Contra la rebelión, café para todos
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Se mire como se mire, y por más razones que tuviera el President Artur Mas en negarse a pagar los pufos que ha dejado la pésima gestión del tripartito, la autorización de Zapatero a Cataluña para endeudarse por valor de 2.600 millones de euros era un trato de favor y una vergonzante discriminación para el resto de comunidades y ayuntamientos a los que hasta ahora se les había negado esta posibilidad. Las veleidades del tripartito, que gastó el dinero a espuertas en embajadas, selecciones deportivas, coches oficiales de lujo, subvenciones a discreción y todo tipo de despilfarros y suntuosidades, sabiendo que a una palabra de Montilla, Zapatero se arrugaba y tiraba de chequera, han dejado un déficit para este año de 7.200 millones y una deuda acumulada cercana a los 40.000 millones en 2012, según las estimaciones del nuevo gobierno catalán. Artur Mas llegó a Moncloa con las manos vacías y salió con los bolsillos llenos. Se la tenía jurada a Zapatero desde que se tragó el sapo de comprobar que le habían vendido humo a cambio de su apoyo al Estatut, así que ahora se venga sacándole los ojos. Del dinero de todos, por supuesto. Junto a la autorización para endeudarse, en un momento en que todas las comunidades están haciendo esfuerzos para reducir drásticamente su déficit, Artur Mas ha conseguido además el compromiso del Gobierno para desbloquear en las próximas semanas el pago de 759 millones de euros para inversiones en infraestructuras que estaban pendientes desde 2008. Poco tardaron los presidentes de las comunidades de Castilla y León, Murcia, La Rioja, Castilla-La Mancha, Navarra y Cantabria en reclamar su parte del pastel, y menos aún ha tardado el gobierno para dar una nueva cambiada y volver a rectificar permitiendo el endeudamiento a todas las comunidades. Para ello, deberán cumplir el objetivo de déficit del 1,3% del PIB en 2011, y las autorizaciones de endeudamiento solamente se producirán para financiar dicho déficit y la refinanciación de la deuda vencida de años anteriores. Cuando Alberto Ruiz-Gallardón presentó un plan para que le permitieran refinanciar la deuda de la capital de España, el presidente del Gobierno justificó su negativa en que había que cumplir los objetivos de déficit y estabilidad, y que la contención del déficit era necesaria para lanzar el mensaje de credibilidad a los mercados internacionales. ¿Cómo van a interpretar ahora los mercados esta contradicción? Como lo que son, como las concesiones propias de la agonía de un Gobierno políticamente agotado en un sálvese quien pueda.
Publicado el 11 de febrero de 2011 a las 09:45.