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Blog de Alberto Castillo

Sin acritud

Los abucheos en las urnas

Archivado en: Editorial, Fiesta Nacional, 12 de Octubre, Desfile Fuerzas Armadas, Zapatero, Abucheo, Venezuela

Un año más, los gritos y abucheos al presidente del Gobierno han marcado el desfile militar con motivo del Día de la Fiesta Nacional. Los pitidos y silbidos al jefe del Ejecutivo fueron constantes durante la hora y media que duró el acto. Es el quinto año consecutivo que el público asistente abuchea al presidente del Gobierno. El desfile, más austero que otros años a causa de la crisis, no ha estado exento de polémica, además de por la tradicional pitada a Zapatero, que ya se ha convertido ya en un clásico, por la ausencia de la bandera venezolana, nación invitada junto a otros ocho países hispano americanos que celebran su bicentenario. Una repentina "indisposición del abanderado" que debía portar la enseña bolivariana, según se justificó desde la embajada venezolana, fue la manera elegida por el gobierno de Chávez para dar un sonoro plantón al rey y a la familia real, al Gobierno y a la mayoría de los presidentes autonómicos y altas autoridades españolas que acudieron al desfile. La ausencia de la representación venezolana coincide con la polémica diplomática surgida entre España y el Gobierno de Hugo Chávez a raíz de las informaciones que vinculan a Arturo Cubillas, alto funcionario de Caracas, con ETA y con su presunta participación en el entrenamiento de etarras. El Gobierno de Hugo Chávez, lejos de dar muestras de colaboración, ha vuelto a ningunear a España, un desplante que pone en evidencia una vez más la tibieza que está marcando nuestra política exterior, y que ha provocado el rechazo de la oposición. El PP  ha llevado al Pleno del Congreso sus críticas al Gobierno por haber reaccionado, desde su punto de vista, sin "firmeza" ni "determinación" ante Venezuela, y ha expresado su censura a toda la política internacional del Ejecutivo por haber fracasado en la "defensa de los intereses de España". Es de entender el malestar de los españoles ante su Gobierno, y su expresión espontánea en las pocas ocasiones en las que puede hacerlo. Pero el patriotismo mal entendido no puede anteponer el rechazo al presidente del Gobierno con el respeto que merece el homenaje a la bandera, a las fuerzas armadas españolas y a los españoles muertos caídos en acto de servicio. Motivos hay más que sobrados para expresar el descontento popular y el rechazo a Zapatero. Pero vivimos, afortunadamente, en una democracia, que contempla sus propios mecanismos para canalizar el descontento. Cuando sean las elecciones, llegará el momento de gritar y abuchear a Zapatero o a Rajoy, papeleta de voto en mano, en las urnas.

Publicado el 14 de octubre de 2010 a las 14:30.

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Quien gana es el mejor

Archivado en: Editorial, elecciones primarias, Tomás Gómez

"Marchemos todos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional". Las palabras del Rey Fernando VII, pronunciadas en el Manifiesto a los españoles de 1820, tras ser obligado a jurar la constitución que él mismo había abolido, son el exponente de cómo las circunstancias obligan a cambiar el paso.   Cierto es que Fernando VII, en cuanto escampó la tormenta, volvió a las andadas, se pasó "La Pepa" por el forro de sus reales y volvió por sus fueros absolutistas. En el PSOE  están aún en la primera fase, la de la conversión al tomasismo, y confiemos en que les dure mucho, incluso hasta después de las elecciones autonómicas. Pero el repentino fervor que ha entrado por el ya candidato socialista a la comunidad de Madrid es casi devoción. "Tomás Gómez se ha merecido ganar, y quien gana es el mejor. Lo va a hacer muy bien y cuenta con todo mi apoyo". Lo ha dicho el presidente del Gobierno, tras mudársele la cara ante el  triunfo de Gómez frente a la que era su candidata. Zapatero no quería a Tomás Gómez ni en pintura. Le convencieron Rubalcaba y José Blanco de que Esperanza Aguirre se lo devoraría de un plumazo y que la única manera de recuperar Madrid pasaba por apartarle y apostar por Trini Jiménez. El aparato socialista se puso manos a la obra: que si quítate de en medio y da un paso atrás, que si es el candidato de la derecha, que si su mayor activo es haber dicho no a Zapatero... Pero el chico díscolo se colocó el aparato por montera, aguantó el chaparrón y las presiones y se convirtió en candidato venciendo a Trini limpiamente con el voto de los militantes. Una bofetada al liderazgo de Zapatero. Y quién te ha visto y quién te ve, los principales dirigentes  que apoyaron a la ministra en su fallida segunda travesía madrileña se transmutan y salen en tromba deshaciéndose en elogios al ganador, que hasta hace nada daban por muerto.  Zapatero era trinista hasta el arco de las cejas, pero ahora, haciendo de la necesidad virtud, es mas tomasista que nadie. Como él, Rubalcaba, José Blanco, o alcaldes que un día se acostaron con el ex regidor de Parla y se levantaron con la ministra de Sanidad. Al igual que Fernando VII, donde dije digo, digo Diego. Es comprensible la urgencia de pasar página cuanto antes, cerrar las heridas, aparentar normalidad y transmitir unidad. Y de aprovechar el "efecto Tomás" y confiar en que el interés mediático alcanzado no decaiga de aquí a las elecciones, cosa harto improbable. Pero ni Groucho Marx lo hubiera podido expresar mejor: "Éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros".

Publicado el 11 de octubre de 2010 a las 09:30.

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Fractura socialista en Madrid

Archivado en: Editorial, elecciones primarias, Tomás Gómez, Trinidad Jiménez

Las elecciones primarias que se han celebrado este fin de semana en Madrid han trascendido de su ámbito autonómico y se han convertido en un termómetro para pulsar el estado de opinión del PSOE y el sentir de la militancia hacia su líder en  un momento especialmente convulso y con todos los vientos en contra. Por más que lo quieran vender como un sano ejercicio democrático, el proceso de primarias que culminó con la derrota de la ministra de sanidad, Trinidad Jiménez, en sus aspiraciones de ser la candidata socialista que dispute la presidencia de la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre, ha supuesto un fuerte varapalo al liderazgo del presidente del Gobierno y ha abierto un periodo de incertidumbre que para muchos se interpreta como el inicio del ocaso de Rodríguez Zapatero y el principio del post-zapaterismo. Es la primera vez que el presidente es cuestionado por su partido, cuya militancia en Madrid aprovechó la injerencia del aparato en el proceso y su apoyo explícito a la candidata designada por Zapatero para expresarse en un plebiscito contra el líder hasta ahora incuestionado. El apoyo de Zapatero la ministra fue tan explícito, -el propio Zapatero ha reconocido que se equivocó - que las bases votaron a Tomás Gómez como una manera de censurar al presidente. A siete meses de las elecciones autonómicas, la derrota de Trinidad Jiménez, y con su derrota, también la de Zapatero, deja el peor de los escenarios, con un partido dividido y con todas las encuestas en contra. Si se cumplen todos los vaticinios que justificaban la apuesta por la candidatura de Jiménez, el hoy triunfador Tomás Gómez se estrellará contra el muro de Esperanza Aguirre el próximo 22 de mayo y se reabrirán las heridas que se han cerrado en falso con las declaraciones de apoyo en masa al ganador de las primarias. Y mientras, los ojos del socialismo miran a su presidente, que sigue deshojando la margarita de si concurrirá a un tercer mandato. Zapatero guarda silencio, pero solamente un pronunciamiento explícito acerca de su futuro político permitirá cortar de raíz las especulaciones que esta incertidumbre provoca, y los movimientos internos con  las miras puestas en el postzapaterismo. En este escenario, dos nombres han quedado en cuestión, los que le mal aconsejaron implicarse personalmente a favor de Jiménez, y deberán asumir su responsabilidad en el fracaso y en los efectos que esta derrota provoque. El posicionamiento en el reparto de los restos del naufragio que preparaban Rubalcaba y José Blanco, se les ha ido de las manos.

Publicado el 7 de octubre de 2010 a las 13:00.

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Fracaso general

Archivado en: Editorial, huelga general, sindicatos, 29-S

La liturgia posterior a una huelga general siempre es la misma. El Gobierno habla de un "seguimiento desigual y moderado" y los sindicatos califican la huelga como un "éxito" con un 70% de seguimiento. Un despropósito que ahonda en el descrédito de los sindicatos. Por mucho que intenten calificar de masiva la respuesta de los trabajadores a la huelga, fue un clamoroso fracaso reducida a paros sectoriales en la industria, y escasa o nula incidencia en  las administraciones públicas, los servicios, el comercio o la hostelería, si acaso algunos cierres provocados por la coacción de los piquetes. Uno de los datos más objetivos para acercarse a la realidad es el relativo al consumo eléctrico de todo el sistema nacional que facilitó Red Eléctrica, alrededor de un 16% menos de lo previsto en las horas punta. El dato incluye desde las grandes industrias a las pequeñas, y a todas las empresas y particulares. En la huelga general del 20-J contra el gobierno de Aznar, la caída del consumo fue mucho mayor, más del doble que en la jornada del 29-S. Pero independientemente de las cifras, lo cierto es que el resultado no ha sorprendido a nadie porque desde su convocatoria nadie se creyó esta huelga de opereta, con la que los sindicatos no pretendían otra cosa que medir su desgastado nivel de influencia y recuperar su mermada credibilidad. Demasiado evidente. Una huelga descafeinada, porque no querían hacer mucho ruido ni desgastar excesivamente al Gobierno que les ha mantenido dócilmente alfombrados. Tampoco el Gobierno deseaba un fracaso tan estrepitoso como para dejar en evidencia a los sindicatos con los que en breve se volverá a sentar para negociar nada, pues nada hay que negociar. La reforma laboral ha venido impuesta por Europa y ha sido aprobada por el parlamento, por lo que Zapatero carece de margen para rectificar su política económica. Los ciudadanos  han dado la espalda a los sindicatos a los que han negado legitimidad para protestar contra el Gobierno, mostrándoles su indiferencia ante la pantomima. Tendrán que extraer sus propias conclusiones. La primera de ellas, el deterioro de su imagen y su distanciamiento cada vez mayor de los intereses reales de los trabajadores. La segunda, su dependencia de las subvenciones públicas, que sólo alimentan una maquinaria con la que gestionan sus propios intereses. Y la tercera, la superación de un discurso trasnochado que exige una revisión a fondo de sus planteamientos sindicales. Para las miles de familias que carecen de trabajo y expectativas, el 29-S fue un fracaso general.

Publicado el 30 de septiembre de 2010 a las 14:00.

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¿Piquetes informativos o comandos?

Archivado en: Editorial, huelga general, sindicatos, 29-S, piquetes informativos

Los cursos de formación que imparten los sindicatos deberían enseñar que la huelga es un derecho que ejerce el que voluntariamente quiere, no el que es obligado a la fuerza. Porque una cosa es una huelga general y otra muy distinta el intento de secuestro de un país. Cuando un dirigente sindical aseguró días antes del 29-s que paralizarían Madrid por las buenas o por las malas, estaba mostrando la peor cara del sindicalismo más radical. Aquel que no entiende que tan legítimo y constitucional es el derecho de huelga como la libertad de acudir voluntariamente al puesto de trabajo. ¿Por qué si un trabajador no quiere secundar la huelga tiene que hacerlo por narices? Se llenan la boca clamando contra el recorte a los derechos de los trabajadores, pero pasan por encima de los derechos de quienes no quieren ser cómplices de este brindis al sol, a destiempo y sin convicción,  y que deciden acudir a sus puestos de trabajo. Algunos sindicalistas se tomaron tan en serio el envite que madrugaron más que en toda su vida laboral. Desde primeras horas de la madrugada y armados de toda la parafernalia de pitos, gorras, brazaletes, silicona para las cerraduras, banderas, pancartas, y muchos con pasamontañas y palos para tratar de impedir el acceso a los medios de producción, distribución y transporte. Esto último es una fijación, la bestia negra de los piquetes, sabedores de que si paralizan el transporte colapsan las ciudades. La consigna era ir de oscuro, que amedrenta más. Hay piquetes "informativos" que actúan como si fueran comandos que han mamado la estrategia de la kale borroka. Muchos de los pequeños negocios, comercios, bares, tiendas prefirieron cerrar y no arriesgarse. No secundaron la huelga, pero ante la amenaza de rotura de escaparates o cristales, coches y furgones, optaron por no abrir. La huelga del miedo. ¿Qué democracia es ésta que permite que se pisoteen las libertades de unos ciudadanos por otros que dicen defender los derechos de la clase trabajadora?  Ha habido muchas oportunidades para plantar cara a la destrucción de empleo, motivos sobrados para levantarse contra el Gobierno. Los que primero padecieron los efectos de la crisis, y los que se han ido sumando a las listas del INEM han esperado ese desmarque sindical de la errática política económica de Zapatero que tanto ha tardado en llegar. Hay también muchas maneras de expresar el descontento social y el rechazo al recorte de sueldos y pensiones, muchas formas de protestar. De todas, la coacción mediante la violencia, es la peor posible.

Publicado el 29 de septiembre de 2010 a las 11:30.

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"En las primarias se está jugando el post-Zapaterismo"

Archivado en: primarias, zapaterismo, Tomás gómez, Trinidad Jiménez

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Rafael Martínez-Simancas director y conductor de la tertulia y el análisis ‘De Costa a Costa’ de Punto Radio; Antonio R. Naranjo, director del digitaldemadrid y diariodealcalá y Alberto Castillo, director de Gente en Madrid, analizan a los candidatos de las primarias socialistas

 

Publicado el 28 de septiembre de 2010 a las 18:45.

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Vivir y morir en soledad

Archivado en: Editorial, Amancio, Jerónimo, Luis Miguel Aranda, residencia, soledad, muerte

Hay algo más desgarrador que morir en soledad? Maneras de morir hay muchas, ninguna  exenta de dolor, el propio y el ajeno. El dolor propio, derramado en la contienda que siempre se acaba perdiendo. Unas veces violenta, como la agonía que socava inexorable las fuerzas hasta exhalar el último hálito; otras más dulce, cuando la noche roba el protagonismo y se apaga la luz tal como se esconde el día, tenuemente, casi sin llamar. Y el dolor ajeno, el que golpea por la incertidumbre de tomar la medida al tiempo que araña los días y las horas a la esperanza. Cuando se va un ser querido sólo el tiempo es capaz de llenar ese vacío. Si la muerte fue natural, murió de viejo -decimos- nos confortamos en los años vividos, en el tiempo que compartimos. Arropamos a nuestros queridos en su despedida. Y les lloramos. Nos duele su muerte y la superamos con el amor que nos dejan. Nos arranca una parte de nosotros pero cicatrizamos la herida con sus recuerdos. ¡Qué gozo cerrar los ojos sabiéndote querido! Cuando un anciano muere en soledad, una parte de la sociedad se muere con él. Su muerte es tan fría como la propia muerte. No importa el dolor que provoca, pues nadie la llora cuando irrumpe. Si se presenta de frente o a traición, si alarga su pulso a la desesperanza, es indiferente, pues sólo la espera quien con ella se marcha. Morir en soledad es una segunda muerte, tras la muerte en vida. Cuántos ancianos la sufren. Es imposible poder imaginar la angustia de aquellos a los que la vida acaba envolviendo en el manto de la indiferencia. A los que nadie les llora, pues llevan años muertos antes de morirse. Cada noticia de un anciano que aparece muerto, olvidado, sin el calor de un familiar, de un amigo cercano,  es un aldabonazo que debería sacudir la conciencia de toda la sociedad. Amancio y Jerónimo tenían 81 y 88 años. Sus familiares hoy les lloran, recordando su despedida por la mañana, cuando la furgoneta de la residencia les trasladó por última vez. A diario los recogían en sus domicilios, los colocaban en la parte trasera de la furgoneta con sus sillas de ruedas, y los trasladaban a la residencia. "Por un despiste estúpido", tal como describió Luis Miguel Aranda, el director del geriátrico, al tratar de explicar cómo dejó a los dos ancianos abandonados en el interior de la furgoneta durante más de 12 horas. Se los dejó olvidados, como quien olvida un paraguas. Quizá en sus últimas horas, Amancio y Jerónimo sintieran esa soledad aterradora. Como tantos ancianos que no tienen quien les llore, y viven y mueren en soledad.

Publicado el 24 de septiembre de 2010 a las 10:45.

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Contra la discriminación y por la dignidad

Archivado en: Editorial, publicidad, prostitución, explotación sexual, Grupo Gente

El Congreso de los Diputados ha dado un paso más hacia la prohibición de los anuncios de sexo en España. Siguiendo una iniciativa de UPN, ha aprobado una proposición no de ley que insta al Gobierno a formular una propuesta sobre la eliminación de los anuncios de prostitución en la prensa a partir del informe que emita el Consejo de Estado. Se pretende que el Gobierno excluya de sus campañas de publicidad institucional a aquellos medios de comunicación que incluyan anuncios de contactos. Está demostrado que gran parte de los anuncios de prostitución que se publican en la prensa están relacionados con un negocio controlado por las mafias que se dedican a la explotación sexual de mujeres y también de hombres. Una vez que el Consejo de Estado haya emitido su dictamen, el Gobierno tendrá un plazo máximo de cuatro meses para presentar su propuesta.  Lo que el Congreso ha pedido con el apoyo mayoritario de todos los grupos es que se fomente la autorregulación dentro de la prensa diaria para eliminar la publicidad de mujeres prostituidas y promueva en colaboración con las comunidades autónomas campañas de sensibilización social contra la explotación sexual y sus soportes publicitarios. Es cierto que este tipo de anuncios mueve en España del orden de 40 millones de euros al año, una cantidad nada despreciable para un sector duramente golpeado por la grave situación económica. No estará de más que los medios se adelanten a la iniciativa del Gobierno  y se sometan voluntariamente a la autorregulación. Sería oportuno de la misma manera que el Ejecutivo asumiera el importante papel que juegan los medios de comunicación en una sociedad libre y plural y apostara por ayudarles de la misma manera que ha intervenido en sectores como la banca o el automóvil.  Al menos, que controlara que la publicidad institucional llega a todos los medios en igualdad de condiciones en función de su importancia, difusión y presencia territorial. La sociedad necesita a los medios de comunicación y estos necesitan ingresos para sobrevivir. Pero en tanto se materializa la prohibición de los anuncios, es importante el compromiso firme de todos los actores sociales, incluidos los medios de comunicación. En este ejercicio de responsabilidad, el Grupo GENTE se suma al debate en favor de la dignidad de las personas, y seguirá vigilante para que en ninguna de sus 41 cabeceras aparezca un sólo anuncio que sea cómplice con cualquier forma de discriminación y explotación sexual.

Publicado el 23 de septiembre de 2010 a las 10:45.

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Liberados sindicales y asesores varios

Archivado en: Editorial, Esperanza Aguirre, huelga general, sindicatos, liberados sindicales, asesores

La que ha organizado Esperanza Aguirre con su anuncio de meter mano a los liberados sindicales, esa modalidad tan española de trabajador que no trabaja, pero que cobra tan ricamente. Ha dicho la presidenta que ajustará el número de  liberados sindicales de acuerdo a lo que corresponde a la ley, "lo que además de ser respetuoso con los derechos de los trabajadores y con la ley permitirá un mejor aprovechamiento de los efectivos con los que cuenta la Administración autonómica". Se puede decir más alto, pero no más claro. Quiere Esperanza Aguirre acabar con aquellos que se han tomado la defensa de los trabajadores como excusa para no arrimar el hombro. Aguirre ha puesto el dedo en la llaga, porque no hay nadie, salvo los propios liberados sindicales, que no vea la gran patraña en la que se refugian buen número de zánganos con escasas o nulas ganas de trabajar y de cumplir rigurosamente un horario como el resto de trabajadores, pero que cobran religiosamente su peonada por rascarse la barriga. No es razonable que para defender los derechos de los trabajadores haya que dejar de trabajar. Si los sindicatos quieren liberar a trabajadores en las empresas y organismos oficiales que lo paguen con las cuotas de sus afiliados y con las jugosas subvenciones que reciben con los impuestos de todos los españoles. Pero el problema es que esas subvenciones sólo sirven para alimentar y mantener unos mastodónticos sindicatos apesebrados que han mirado para otro lado ante la destrucción masiva de empleo. La duda que suscita la decisión de la presidenta es por qué adopta ahora esta medida, pues caraduras ha habido siempre. ¿No estaban antes por encima de lo que corresponde por ley? Deberá aclararlo, porque en caso contrario podemos pensar que es un golpe de efecto ante la próxima huelga general. Pero puestos a sugerir medidas de recorte de gasto, le propongo a la presidenta, con acuse de recibo a otros presidentes, ministros, alcaldes y similares, que le den una vuelta a otro de los gastos que asfixia las administraciones públicas, ya sean del gobierno nacional, de los gobiernos regionales, o de las administraciones locales, y es el de los puestos de confianza, también conocidos como asesores, un grupo laboral tan numeroso y gravoso como innecesario, pues se supone que nuestros gobernantes están sobradamente capacitados para tomar por sí mismos las decisiones más justas y necesarias para el bien de los ciudadanos. ¿O no lo están?

Publicado el 17 de septiembre de 2010 a las 09:45.

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El termómetro de la huelga general

Archivado en: Editorial, huelga general, sindicatos, liberados sindicales

Nadie puede poner en duda que los sindicatos juegan un papel relevante en España, y que su papel de interlocución es necesaria, y más aún si cabe en un tiempo de crisis tan aguda como la que estamos viviendo. Por eso la huelga general del próximo 29 de septiembre y su consiguiente éxito o fracaso es tan importante para los sindicatos, pues se trata de un termómetro con el que van a medir ante la opinión pública su fuerza y capacidad de movilizar a los trabajadores. Ahora bien, ¿cómo se mide el éxito o el fracaso de una convocatoria como ésta? ¿Es un éxito para los sindicatos que la huelga tenga un seguimiento masivo? UGT y CCOO aspiran a que el gobierno con el que dócilmente han comulgado mientras nos adentrábamos en la crisis se vea obligado a modificar el rumbo de su política económica ante la protesta multitudinaria de los trabajadores. Pero parece ser que la apatía se ha adueñado de los ciudadanos, que no confían en que las cosas puedan cambiar en el corto plazo y que su movilización vaya a servir para algo más que para medir la capacidad de convocatoria de las centrales sindicales. Ha habido un precedente con la reciente huelga de los funcionarios, que demostró lo alejados que están los sindicatos de  aquellos a los que dicen representar. A estas alturas de la película, a UGT y CCOO parece importarles más demostrar que aún tienen capacidad para movilizar a los trabajadores y paralizar el país con una huelga en la que no creen ni ellos, que plantar cara ante un gobierno al que no han sabido decirle basta ante la destrucción masiva de empleo. Por eso, ocurra lo que ocurra el 29 de septiembre, sea un éxito o un fracaso, los sindicatos tendrán que valorar para qué ha servido la huelga, la repercusión que ha tenido y sobre todo, reflexionar y mirarse al ombligo sin complejos para analizar qué papel quieren jugar en lo que queda de crisis y asimilar que necesitan un cambio radical de estrategia, arrimando el hombro con responsabilidad. El camino emprendido por la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha  anunciado un ajuste del número de liberados sindicales, lo que en la práctica supone acabar con la impunidad de sindicalistas que se dedican a cobrar por no hacer nada, es sintomático del profundo cambio que deben acometer los sindicatos en sus estructuras. Lo contrario será seguir agrandando la brecha que cada vez les separa más de los trabajadores que no se sienten identificados con sus sindicatos.

Publicado el 16 de septiembre de 2010 a las 10:30.

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Alberto Castillo

Alberto Castillo

Director de Gente en Madrid. Periodista madrileño, de 46 años, cuenta con una dilatada experiencia en medios. Ha sido subdirector general de la Agencia de Noticias Servimedia. Gran parte de su carrera profesional ha estado vinculado a la radio en distintas cadenas. Comenzó en la Cadena Rato en los años 80 y de ahí pasó a la COPE, cadena en la que fue redactor de informativos locales, redactor jefe del informativo matinal "La Mañana" (con el desaparecido Antonio Herrero), redactor jefe de informativos de fin de semana y jefe de prensa. Su última etapa en la radio fue en la extinta Radio España-Cadena Ibérica.

 

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