Una ley que perjudica más que beneficia
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El celo en la aplicación de la ley antitabaco está provocando escenas que rozan el esperpento. Era presumible que la denuncia de algunos ciudadanos, convertidos por gracia de la ley en agentes delatores, iba a tensionar la convivencia entre fumadores y no fumadores. Pero lo más de lo más ha sido el estrambote del musical Hair que se representa en Barcelona, cuando un espectador se levantó airado y corrió a denunciar que los actores estaban fumando en escena, provocando la actuación inmediata de la Agencia de Salud Pública catalana, que amenazó con sancionar al teatro, hasta el extremo que el director de la obra tuvo que aclarar que lo que los actores fumaban por exigencia del guión no era tabaco, sino una mezcla de hierbaluisa, albahaca y hojas de nogal. De auténtico sainete, si no fuera porque esta es la realidad de la ley y del talibanismo con que se aplica, que no entiende ni siquiera la excepción de las manifestaciones culturales. Pero lo mejor de todo fueron las explicaciones de la ministra de Sanidad, Leire Pajín: "Hay muchas fórmulas para simular que se fuma sin hacerlo, de la misma manera que hay recursos para escenificar asesinatos que no son reales". Menos mal que lo ha aclarado. De traca. Y pasando a lo serio, con respecto al impacto económico derivado de su aplicación, los hosteleros han cifrado la caída de ingresos en más del veinte por ciento y si continúan en esta línea muchos establecimientos están abocados al cierre. Se sirven menos desayunos y se está eliminando algo tan español como la sobremesa, porque al fumador no le apetece dejar a medias la tertulia o la partida de cartas para levantarse a fumar, con el consiguiente descenso en el consumo de licores y copas. Pero siendo grave el perjuicio económico, más aún es otro de los daños colaterales de esta ley, por cuanto buscaba promover conductas saludables y preservar la salud y bienestar de los no fumadores. Hablamos del aumento del ruido y con ello, de las molestias a los vecinos. Solamente en Madrid, y el dato se podría extrapolar a cualquier población española, las denuncias ciudadanas por ruido han aumentado un 16 por ciento. Muchos vecinos están viendo afectado su descanso por el incremento de los decibelios que provocan los corrillos a la puerta de bares, restaurantes y locales de copas. La estampa del grupito fumando, hablando y riendo a la puerta de un local es ya una imagen habitual de las noches. La ley, loable en sus principios pero cuestionable por su falta de previsión, está consiguiendo sumar más perjudicados que beneficiados.
Publicado el 21 de febrero de 2011 a las 09:45.