Prudencia y serenidad ante el pánico nuclear
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Los problemas que se están registrando en la central nuclear de Fukushima tras el devastador terremoto y el tsunami posterior han desencadenado todo tipo de reacciones sobre la seguridad de las centrales nucleares y han reabierto con fuerza el debate sobre la utilización de la energía nuclear en medio de la incertidumbre de lo que allí está ocurriendo. A la angustia que vive la población japonesa, a pesar del ejemplar comportamiento y la entereza que desde el primer momento ha demostrado, se une la sospecha de que las autoridades niponas no están informando con total transparencia acerca de la gravedad de una situación que les ha desbordado por completo. El goteo de información nos ha ido mostrando en directo la angustia del trabajo a contrarreloj para evitar una fuga descontrolada de radiación y las noticias que siguen llegando no son nada tranquilizadoras, hasta el punto que la sucesión de incendios y explosiones registrados en Fukushima, al cierre de esta edición todavía descontrolados, han hecho revivir el fantasma de un segundo Chernobil. Declaraciones como las realizadas por el comisario de Energía de la Comisión Europea, calificando de apocalíptica la situación que se está viviendo en la central, no contribuyen a serenar el ambiente. No se trata de minimizar la extrema gravedad de la situación, pues aventurar el desenlace sin excluir el peor de los escenarios sería tan prematuro como irresponsable. Sí en cambio, de adoptar las decisiones oportunas para reforzar las medidas de seguridad para prevenir un siniestro similar en Europa. Hay que aplaudir en este sentido el consenso alcanzado en la Unión Europea para someter a sus centrales nucleares a pruebas de resistencia para comprobar su seguridad, una medida bastante más realista que el cierre indiscriminado de las centrales anteriores a 1980 decretado por la canciller alemana Angela Merkel, en una decisión que parece adoptada más en clave electoral ante la cercanía de unos comicios regionales que no se le presentan favorables. Todo el mundo está pendiente de lo que ocurra en Fukushima, hasta el punto de que el sufrimiento que está padeciendo el pueblo japonés y los 10.000 muertos y desaparecidos parecen haber pasado a un segundo plano. No es momento, por tanto, de utilizar la energía nuclear como bandera electoral, sino de actuar con prudencia y serenidad, como la que en esta ocasión está mostrando el Gobierno. Deben ser los criterios técnicos y de seguridad los que prevalezcan en la evaluación de la energía atómica, y no el miedo, que puede ser el mayor de los peligros.
Publicado el 17 de marzo de 2011 a las 12:30.