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Nadiad, 31 de octubre de 2008
Cuando paseamos por los alrededores de Nadiad, lo miramos todo sorprendidos; también ellos nos observan como si fuéramos extraterrestres. Por aquí no debe de pasar ni un solo turista, y la única visita extranjera que reciben en todo el año debe de ser la nuestra. Los ojos azules de Nacho o de Fátima les sorprenden; también el pelo de Ana o de la propia Fátima les maravilla. Son amables miradas de asombro recíproco. Por ejemplo, jamás imaginamos que alguien pudiera dedicarse a recoger excrementos de vaca, para venderlos. A menos de cincuenta metros del orfanato hay una señora que colecciona boñigas. Las recoge de los alrededores, las amasa, las da forma de torta, las pone a secar al sol, y luego las vende como combustible para cocinar. Algunas veces la he visto pasar con una pila de tortas secas sobre la cabeza, supongo que para venderlas.
También resulta llamativa la cantidad de basura que hay en el entorno del orfanato. No obstante, desde hace unos años, hay unos grandes contendores metálicos, cuya finalidad es que no se arrojen los desperdicios diseminadamente por cualquier lugar. La verdad es que nunca he visto retirarlos o vaciarlos, a lo sumo, cuando están llenos, alguien los prende fuego. Generalmente son punto de atracción de vacas, perros y ratas; aunque también he visto a mayores y niños hurgando dentro de ellos. Da la sensación de que han sido diseñados para ser utilizados de este modo. El humo que sale de ellos, cuando les prenden fuego, junto con el polvo de los caminos de tierra, hace que, a menudo, la atmósfera de los alrededores de Matruchhaya sea irrespirable.
Es sorprendente lo que se puede encontrar en la basura.
Ravi acaba de cumplir seis años. Nació con un defecto congénito, que se denomina "labio leporino". La madre, al ver a su bebé con el labio superior hendido, con la forma en la que normalmente lo tienen las liebres, debió de asustarse. Seguramente no había visto nada parecido en toda su vida. Tal vez pensó que aquello era un castigo de los dioses, o que quizás esa criatura, con ese raro defecto, recibía dicha tara por los pecados cometidos en su vida anterior; o que posiblemente, por alguna extraña razón que sólo los dioses conocerían, su reencarnación no se había terminado de definir por completo, y se había quedado a medio camino entre liebre y hombre. Imposible saber lo que pasaría por la cabeza de la madre que parió a aquel desdichado, pero lo cierto es que en su profunda ignorancia, presa de un miedo inefable, arrojó a su recién nacido sobre un montón de basura.
No se sabe cuánto tiempo permaneció Ravi sobre aquel cúmulo de desperdicios, pero fue tiempo suficiente para que un grupo de ratas se percatara de su presencia, y con la tranquilidad que da el no sentirse hostigadas, empezaron a alimentarse con la cara del bebé, probablemente la única parte que tenía al descubierto. El llanto impotente y desconsolado del abandonado, alarmó a un hombre que transitaba por el lugar, tal vez buscando alimento entre las basuras, en competencia con las ratas. Aunque, en principio creyó que se trataba del lastimero gemido de algún cachorro de perro, se acercó al lugar de donde provenía el lamento, y comprobó horrorizado el macabro destrozo que estaban realizando las ratas en el rostro del recién nacido. Su presencia no las intimidó, tan suculento y extravagante debía de ser el bocado, que tuvo echarlas a patadas. Entre otras atrocidades, las ratas habían dejado sin párpados al bebé, y posiblemente le habían destrozado los ojos.
El hombre le llevó al hospital más cercano, donde le hicieron las primeras curas. Los doctores comprendieron que, incluso aunque el bebé lograra sobrevivir a las heridas producidas por las ratas, y a la consiguiente infección, sus problemas no terminarían ahí, de hecho ya podían dar por segura su ceguera. Además del daño producido por las roedoras; posiblemente, lo menos importante del "labio leporino" sea precisamente la forma del labio superior. Ravi tenía problemas internos en la estructura ósea del cráneo. Alguno de los médicos, consciente de la trascendencia de las lesiones del niño, contactó con las Hermanas que regentan Matruchhaya quienes, sin dudarlo, decidieron hacerse cargo de él.
Conocí la historia de Ravi, y vi sus primeras fotografías en Madrid, en una reunión que había convocado la Hermana María, la anterior directora de Matruchhaya, para tratar de recaudar fondos para operar al niño. Me impresionaron aquellas primeras imágenes que la monja mostró escondidamente, tratando de que ningún menor las viera, porque pensaría que tales imágenes, difíciles de asimilar para un adulto, podrían ser traumáticas para un menor. Poco después viajé a Matruchhaya, por primera vez con mis alumnos, y vi en persona a Ravi. Me dicen que se ha sometido ya a cuatro operaciones, y que aun tendrá que pasar por el quirófano dos veces más.
Ravi permanece en la habitación de los bebés de entre uno y tres años. La hija del Gobernador de Illinois ha sido compañera suya de cuarto. Hace menos de dos años el Gobernador de ese importante Estado de América, vino al orfanato con su mujer, y con todo un séquito de sirvientes y guardaespaldas, para llevarse en adopción a una de las niñas de Matruchhaya. Organizaron una fiesta por todo lo grande para los niños de Matruchhaya, incluido Ravi, y se marcharon en sus impresionantes coches blindados. Aquella niña que tendría poco más de un año, en un día pasó de ser una pobre abandonada, a ser la hija de una de las personas más poderosas del planeta.
Claro que Ravi jamás correrá esa suerte. El seguirá en Matruchhaya por tiempo indefinido, aunque se haga adulto; y si alguna vez las autoridades responsables de los orfanatos, obligan a sacarlo de Matruchhaya por su edad, seguro que las monjas le buscarán acomodo en algún otro centro de su congregación, donde estará bien cuidado y atendido.
Publicado el 31 de octubre de 2008 a las 17:30.