Un presidente que se va sin irse del todo
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El anuncio de Rodríguez Zapatero de no volver a presentarse a las elecciones generales amenaza con provocar más problemas al socialismo que los que ha pretendido evitar. De momento, el adiós del presidente ha acelerado la crisis en el PSOE andaluz y ha precipitado la salida del consejero de Gobernación y Justicia, Luis Pizarro, el hombre que ha controlado con mano firme el aparato del socialismo andaluz en los últimos 15 años y pieza clave de Manuel Chaves para poder manejar el poder desde fuera de Andalucía. La dimisión de Pizarro, a la que se han sumado dos de los directores generales de su consejería que han dimitido con él, tan sólo un par de días después de que Zapatero comunicara su decisión, ha reabierto una crisis de inciertas consecuencias en un momento en que las encuestas sitúan al PP andaluz al borde de la mayoría absoluta a mes y medio de las elecciones municipales. La crisis andaluza puede ser sólo el aperitivo de una lucha interna de poder favorecida por la debilidad de un presidente saliente que no se termina de marchar. Su interinidad puede abocar a nuevos enfrentamientos en otras federaciones y hacer saltar por los aires la frágil unidad con que el PSOE ha escenificado el anuncio de retirada. Tampoco el momento elegido para comunicar su decisión parece haber obtenido el efecto buscado, sino más bien lo contrario. Pretendía cerrar las especulaciones y centrar el debate en los candidatos autonómicos y municipales para que su propio desgaste no les pase factura en las urnas, pero ha servido al PP en bandeja argumentos para alimentar la letanía del anticipo electoral. El PSOE tiene el reto de gestionar el proceso sucesorio sin que interfiera negativamente en el resultado del 22 de mayo, que ya de por sí se antoja enormemente complicado. Al previsible castigo en las urnas hay que añadir un escenario posterior no menos complejo. La sucesión va a condicionar mucho la labor del presidente en el año que resta de legislatura, y también la del vencedor de las primarias, que se enfrentará a una incómoda bicefalia en la que deberá compartir o pactar muchas de las medidas que el presidente se vea obligado a adoptar condicionado por las circunstancias económicas. Esa bicefalia acrecentará la debilidad de Zapatero en el momento que mayor fortaleza política se requiere. Pero no se trata de resistir numantinamente, sino de tener altura de miras para tomar las decisiones necesarias buscando el interés general, por encima de intereses personales o de partido. Su decisión de no volver a presentarse en 2012 quizás sea insuficiente.
Publicado el 7 de abril de 2011 a las 11:45.