Lágrimas de un hombre de Estado
Archivado en: Ignacio González
El nuevo presidente de la comunidad de Madrid, Ignacio González, se ha presentado ante los madrileños con un programa de Gobierno realista y cargado de principios y valores. Antes de exponerlo en su discurso de investidura, tuvo un afectuoso recuerdo para Esperanza Aguirre. De los más de veinte años creciendo políticamente a su lado, González glosó la fidelidad a sus principios, su pasión por España, su amor a la libertad, su máxima entrega y su cercanía a los ciudadanos. González se emocionó hasta el punto de tener que interrumpir su discurso de investidura con la voz quebrada y las lágrimas en los ojos cuando repasaba los años pasados junto a la ex presidenta. Los hombres que lloran demuestran que tienen sentimientos, y en política, más allá del sentimiento de aferrarse al cargo, no estamos acostumbrados a gestos de este tipo. Las lagrimas humanizan a los políticos cuando son sinceras y brotan del corazón; el oficio de la política debería dar muchas más lágrimas que demostraran que detrás del profesional hay una persona con sentimientos que empatiza, comparte y hace suyos los problemas de los ciudadanos. Las lágrimas de González respondían a un sentimiento de gratitud personal, nada parecido a las que soltó hace unos meses la ministra de Trabajo de Italia, Elsa Fomero, delante de los periodistas y ante las cámaras de televisión, cuando rompió a llorar en el momento que anunciaba a los italianos los duros recortes que la crisis les imponía. Nada tienen que ver los motivos de uno y otra, pero en ambos casos eran lágrimas sinceras y confiemos en que esa sinceridad acompañe al presidente de la Comunidad durante todo su mandato. De momento, su programa de gobierno, continuista, sin grandilocuentes propuestas, está cargado de realismo y sentido común. Además de proclamar su compromiso profundo con España, el orgullo de ser español y la promesa de trabajar para fortalecer la unidad de España, lanzó dos ideas fuerza que quisiera escuchar más a menudo de los políticos: el dinero público sí tiene dueño y por tanto no se puede malgastar, y la mejor política social es la creación de empleo. Y una tercera: no prometer quimeras que no se puedan cumplir. Con estos mimbres y sus propuestas de seguir eliminando las trabas burocráticas a los emprendedores, reducir organismos públicos innecesarios y una férrea disciplina presupuestaria acompañada de bajada de impuestos cuando sea posible, no queda sino desearle suerte en su tarea, de la que en gran medida dependerá en el futuro el bienestar de los madrileños.
Publicado el 27 de septiembre de 2012 a las 13:45.