De punta en blanco. Real Madrid

Dos históricos de la Champions, el regreso de Cristiano Ronaldo, el pulso táctico Mourinho-Ferguson...demasiados ingredientes como para no creer que la eliminatoria de la Liga de Campeones entre el Real Madrid y el Manchester United no es la más atractiva de todos los octavos de final. Todavía quedan dos meses para que ambos equipos se vean las caras, un mundo en materia futbolística, pero vamos a intentar desgranar las claves de este choque.

De las cinco posibilidades que otorgaba el bombo, el Bayern Munich parecía el rival de más enjundia y, por tanto, el equipo a evitar. Por contra, el Schalke 04 se presentaba como el conjunto quizás más accesible. En medio, otros 3 equipos de diversa dificultad en los que el Madrid puede sacar la lectura de haber evitado a la siempre competitiva (y ahora brillante) Juventus de Turín. Quedaban el PSG y el United, uno un colectivo de estrellas aún por conjuntar y el otro un bloque con un par de estrellas, tan diferentes, pero a la vez tan temibles. Al final, el destino quiso que fuese el United. Regreso a Old Trafford y por tanto vuelta a las hemerotecas para recordar gestas como el taconazo de Redondo o el hat-trick de Ronaldo que alimentan los sueños de la afición blanca.

Basándonos en esos dos antecedentes, el Madrid haría bien en fijarse como modelo el equipo del año 2000. Con muchas dudas en el campeonato liguero, Del Bosque rompió la pizarra habitual para sacar partido a las mejores piezas que tenía. Jugar sin complejos en Manchester, blindar la defensa y liberar a los futbolistas más creativos acabaron completando una fórmula ganadora que esconde la supuesta debilidad de jugadores que ni mucho menos estaban en un nivel top.

A pesar del grato recuerdo que dejó en el imaginario madridista la siguiente visita merengue a Old Trafford, conviene decir que ese partido acabó en derrota (4-3) y que sólo el excelente partido de la ida evitó males mayores. El Madrid había ganado en calidad e imaginación en los metros finales, a costa de tener menos control en el centro del campo y, sobre todo, en detrimento de la solvencia defensiva. La teoría de la manta quedó de manifiesto: los pies se quedaban al descubierto al taparse la cabeza.

Al margen de la disparidad de resultados, dos factores diferenciaron a ambos partidos: la frescura física y la fortaleza mental. En el 2000, el Madrid ya se había dejado ir en la Liga y varios jugadores reservaron fuerzas para la eliminatoria; mientras que dos años después los blancos sufrían un mayor desgaste a causa del sprint por la Liga. En el otro terreno, el mental, Ronaldo evitó que las lagunas defensivas pasaran una factura de mayor coste. Dos años antes jugadores como Redondo, Raúl e Iván Helguera (nunca se hizo justicia con su memorable partido en Old Trafford) se sobrepusieron a todo (ambiente, resultado de la ida, favoritismo local...) para sacar un poco más de brillo a la leyenda blanca en Europa.

Seguramente que esta plantilla va sobrada de calidad en comparación con el equipo que levantó la octava Copa de Europa en París, pero bien harían Mourinho y sus hombres recurrir al archivo para recuperar las sensaciones de aquel equipo que, con muchos menos mimbres, se ganó por derecho propio un hueco en la historia.

Publicado el 21 de diciembre de 2012 a las 10:30.