Luisma y Rubén
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Pese a sus muchos problemas, el "Taller de Técnicas de la Escultura" de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, es un lugar mágico. Por él pasan más de quinientos alumnos a la semana, de todos los cursos, a diferentes horas, distintos días, con diversos profesores, en jornadas de mañana o de tarde.
Es un espacio que, de lunes a viernes, permanece abierto desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, y el alumno matriculado en alguna de las asignaturas vinculadas a él, además de sus horas de clase estipuladas, tiene libertad para prolongar su actividad escultórica, ya sin profesor, fuera de su horario lectivo, siempre que su labor creativa no interfiera en la de los alumnos que se encuentran en su horario de clase, cosa que no suele ocurrir, porque hay suficiente espacio para todos.
Un técnico por la mañana, y otro por la tarde, velan por el buen uso de las instalaciones, y apoyan a profesores y alumnos en la enorme variedad de tareas que allí se desarrollan. Aunque lo más frecuente es la talla en madera o piedra, y el trabajo en hierro, con forja y soldadura; también se utilizan otros materiales, y en ocasiones se funde bronce.
La riqueza de este singular sitio deriva de la diversidad de personas que en él trabajan, y de la consiguiente multiplicidad de planteamientos creativos. Allí se puede aprender tanto de la enseñanza de los profesores, como de la convivencia con otros alumnos con inquietudes y planteamientos artísticos muy diferentes. En cualquier caso, es indudable que es un lugar especial, cargado de energía creativa.
El pasado miércoles 4 de marzo, nuestro Consejo de Departamento decidió abrir las puertas de este taller a Luisma y a Rubén, dos jóvenes creadores de la edad de nuestros alumnos, para que, los jueves por la mañana, puedan trabajar en él como si fueran dos universitarios más, aunque no lo son.
La asociación "Debajo del sombrero", nos hizo partícipes del proyecto "Al matadero sin miedo", por el cual están desarrollando actividades creativas con personas con discapacidad intelectual, en el espacio cultural madrileño denominado "Matadero". Deseábamos ofrecer un nuevo escenario a estos dos jóvenes, que ya habían demostrado inclinación por el dibujo y la pintura, pero no habían tenido ocasión de experimentar con la escultura.
Acompañados por dos monitores de dicha asociación, más una especialista de su centro de día, Luisma y Rubén llegaron a nuestro taller el día siguiente por la mañana. Quisimos mostrarles sus distintos rincones, pero estaban nerviosos, posiblemente alterados por la novedad, y por la actividad que en ese momento llevaban a cabo unos cincuenta alumnos de primero, que hacían bocetos en porexpán, como estudio previo preparatorio de la talla en madera que el profesor les había propuesto como ejercicio.
El autismo de Luisma y Rubén limita su comunicación con los demás, pero a través de sus acompañantes nos hicieron saber que estaban deseando empezar a trabajar. Nada de visitas guiadas. Les asignamos un banco a cada uno, en la misma área en la que trabajaban nuestros alumnos de primero, les dimos un bloque de porexpán y varias herramientas para raspar, e inmediatamente empezaron a tallar. Se les veía entusiasmados, absolutamente volcados en su nueva tarea creativa, tanto que no quisieron detenerse para hacer un descanso y tomar algo en la cafetería de la Facultad.
Continuaron trabajando frenéticamente hasta el final de la mañana. En esa zona del taller, los alumnos de primero descubren emocionados las cualidades de la piedra o la madera, la técnica de la talla y las herramientas de un oficio que, aunque impugnado por la modernidad, sigue siendo una formidable escusa para iniciarse en el lenguaje escultórico.
Luisma, empezó a devastar el prisma con tanta euforia, que poco a poco se quedó sin material. De vez en cuando se detenía, alzaba los brazos y gesticulaba como si estuviera discutiendo con un ser invisible, para al poco, continuar trabajando. A pesar de que no habíamos tenido tiempo de hablar a nuestros alumnos de la singularidad de Luisma y Rubén, nadie se sorprendía por sus gestos, ni por su absoluta concentración en la tarea. Posiblemente, también nuestros estudiantes de primero estaban afectados por una similar fiebre creadora.
Entendiendo que no habría suficiente porexpán para el ímpetu de Luisma, le proporcionamos un pequeño bloque de piedra arenisca y le enseñamos a utilizar el mazo y el cincel; tras lo cual, retomó la tarea con idéntico frenesí, aunque ahora necesariamente ralentizado por la propia resistencia del material. Acostumbrado a pintar sobre grandes superficies, con mucha espontaneidad, Luisma tendrá que adaptar su frescura gestual a los condicionantes de las materias que está explorando.
Rubén es mucho más meticuloso. Tiene facilidad para el dibujo, y le gusta tener alguna referencia en la que basarse.
Por eso, le dejamos una pequeña escultura de escayola, una abstracción de un cuerpo femenino con sinuosas curvas, para que la utilizase como modelo. Dibujó sus formas en una cara del prisma, y las recortó con un hilo caliente que tenemos instalado para ese fin. Luego fue raspando el bloque, hasta reproducir los volúmenes de la figura con bastante acierto.
Nadie sabe el camino que seguirán estos dos artistas, ni siquiera ellos. Cada sesión es una nueva aventura creativa. Y así debe de ser. En la asociación "Debajo del sombrero" tienen claro que el arte es una formidable herramienta de comunicación, más si cabe para personas que tienen limitaciones en el área del lenguaje verbal. Por eso mismo, para que el arte les sirva como verdadero instrumento de expresión y de exploración de la realidad, los profesionales que acompañan a estas personas en su actividad creativa, antiguos alumnos de nuestra Facultad algunos de ellos, han de esforzarse para no conducir, no guiar, no influenciar, no interferir en el desarrollo de la obra, simplemente acompañar, facilitar y propiciar; teniendo siempre presente que lo importante no es el producto final, sino el proceso.
Es un verdadero lujo tener a dos artistas como Luisma y Rubén trabajando en nuestro taller. Tenemos mucho que aprender de su sincera actitud ante la creación. En ellos todo es de verdad, nada es impostado, no hay búsqueda de reconocimiento, ni de ningún tipo de recompensa. Sólo hay el placer de experimentar, de explorar, de crear, de comunicar. También es una formidable ocasión para aprender de los voluntarios de la asociación "Debajo del sombrero", que dejando a un lado sus anhelos artísticos personales, nos muestran una forma de poner el arte al servicio de los demás.
Publicado el 20 de abril de 2009 a las 08:15.