Un debate que finiquita la campaña
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Pocas veces en nuestra democracia la valoración de un debate electoral ha concitado tanta unanimidad como el cara a cara que protagonizaron Rubalcaba y Rajoy, curiosamente el único en el ninguno de los contenientes defendía su continuidad personal en la presidencia del Gobierno. Independientemente de que ninguno de los dos se impuso por goleada al otro, la sensación es que la campaña está sentenciada y nada de lo que se diga o haga en los días que restan hasta el 20-N puede hacer cambiar la percepción de lo que presenciaron en directo 12 millones de telespectadores: a Rajoy investido ya como presidente del Gobierno por el propio Rubalcaba, que en su estrategia de intentar provocar su desgaste, dio por hecho en numerosas ocasiones el triunfo de Rajoy, confirmando las escasas opciones que le quedaban de dar un vuelco electoral. Aún así no tiró la toalla y peleó dignamente hasta el final, lo que propició un debate vivo a pesar de la rigidez del formato pactado por los dos partidos. Todo estaba escrito de antemano, ambos cumplieron sus objetivos y los dos salieron airosos. Al candidato socialista le pesaba el lastre de los cinco millones de parados y la responsabilidad compartida en el fracaso de la política del gobierno socialista del que ha formado parte, tanto como los 15 puntos de diferencia en las encuestas de intención de voto. Con todo en contra, el debate era la única oportunidad para tratar de movilizar a una parte del electorado de la izquierda y de recuperar el voto de los suyos. Y salió al ataque contra un Rajoy que no necesitaba arriesgar y que no lo hizo. Con estilo agresivo y machacona insistencia, preguntó una y otra vez por los planes de Rajoy sobre el seguro de desempleo y el sistema de pensiones, tratando de introducir dudas sobre las intenciones ocultas del PP. Dedicó más tiempo al programa del PP que al suyo propio y su intervención recordó a la de un líder de la oposición en una sesión de control al Gobierno. Dos estilos de entender la política: agresivo uno, imperturbable el otro. Sin salirse del guión, Rajoy echo mano una y otra vez de las cifras, haciéndole corresponsable de la crisis al identificarle como "Rodríguez Rubalcaba" e insistiendo en que solamente la creación de empleo y el crecimiento económico -lo que no ha logrado el PSOE- garantizan el mantenimiento del Estado de bienestar. No hizo falta mucho más para decantar el debate a su favor casi sin despeinarse, pues con no perder, ya estaba ganando y subiendo un escalón más hacia Moncloa. Se quiera ver o no ver así, el pescado ya está vendido.
Publicado el 8 de noviembre de 2011 a las 21:15.