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El domingo 16 de agosto, a las cinco de la tarde, Aurora recibió una llamada en su móvil, que le despertó de la siesta con enorme sobresalto. Por el auricular del teléfono Aurora escuchaba a nuestra hija Chandrika, cuyo llanto no le permitía articular palabra. En unos angustiosos segundos, por la imaginación de mi mujer pasaron varias posibilidades, todas ellas alarmantes, hasta que por fin Chandrika pudo pronunciar, entre sollozos, "el papá Raman ha muerto".
Una mujer, también llamada Chandrika, acababa de comunicarle, desde la India , que su padre biológico había fallecido. Nuestras hijas recuerdan haber estado en casa de esa vecina de su padre en numerosas ocasiones, cuando siendo niñas, el papá Raman las recogía del orfanato, o del internado, y las llevaba a casa para pasar unos días con ellas. La señora explicó a nuestra hija, que ella misma había llevado a su vecino hasta un hospital de Ahmedabad, al comprobar que sus dificultades respiratorias se agravaban, y allí mismo había sufrido un paro cardiaco y había fallecido.
Hace algo más de veinte años, el peluquero Raman vivía en una pequeña casa con su mujer y sus dos hijas, en un pueblo de la región india de Gujarat llamado Khadana, cuando su mujer, inesperadamente, les abandonó. Pronto comprobó que resultaba imposible continuar con su trabajo, y atender a sus hijas a la vez, por lo que se decidió a dejarlas al cuidado de unas monjas católicas que regentaban un pequeño hospital en Nadiad, una ciudad a unos 60 Km . de donde ellos vivían. Las monjas accedieron a quedarse con Chandrika y Roshní, que no tendrían más de uno y dos años de edad respectivamente.
Cuando se supo que las misioneras cuidaban de dos bebés, no tardaron en recibir otros menores en situación de desamparo; y al poco tiempo, aquello condujo a la creación de un orfanato, ahora llamado Matruchhaya, que en todos estos años ha dado muchas niñas y algunos niños en adopción, principalmente a España, pero también a Estados Unidos, Italia, y otros países desarrollados; y últimamente, cada vez más, a familias de la India.
El peluquero no se desentendió de sus hijas. Cuando les llegó la edad de ir al colegio, las monjas decidieron escolarizarlas en el internado católico de Amod, cerca de donde vivía el papá Raman, gracias a lo cual pudo visitarlas casi todos los domingos. Ellas sólo regresaban al orfanato en los periodos vacacionales, pero pronto comenzaron a echar en falta a algunas de sus amigas del hospicio, y de ese modo entendieron lo que significaba la palabra "adopción"; incluso coincidieron con alguna pareja española que acudió allí para recoger a la que, a partir de ese momento, sería su hija.
-¿Por qué otras niñas se van a España con papás nuevos y nosotras no? -preguntó un día Roshní a la hermana María.
-Porque vuestro papá se niega a firmar los papeles necesarios para que podáis salir -respondió la misionera española.
Cuando el peluquero Raman volvió a visitar a sus hijas, la mayor, que tendría ya unos diez años de edad, le dijo que Chandrika y ella deseaban abandonar el orfanato, e ir a España con unos padres nuevos, como hacían muchas otras de las niñas que allí vivían. El hombre no respondió, simplemente se quedó pensando en ese requerimiento que, hasta la fecha, le había venido siempre de boca de la hermana María, y en todas las ocasiones había rechazado, porque esas dos niñas eran su única familia. Pero, ahora era su hija mayor quien se lo pedía, y por primera vez empezó a considerar los argumentos que la monja había esgrimido en reiteradas ocasiones: que las niñas se hacían mayores y perdían posibilidades de encontrar padres adoptivos, que él no iba a poder hacerse cargo de ellas, y que las estaba privando de un futuro lleno de posibilidades.
El peluquero Raman comunicó a la hermana María que estaba dispuesto a firmar la renuncia a sus hijas, para que pudieran ser dadas en adopción. Una semana después, el 28 de diciembre de 1997, Aurora y yo visitamos el orfanato de Nadiad por primera vez. Nuestro expediente de adopción, que iniciamos varios años antes, por fin había llegado a un orfanato, y cuando nos pusimos en contacto con su directora, nos dijo que antes de asignamos un bebé, deseaba conocernos en persona, para lo cual, no quedaba más remedio que viajar hasta allí. Pasamos más de diez días alojados en el propio orfanato, conocimos a Roshní y Chandrika, ellas mismas unos pidieron que fuéramos sus padres, nos enamoramos de esas dos preciosas hermanas desde el primer momento, y decidimos que ya no deseábamos adoptar ningún bebé.
En abril de 1998 regresamos a India, para visitar a las que, cuando concluyese el proceso legal, serían nuestras hijas. En ese viaje conocimos al peluquero Raman. Cuando llegamos al orfanato, nos dirigimos directamente al internado de Amod, porque las monjas nos dijeron que a las niñas les faltaban un par de días para coger las vacaciones. Estábamos tan impacientes por verlas, que decidimos no esperar hasta ese momento. Fue un reencuentro muy emotivo. Nos sorprendió la familiaridad con que nos trataban, ya nos llamaban "papá" y "mamá". Pocos minutos después, las oímos decir "papá Raman", señalando a un hombre que se dirigía hacia nosotros. Enseguida comprendimos que sería su padre. Las niñas se acercaron a saludarle, pero nosotros permanecimos quietos, preguntándonos cómo sería su reacción, al saber que éramos la pareja que pronto le arrebataría a sus dos hijas. No me hubiera sorprendido una reacción violenta, de hecho, todas las niñas del internado nos observaban con morbosa curiosidad, esperando tal vez una escena de celos.
El peluquero se acercó hasta donde nosotros estábamos, y repentinamente le vimos caer de rodillas al suelo. En mi desconocimiento de las costumbres indias, pensé que tal vez había sufrido un desmayo, pero no, el papá Raman tocó mis pies con su mano derecha, y después se la llevó a su frente, un gesto que en la India es la máxima señal de respeto. A continuación hizo eso mismo con Aurora. Su rostro expresaba humildad y gratitud. Por culpa de nuestra ignorancia del gujarati, no pudimos intercambiar palabra alguna con aquel buen hombre, y verdaderamente lo lamenté, porque me hubiera gustado decirle que mi mujer y yo cuidaríamos de sus hijas como si realmente fueran nuestras, que jamás trataría de eclipsarle, y que, por el contrario, intentaría que Roshní y Chandrika se mantuvieran en contacto con él.
Mi mujer y yo vimos al papá Raman por última vez en junio de 1999, fecha en la que, por fin, concluyó nuestro largo proceso de adopción, acudimos a India para recoger a nuestras hijas, y antes de salir hacia España, nos reunimos con él para despedirnos. Nuestras hijas volvieron a verle en verano de 2006, cuando, ya mayores de edad, se aventuraron a regresar por su cuenta a la India , para trabajar como voluntarias en Matruchhaya.
No sé muy bien por qué escribo todo esto. Supongo que es un modo de rendir homenaje a un humilde peluquero que, hace ya más de diez años, nos dio una lección de amor.
Publicado el 26 de agosto de 2009 a las 12:00.