Los españoles somos muy dados a salir a la calle con cualquier motivo, ya sea convocados bajo unas siglas con autocar y bocadillo y con un guión predeterminado, normalmente orquestados para protestar contra algo o alguien, o bien, como ha sido el caso, de manera espontánea y completamente entregados a una causa no política. Para protestar y para festejar, nos gusta la calle más que a nadie. Pero lo que se ha vivido estos días tras la victoria de la selección no tiene parangón conocido. No se recuerda en la historia de nuestra democracia una manifestación de júbilo tan numerosa y sentida, y un agradecimiento mayor que el que ha expresado el pueblo español a su selección y a los colores de su bandera. El fútbol ha sido una vez más el gran catalizador de las emociones y los sentimientos en un momento en que necesitábamos más que nunca un refuerzo de la autoestima. La primera lección que debemos sacar es que la suma del esfuerzo común es mucho mas provechosa que las individualidades. La victoria de la selección simboliza la unión de España ante un objetivo compartido por todos, donde el individualismo se subordina al trabajo en equipo. Es la victoria del interés general y la proyección de lo que podemos llegar a ser si nos lo proponemos y estamos bien dirigidos. La segunda y no menos importante lección es la constatación de que la bandera de España es patrimonio de todo el pueblo, sin distinción de ideologías y los ciudadanos se identifican con ella y la enarbolan con orgullo. El orgullo de ser y sentirse español está muy por encima de los debates estériles y los intentos de división a los que los políticos nos tienen acostumbrados. Que nadie tenga la tentación de manipular la naturalidad con que se ha exhibido la bandera por todas partes. Lo que no ha conseguido la política, unir a toda la población por encima de divisiones y enfrentamientos, lo han logrado los jugadores de la selección dándonos una lección de sentido común, tenacidad, trabajo e ilusión compartida. Su merecido triunfo trasciende el ámbito de lo deportivo y su aportación es mucho más importante de lo que podemos imaginar. Ojalá el sueño continúe y la lección aprendida perdure en el tiempo. Nuestros representantes políticos tienen una gran oportunidad para demostrar al ciudadano que la política no sólo sirve para tensionar, sino para debatir sobre problemas y soluciones. Pero me temo que hemos vuelto demasiado pronto a la más cruda realidad.
Publicado el 15 de julio de 2010 a las 09:30.