Valencia-Real Madrid: el primer partido que gana Ancelotti
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En los días previos al importante (y complicado) partido de Mestalla, Carlo Ancelotti aseguraba que para ganar esta Liga el Real Madrid deberá llegar a los 100 puntos. Si el italiano desea pasar del notable en matemáticas debe saber que para alcanzar ese récord de tres dígitos, los blancos sólo pueden permitirse dos tropiezos (sendos empates), o uno (una sola derrota), según se mire, un margen muy estrecho que puede caer a modo de guillotina a poco que se repitan actuaciones como la de anoche en Valencia.
Porque durante muchos minutos el Madrid sacó su versión más complaciente, esa que ya mostró en Pamplona. Parece que después de unos años jugando a toque de corneta este equipo se conforma con demostrar a sus críticos que puede amasar durante muchos minutos la posesión del balón. Por primera vez en muchos años, el centro del campo está por encima de la delantera. Modric y Xabi fueron de lo poco salvable en un equipo que se quedó huérfano del hambre de CR7 y de las combinaciones de Benzema.
Ambos pueden y deben dar más, aunque este drama se queda en comedia cuando se mira al centro de la defensa. Si Sergio Ramos fuese portugués llevaría media temporada en el banquillo. La corriente periodística que aún sigue defendiendo al sevillano no le perdonaría tal cúmulo de errores a jugadores como Pepe o Varane, pero el Mundial está a la vuelta de la esquina y en Brasil necesitaremos llevarnos bien con uno de los jugadores que, salvo catástrofe, será titular, no sea que se enfade por unas críticas que, total, sólo afectan al equipo que le paga y que, en estos momentos, no da de comer a ciertos medios de comunicación (¿Verdad Relaño?).
Con 2-2 en el marcador y un rival que empezó a morder (Djukic debe estar contentísimo) en su defensa, Ancelotti dejó de arquear su ceja para resolver el jeroglífico. La tendencia de Di María y Ronaldo a tirar diagonales por dentro favorecía a un embotellamiento en el que el Valencia se sentía comodísimo. Dado que Marcelo perdió fuelle en la segunda mitad y que Arbeloa está para otros menesteres, el técnico italiano dio un golpe de mando introduciendo a Carvajal y Jesé. El Madrid inclinó el campo por la derecha con constantes 2x1, aprovechando que Piatti iba con la reserva y que Bernat es, a día de hoy, más productivo en ataque que en defensa. El gol decisivo se debe a un fallo de Guaita, pero también a este movimiento de Ancelotti.
Así, el Madrid llega al parón navideño con la sensación de que la distancia de 5 puntos respecto al Barça y al Atlético es menor de la sensación que dejan los blancos sobre el campo. En otras temporadas, a los merengues cuando les faltaba fútbol siempre tenían la épica como argumento final. En ésta, con más peloteros que nunca, los generales no parecen dispuestos a mancharse el traje en el campo de batalla. Al menos queda el consuelo de que parece que hay un entrenador que por fin entendió que su papel va más allá de gestionar egos y tener contentos a los periodistas que se citan en Valdebebas. Ancelotti puede comerse los turrones presumiendo de que estos tres puntos llevan su sello.
Publicado el 23 de diciembre de 2013 a las 09:00.