Recortes y protestas en la calle
El gobierno ha suspendido los primeros exámenes tras el plan de ajuste aprobado el pasado viernes. Los 56.000 millones que suman los recortes no han convencido a los mercados, cuya percepción es que las medidas tomadas no son suficientes para dar la vuelta a la situación de España. La puntilla a este despropósito lo ha dado el Fondo Monetario Internacional, con un demoledor informe que, sin tener en cuenta las últimas medidas del Gobierno, augura una caída del 0,6% del PIB para el próximo año, predice el incumplimiento del déficit acordado con la UE y sitúa a España e Italia como el mayor peligro para la economía mundial. ¿Qué más puede hacer el Gobierno? ¿Por qué si está llevando a cabo las medidas que le ha marcado Bruselas, si está tomando dolorosas decisiones que tienen al país entero en carne viva, la respuesta de los mercados sigue siendo de encefalograma plano? Tampoco se explica la actitud del Banco Central Europeo, que bien podría contribuir a aliviar la presión comprando deuda española, pero sigue mirando para otro lado como si no fuera con él. Pero la percepción exterior es que el Gobierno, habiendo actuado en la dirección correcta, se ha quedado corto, porque sigue titubeando sin decidirse a meterle mano a la estructura del Estado, el principal problema que a día de hoy sigue lastrando a España. Los mercados no dejarán de castigarnos hasta que observen un cambio de tendencia en este sentido. Mientras tanto, en la calle se barrunta la sensación de que la clase política no está asumiendo los sacrificios con la misma intensidad que la ciudadanía, y el sentimiento de frustración y angustia se extiende como la pólvora. El PSOE ha anunciado que se pondrá al frente del cabreo ciudadano, junto a los sindicatos e Izquierda Unida. Es absolutamente comprensible el malestar en la calle, porque no se puede pedir más sacrificios a los españoles, mientras se mantiene el ritmo de gasto de las autonomías. Nos espera un verano de movilizaciones que culminará en otoño con una huelga general, y en este caso es previsible que sea mayoritariamente secundada porque la gente no puede mas. Gobierno y oposición deben manejar con tino esta situación, porque puede escapársele a ambos de las manos y volverse incontrolada. La imagen de las calles ardiendo no nos beneficia en nada en un momento en el que lo que más necesita España es recuperar la credibilidad y la confianza para evitar lo que para muchos ya es inevitable de seguir el rumbo de los acontecimientos, una intervención en toda regla.
Publicado el 18 de julio de 2012 a las 12:30.