se suman a esta fiesta, aportando su dosis de ruido y humo. Claro que, hay quien ve en esto un signo de hermandad, aunque sólo sea por un día, entre religiones opuestas y muy a menudo enfrentadas.
En los ríos sagrados de la India se lanzan barcos de papel o lamparillas encendidas, y se cree que cuanto más lejos lleguen, mayor será la suerte y la prosperidad durante el año que empieza. Basándonos en esta tradición, nosotros hemos querido enviar también una nave con luz, no un barquito de papel, sino un globo de luz. Con los niños y niñas de Matruchhaya, que ya son expertos en este arte, fabricamos catorce globos de papel, con la intención de lanzarlos al cielo por la noche, y aportar un poco de serena belleza en medio de esta locura pirotécnica, pero los dioses que gobiernan esta parte del mundo, poco partidarios de novedades, favorecieron con la climatología el humo y el petardeo, y al levantar un poco de aire hicieron imposible el vuelo de nuestras silenciosas naves.
Mejor así, porque de lo contrario, nos hubiéramos sentido atacados por miles de baterías antiaéreas dispuestas a derribar nuestras pacíficas y majestuosas lámparas voladoras.
José Luis Gutiérrez
Matruchhaya, 6 de noviembre de 2010
Publicado el 30 de noviembre de 2010 a las 10:00.