Archivado en: Boom hispanoamericano
Disfrutaba la literatura hispanoamericana, ésa que se calificó con una especie de explosión: la literatura del boom. Con 16 años, leía a gusto a autores de diferentes generaciones, en diferentes géneros, con diferentes estilos, con diferentes... Eran los ochenta y resonaba aún con fuerza aquel boom literario que reventó entre los lectores de los sesenta como una bomba de racimo.
Al margen de la calidad de muchos autores y de inventos editoriales, para mí todos tenían un aspecto común: eran mis lecturas nocturnas. En aquel tiempo leí el pimpampúm en la cama, bajo la luz de la bombilla: Borges, Asturias, Cortázar, Octavio Paz, García Márquez, Monterroso, Cabrera Infante, Vargas Llosa... Y apareció mi miopía.
Entonces yo dividía a aquellos escritores hispanomericanos en cinco grupos.
Pelmas (por ejemplo: Fuentes).
Maestros (cuentistas que aún me resultan válidos: Cortázar, Onetti y... Cortázar).
Verborrágicos (con Carpentier al frente).
Hondos (Onetti , Roa Bastos y Sábato).
El grupo de Rulfo, con Rulfo.
En los últimos cinco años sólo he releído los cuentos de Cortázar, Onetti y Monterroso; y, eso sí, al grupo de Rulfo completo.
Tuve que leer obligado:
-En esto creo, de Fuentes (lamentable);
-Vivir para contarla, la primera entrega de los tres tomos prometidos que conformaban la autobiografía de García Márquez;
-Memoria de mis putas tristes, también de García Márquez. Un cuento alargado editorialmente (letra grande, generosos márgenes...) hasta el formato de la novelita. (Lamentable, también). Para mí, un cuento deudor de La casa de las bellas durmientes, de Kawabata.
P.D.: En los talleres literarios de finales de los ochenta y comienzos de los noventa mandaban Cortázar, Borges y García Márquez. En la segunda mitad de los noventa, la austeridad de Carver los desplazó.
Publicado el 7 de mayo de 2009 a las 16:15.