La recién llegada
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Nadiad, 5 de noviembre de 2008
El año pasado observé que Sweta entornaba los ojos para fijar su mirada cuando leía o veía la televisión. Se lo dije a las monjas, pero también se lo comenté a mis amigos Pilar y Jesús, los padres de Kinnari, la hermana biológica de Sweta. Antes de venir a la India, me pidieron que me ocupara personalmente de llevar a Sweta a hacerle una revisión oftalmológica, pues todo indicaba que podría necesitar gafas. Kinnari hace años que las utiliza. Me dijeron que ellos pagarían los gastos de la consulta, y de las gafas, en caso de que fueran necesarias.
Mis amigos siguen pensando en Sweta como un miembro más de su familia, a pesar de que no la conocen, y de que saben que por su edad ya resultará imposible adoptarla. El hecho de que sea la hermana biológica de su hija Kinnari, adoptada en Matruchhaya hace nueve años, para ellos es suficiente motivación para tratar de acogerla en su familia. Tendrán que esperar a que Sweta tenga dieciocho años (ahora tiene trece), y ofrecerle entonces la posibilidad de vivir con ellos en España.
Cuando hace días le expliqué a Sweta mi intención de hacer que le revisasen la vista, se apresuró a decirme que ella veía bien, que no necesitaba gafas. Pero sus amigas Sanguita y Doxa, que nos escuchaban, rápidamente dijeron que efectivamente forzaba la vista para leer o para ver la televisión. Sweta se enfadó con ellas, aunque le duró muy poco el enojo.
Ayer por la tarde, cuando estábamos recogiendo, porque ya oscurecía, Bijey, el responsable de los niños, me dijo que Sweta estaba preparada para acudir a la consulta del oftalmólogo. Montamos los tres en un rikshaw que nos llevó hacia el centro de Nadiad. Observé de reojo a Sweta, que viajaba a mi lado, y me pareció que estaba más asustada que enfadada. Subimos por unas escaleras estrechas a la primera planta de un edificio viejo, y nos hicieron esperar en una antesala. El lugar no me inspiró mucha confianza, pero cuando pasamos al cuarto del especialista, mi opinión cambió. Todo estaba limpio y ordenado, y tenía similares aparatos modernos que en cualquier consulta oftalmológica de España.
El doctor nos recibió muy amablemente. Preguntó algo a Sweta en gujarati, y ella respondió en voz tan baja que el médico tuvo que repetir la pregunta. Sweta siguió dando respuestas cortas y casi inaudibles. Le colocó la cabeza frente a una máquina, y observó con detenimiento ambos ojos. Luego le mostró letras del alfabeto gujarati, al principio muy grandes, luego progresivamente más pequeñas, y la niña fue diciendo la letra que correspondía. Finalizada la exploración, el médico afirmó que Sweta necesitaba tomar durante un mes unas vitaminas que recetó, y que sin duda, debía de utilizar gafas. Yo le pregunté si únicamente para leer, y él me respondió que ahora Sweta, sin gafas, tenía un veinte por ciento de visión, con gafas un cien por cien; luego debería quitarse las gafas únicamente para dormir. En un papel anotó las dioptrías, para el óptico: cuatro y media en cada ojo.
Fuimos a la farmacia a comprar las vitaminas, y desde allí fuimos a una óptica para que la niña pudiera probarse varios modelos y elegir. Escogió uno sencillo. Al salir de la óptica le dije que sentía que tuviese que utilizar gafas. Ella me dijo que no me preocupase, y sonrió.
Llegamos a Matruchhaya ya de noche, y al poco, sentimos alboroto en la puerta de entrada al orfanato. Bijey salió corriendo, y el guarda le entregó con mucho cuidado un pequeño bulto envuelto en tela blanca. Cuando pasó a nuestro lado, comprobamos que era un bebé recién nacido. Bijey tenía cara de preocupación, y pasó para adentro aprisa con el bebé en brazos, sin detenerse a mostrárnoslo, como hubiéramos deseado. Después nos explicó, que era una niña recién nacida. El motivo de su preocupación era que la niña había estado a punto de asfixiarse, pues la madre la dejó apresuradamente en el camino que pasa por delante de Matruchhaya, junto a la puerta exterior de acceso, y salió corriendo, para no ser identificada, en dirección al poblado de chavolas que hay junto al hospicio. Con los nervios y las prisas, no debió de darse cuenta de que el bebé quedó bocabajo, con su cara en contacto directo con la tierra del camino. Tenía la nariz y la boca cubierta de tierra y de polvo, de ahí la preocupación de Bijey.
Hemos visto a la niña esta mañana. También ha estado la policía para tomar nota del abandono. Las monjas calculan que tendrá siete días, y aparentemente está bien, aunque ya la han llevado al hospital para hacerle un chequeo completo. Pronto ocupará una cuna, en la habitación de los recién nacidos, y seguro que le espera un futuro prometedor, porque siendo tan pequeña, y sana, será muy fácil encontrar alguna pareja que quiera adoptarla.
Publicado el 5 de noviembre de 2008 a las 13:15.