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Blog de Alberto Castillo

Sin acritud

Un debate que finiquita la campaña

Archivado en: Debate, campaña electoral, Rubalcaba, Rajoy

Pocas veces en nuestra democracia la valoración de un debate electoral ha concitado tanta unanimidad como el cara a cara que protagonizaron Rubalcaba y Rajoy, curiosamente el único en el ninguno de los contenientes defendía su continuidad personal en la presidencia del Gobierno. Independientemente de que ninguno de los dos se impuso por goleada al otro, la sensación es que la campaña está sentenciada y nada de lo que se diga o haga en los días que restan hasta el 20-N puede hacer cambiar la percepción de lo que presenciaron en directo 12 millones de telespectadores: a Rajoy investido ya como presidente del Gobierno por el propio Rubalcaba, que en su estrategia de intentar provocar su desgaste, dio por hecho en numerosas ocasiones el triunfo de Rajoy, confirmando las escasas opciones que le quedaban de dar un vuelco electoral. Aún así no tiró la toalla y peleó dignamente hasta el final, lo que propició un debate vivo a pesar de la rigidez del formato pactado por los dos partidos. Todo estaba escrito de antemano, ambos cumplieron sus objetivos y los dos salieron airosos. Al candidato socialista le pesaba el lastre de los cinco millones de parados y la responsabilidad compartida en el fracaso de la política del gobierno socialista del que ha formado parte, tanto como los 15 puntos de diferencia en las encuestas de intención de voto. Con todo en contra, el debate era la única oportunidad para tratar de movilizar a una parte del electorado de la izquierda y de recuperar el voto de los suyos. Y salió al ataque contra un Rajoy que no necesitaba arriesgar y que no lo hizo. Con estilo agresivo y machacona insistencia, preguntó una y otra vez por los planes de Rajoy sobre el seguro de desempleo y el sistema de pensiones, tratando de introducir dudas sobre las intenciones ocultas del PP. Dedicó más tiempo al programa del PP que al suyo propio y su intervención recordó a la de un líder de la oposición en una sesión de control al Gobierno. Dos estilos de entender la política: agresivo uno, imperturbable el otro. Sin salirse del guión, Rajoy echo mano una y otra vez de las cifras, haciéndole corresponsable de la crisis al identificarle como "Rodríguez Rubalcaba" e insistiendo en que solamente la creación de empleo y el crecimiento económico -lo que no ha logrado el PSOE- garantizan  el mantenimiento del Estado de bienestar. No hizo falta mucho más para decantar el debate a su favor casi sin despeinarse, pues con no perder, ya estaba ganando y subiendo un escalón más hacia Moncloa. Se quiera ver o no ver así, el pescado ya está vendido. 

Publicado el 8 de noviembre de 2011 a las 21:15.

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Calamidad, calvario estéril y lenta agonía

Archivado en: Editorial, debate estado de la nación

 

Zapatero

Hemos perdido una magnifica ocasión para que nuestros políticos demuestren por una vez que saben estar a la altura de las circunstancias y que son capaces de ponerse de acuerdo para conseguir un objetivo que no entiende de siglas ni colores políticos. Demasiados españoles están angustiados esperando que alguien actúe y afronte con decisión el reto de sacar el país adelante, adoptando las medidas necesarias para devolverlo a la senda de la prosperidad, el crecimiento económico y la creación de empleo. Para eso hace falta un esfuerzo común, sentido de Estado y altura de miras, cualidades que brillaron por su ausencia en la Carrera de San Jerónimo. Lo propuso con acierto Durán i Lleida, que hizo el análisis  más realista al reclamar un pacto de fin de legislatura que aborde las reformas pendientes antes de las elecciones. Salvo ese atisbo de sensatez política, no hemos escuchado del Gobierno ni de la oposición propuestas concretas para salir de la crisis, tan sólo diagnósticos de situación y broncos reproches mutuos. Ambos fueron a vender su libro. Pero lo peor que ha dejado el Debate sobre el Estado de la Nación en el ánimo de los españoles ha sido la confirmación de su previsibilidad, por no decir su inutilidad. Un discurso de despedida por parte de un presidente que no termina de irse, frente al de un candidato de oposición que tampoco aportó mucho más que su reiterada petición de anticipo electoral. Ni alternativas ni nuevas ideas, salvo unas inconcretas promesas para proteger a los que no pueden pagar la hipoteca, una norma para fijar el techo de gasto de las autonomías, y una línea del ICO  para ayudar a la morosidad de los ayuntamientos. Nada que no se hubiera podido poner en marcha mucho antes y claramente insuficiente para lo que el país necesita. Para ese viaje, lo mejor es acabar cuanto antes, reconocer que la legislatura no da mas de sí y anunciar elecciones para el próximo otoño. Así lo reclamó con insistencia Rajoy al preguntar a Zapatero "hasta cuándo va a prolongar esta calamidad, este calvario estéril y esta lenta agonía". Y así pareció expresarlo Zapatero en el final de su discurso, al dirigirse a su grupo parlamentario para agradecer su trabajo con unas palabras que olían a despedida. La conclusión es que estamos ante el final de un ciclo y que nos quedan unos cuantos meses de más de lo mismo. Pero eso ya se daba por descontado. Como en todos los grandes debates, acabamos preguntando quién ganó, y la respuesta la encontramos fuera del hemiciclo. Otra vez perdimos todos los españoles.

Publicado el 30 de junio de 2011 a las 10:00.

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Debates electorales en campaña

Archivado en: Editorial, debates electorales

La escasa audiencia cosechada por Telemadrid durante la emisión de los debates electorales que enfrentaron el domingo a los candidatos autonómicos y el lunes a los del ayuntamiento de Madrid evidencia que los madrileños esperaban otra cosa en lugar del encorsetado formato pactado por los tres partidos. La audiencia media del debate que enfrentó a Esperanza Aguirre, Tomás Gómez y Gregorio Gordo fue de un 6,4%, mientras que al día siguiente, el de Gallardón, Lissavetzky y Ángel Pérez cosechó un 5,3% de audiencia, cuando la media de Telemadrid ronda el 7%. Y eso a pesar del morbo que provocaba presenciar a Tomás Gómez debatiendo cara a cara por primera vez con Esperanza Aguirre. Pero la rigidez del modelo pactado, en forma de triple enfrentamiento por parejas dividido en bloques temáticos con los tiempos muy cerrados, le restó agilidad al debate. Ninguno de los aspirantes se salió del guión previsto y todos ellos se limitaron a exponer sus programas en líneas muy generales con los consabidos mensajes repetidos hasta la saciedad en los últimos días. El afán privatizador, el copago o los recortes en sanidad, educación y servicios sociales que Gómez echó en cara a la candidata popular, no fueron suficientes para turbar a una Esperanza Aguirre que alardeó de gestión como aval frente a las políticas del gobierno central que han llevado al paro a cinco millones de personas. Entre medias, la declaración de amor de Tomás Gómez al candidato de Izquierda Unida, que se empeñó en dejar claras las diferencias de su proyecto con el socialista. En definitiva, nada que sorprendiese a los espectadores; un resultado previsible a causa de un formato que ha hurtado cualquier posibilidad de presenciar una disputa dialéctica de mayor altura. Los ciudadanos se merecen una fórmula más ágil en la que los candidatos sean capaces de transmitir algo más de emoción a la hora de enumerar sus propuestas y de confrontar las del contrario como alternativa a las tediosas campañas electorales tradicionales. El debate entre candidatos debería ser el momento cumbre de la campaña electoral y no un mero trámite como el que hemos presenciado. Y sin embargo hubo momentos, como en el duelo Aguirre-Gómez, en los que se descubrió a un candidato sólido y seguro de sí mismo que aguantó el envite y supo estar a la altura de una política bregada y crecida. Un rival a tener muy en cuenta si no se desinfla por los resultados desfavorables que le auguran las encuestas, que promete  aportar intensidad y apasionamiento a los plenos de la Asamblea de Madrid.

Publicado el 13 de mayo de 2011 a las 09:00.

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Alberto Castillo

Alberto Castillo

Director de Gente en Madrid. Periodista madrileño, de 46 años, cuenta con una dilatada experiencia en medios. Ha sido subdirector general de la Agencia de Noticias Servimedia. Gran parte de su carrera profesional ha estado vinculado a la radio en distintas cadenas. Comenzó en la Cadena Rato en los años 80 y de ahí pasó a la COPE, cadena en la que fue redactor de informativos locales, redactor jefe del informativo matinal "La Mañana" (con el desaparecido Antonio Herrero), redactor jefe de informativos de fin de semana y jefe de prensa. Su última etapa en la radio fue en la extinta Radio España-Cadena Ibérica.

 

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