La otra cara de la sanción a Sergio Ramos
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El arrepentimiento es un gesto honorable pero que no debería eximir a algunas personas de recibir el castigo correspondiente por sus fechorías. Esta sentencia podría ser aplicable a Sergio Ramos. El defensa sevillano volvió a mostrar la cara menos amable de su juego en el partido de vuelta de los octavos de final ante el Celta de Vigo. En su actuación no faltó de nada: juego duro, gestos reprobables e incluso insultos al colegiado. Con semejante ensalada de despropósitos, la sanción de cinco partidos se antoja más que razonable, por más que el jugador volviera a sus cabales vía Twitter nada más acabar el partido.
Dejando a un lado la jugada de la primera tarjeta, en la que Ramos se arriesga a ver una amarilla por la intención más que por la entrada en sí, la acción de la expulsión debería servir al jugador para reflexionar o, en caso contrario, para que alguien del club o de su entorno siente al futbolista en el diván. Sergio Ramos llegó al Real Madrid en el verano de 2005 y desde entonces se ha convertido por derecho propio en una de las piezas básicas, pero más allá de sus éxitos también conviene recordar que ha visto la friolera de 15 tarjetas rojas en su etapa como merengue, cuando todavía no ha llegado a los 27 años. Uno se aventura a pensar que a medida que el jugador se haga mayor y pierda velocidad el número de tarjetas puede llegar a cotas escalofriantes.
Ya tiene el dudoso honor de haber superado en ese apartado a una leyenda blanca como Fernando Hierro. Cuando alguien dijo que Ramos era el heredero natural del malagueño, el sevillano se lo debió tomar al pie de la letra. La jugada con Augusto Fernández muestra lo peor del camero, pero como casi siempre sucede con este club, el debate ha virado hacia los caminos que más interesan a los medios de comunicación. Ramos es historia viva de los éxitos de la selección española y uno de los miembros del núcleo duro del vestuario blanco. Vamos, uno de los nuestros. Eso es al menos lo que piensan muchos periodistas que ya tendrían la cabeza de Pepe en el cesto de la guillotina si el internacional portugués hubiese propinado esa patada a un contrario. La fama de Pepe está más que justificada, pero a estas alturas hay que denunciar el trato tan diverso que recibe en los medios en comparación con su compañero en el centro de la zaga. Con Ramos no se está discutiendo si su acción es punible o no, sino si los comités y los árbitros actúan con premeditación y animadversión hacia el Real Madrid. Lamentable.
Aunque todo esto no significa que el bueno de Ramos se haya librado por completo de las críticas. El diario valenciano (y valencianista) Superdeporte se ha descolgado este viernes con una portada impresentable (y ya van unas cuantas). Desde hace varios años en la capital del Turia miran con cierto recelo todo lo que sucede en la casa blanca, pero ahora que se aproxima una eliminatoria de Copa del Rey, con la vuelta en Mestalla para más inri, conviene recordar a la gente quién es el malo de la película, no vaya a ser que pensemos que la culpa de los males valencianistas como la destitución de Pellegrino no vienen causadas por el Real Madrid, ya saben, el equipo del Gobierno. Quien siembra vientos...
Publicado el 11 de enero de 2013 a las 09:30.