Las heridas que deja la final Real Madrid-Olympiacos
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Lo han vuelto a hacer. Por segundo año consecutivo, el Olympiacos llegaba a la Final Four de la Euroliga como un auténtico outsider. Casi nadie le daba opciones siquiera de doblegar en las semifinales al ogro CSKA de Moscú, pero a base de juego colectivo, de una defensa asfixiante y de la inspiración de Spanoulis los helenos han conservado su corona continental. Una lección para todos: los equipos no se crean a base de talonario, sólo a través de trabajo y talento. Todos, absolutamente todos los jugadores de Olympiacos saben cuál es su rol y, lo más importante, además tienen interiorizado como dogma de fe que el papel de cualquier compañero es clave, ya sea a través del liderazgo de Spanoulis o de los minutos de calidad que siempre aporta Perperoglou.
Pero, ¿qué sensaciones debería extraer el Real Madrid? A pesar de la derrota, los hombres de Pablo Laso deben tomarse esta Final Four como un paso más en el peaje que conlleva tener una plantilla tan joven. El descaro con el que juegan los blancos lleva implícito sufrir decepciones como la de este domingo. Un árbol no debe todo el bosque y el Madrid ha firmado una gran actuación en esta Euroliga. Su grupo en el 'Top-16' era durísimo y los de Laso pasaron el examen con nota. Sin embargo, aún hay asignaturas pendientes. Tras un primer cuarto estelar en la final, no entendieron que había llegado uno de los momentos culminantes del partido. Bastaba con cerrar el rebote en defensa y, sobre todo, escoger las mejores acciones en ataque. De haber mantenido unas diferencias en torno a los diez puntos antes del descanso, el Madrid habría afrontado la segunda parte con medio título en el bolsillo.
A partir de ahí, la final se decidió fundamentalmente por dos factores y en prácticamente ninguno de ellos tuvo nada que decir el Real Madrid. El primero es Vassilis Spanoulis. El '7' del Olympiacos pasó buena parte del segundo cuarto sentado en el banquillo, recapacitando sobre lo que estaba pasando sobre la cancha y los errores que le habían llevado a firmar un insólito -10 de valoración. Tras el paso por los vestuarios, el genio había dado con la fórmula. Olympiacos llamó a la puerta de la victoria con tres triples consecutivos de su estrella, quien volvió a guardarse un último truco para asestar el golpe de gracia a los blancos: un triple desde casi 8 metros cuando los de Laso se habían volcado hacia una remontada épica. Spanoulis dejó una nueva lección de juego, de fortaleza mental para reponerse de un mal arranque y de caballerosidad al ir consolando uno a uno a sus rivales. CHAPEAU.
El otro factor vino determinado por la actuación arbitral. Cuando Olympiacos decidió subir su nivel de agresividad en defensa, las acciones de los griegos no encontraron respuesta en los silbatos de Cerebuch, Belosevic y Ryzhyk. Desde ayer, esos tres nombres ya están escritos con mayúsculas en la leyenda negra madridista. El ejemplo más sangrante fue la penetración de Mirotic que acabó con el hispano-montenegrino por los suelos y Olympiacos montando un contragolpe. Una competición del nivel de la Euroliga no puede permitirse arbitrajes de este tipo.
Pero de eso también debe aprender un Real Madrid al que le cuesta entender qué intensidad defensiva permiten los árbitros en algunas fases del partido. Más que pizarra y táctica, Pablo Laso debe recetar a los suyos una terapia psicológica para recuperar la confianza y esa fluidez que les han llevado a jugar una final europea, algo que no sucedía desde hace 18 años. Ser subcampeón de Europa no alimenta las vitrinas, pero debería servir como inyección moral de cara a los 'play-offs' de la ACB, desde hoy el gran objetivo blanco y el examen en el que se verá si las heridas de la Euroliga han recibido los puntos de sutura necesarios.
Publicado el 13 de mayo de 2013 a las 08:45.