De punta en blanco. Real Madrid

Con once puntos de desventaja respecto al líder de la Liga y tras lograr el billete para los octavos de final de la Liga de Campeones con bastante sufrimiento, buena parte de la afición madridista parece haber entrado en una fase de enajenación mental. Es cierto que con una plantilla de ese nivel, el equipo de José Mourinho tal vez debería haber cosechado unos resultados más favorables, pero también lo es que las notas válidas son las que se obtienen en los exámenes de junio, no en los parciales de diciembre.

Fiel a su modus operandi, José Mourinho volvió el sábado a distraer la atención. Su desafío saltando al césped del Santiago Bernabéu no pretendía convertirse en un termómetro de la opinión que tiene la afición blanca sobre su labor, sino que buscaba que el debate se centrara en él y no en los jugadores. Comenzar el derbi con una afición de uñas contra los jugadores era una amenaza con la que Mourinho no quería contar.

Otra cosa es lo que plantea el sector de la prensa más contrario al portugués. Acostumbrados a abrir casi todas las puertas del club, a conocer de primera mano todas las interioridades del equipo (incluso aquellas que no tienen ningún valor para los aficionados) e incluso para colocar entrenadores y presidentes (Juande Ramos, el caso Ramón Calderón...) a algunos de los popes de esta profesión les sabe a hiel comprobar cómo un entrenador intenta acabar con todo eso. Sus métodos pueden ser entendidos o no, pero Mourinho ha ido colocando espejos por todos los rincones que retratan a todos: desde su propia figura (genial en ocasiones, denunciable en otras), hasta la afición merengue (esa que aplaude más a un jugador como Fernando Llorente que nunca ha vestido de blanco, que a futbolistas como Di María o Cristiano Ronaldo), pasando por los medios de comunicación.

Valga toda esta extensa introducción para explicar las portadas de los principales periódicos deportivos con los que desayunamos este lunes. De un simple vistazo encontramos dos tendencias claras: críticas a Mourinho en Madrid y halagos desmedidos a Messi en Barcelona. Alguno podría pensar que esas portadas son merecidas (por deméritos del técnico portugués y por las cifras goleadoras del argentino), pero ese argumento se queda en nada cuando se observa que el planteamiento se perpetúa en el tiempo. Es evidente que estos medios han iniciado dos campañas muy particulares que responden a intereses propios: echar a Mourinho y que Messi se haga con el Balón de Oro. Vamos, como para que luego nos vengan dando lecciones desde Barcelona con el término 'central lechera'. ¿Quién hace una defensa desmedida de un determinado equipo y/o jugador en todas las situaciones posibles?

Si la temporada pasada uno leyera todos los días los periódicos sin mirar la clasificación liguera podría pensar que el equipo que llegó a los 100 puntos y marcó 121 goles no jugaba en el Santiago Bernabéu, sino en el otro lado del puente aéreo. No sé si eso se debe a una acertada estrategia de comunicación del Barcelona o a una errónea del Rel Madrid, lo que sí que tengo claro es que la afición merengue (al menos la que va habitualmente a Chamartín) es muy permeable a este tipo de mensajes, una circunstancia que da pie al club a dar golpes de timón en base a fichajes populistas o a servir la cabeza del entrenador en cuestión en bandeja de plata, por más que éste haya puesto en entredicho el dominio del eterno rival.

No quiero decir que el periodismo crítico consista en reírle todas las gracias a Mourinho, pero en estos tiempos de crispación y crisis parece que no hay lugar para los grises, sólo los blancos o los negros. Por eso, parece que al entrenador madridista sólo le salvará un éxito de campanillas, es decir, firmar una remontada histórica en Liga o llevar a las vitrinas del Santiago Bernabéu la décima Copa de Europa. Llegará el mes de junio y Mourinho se irá o se quedará, pero al Real Madrid aún le quedará la asignatura pendiente de la propaganda y la estrategia de comunicación.

Publicado el 3 de diciembre de 2012 a las 09:30.