Sin duda, el El Molino es uno de los edificios con más valor sentimental para los barceloneses, sobretodo para los habitantes de Poble Sec. Fue durante muchos años el epicentro de la avenida más 'golfa' de la ciudad, cuando el Paral·lel era todo un símbolo en el mundo del espectáculo por el número de teatros y cabarets que acogía; por este motivo llegó a ser bautizada como "la avenida del espectáculo" de Europa.
Con sus características aspas rojas de molino en la fachada, este cabaret fue el más famoso de los teatros durante buena parte del siglo XX y siempre fue considerado un espacio transgresor de los límites permitidos, con una gran capacidad de crear lenguajes propios y de doble sentido. Fue una muestra de ingenio y agudeza para escapar de las censuras de cada época y era allí donde se programaban los espectáculos más atrevidos, con la presencia de las vedettes del momento. Debido a la estrechez (literal) del edificio, los artistas tenían que salir a la calle desde un lado del escenario para volver a entrar por el otro.
Tuvo varios nombres, y al principio de la Guerra Civil se rebautizó como Moulin Rouge; sin embargo con la llegada de la dictadura franquista, obligaron a castellanizar el nombre y sobretodo a quitarle ese color que sugería ciertas connotaciones políticas tan poco en consonancia con la oscuridad de esos años. Desde entonces pasó a llamarse El Molino. El teatro, que cerró las puertas en 1997 debido a la crisis que afectó a varios locales del Paral·lel y a las nuevas modas en el sector del ocio, vuelve a hacer girar sus aspas esta semana tras un intenso proceso de remodelación. Detrás de este proyecto hay la Fundación El Molino-Fem, formado por nombres muy conocidos pero que pocos asocian como promotores de este cambio,como Miguel Bosé y Emilio Sánchez Vicario. El objetivo de la fundación de recuperar el Broadway barcelonés y el glamour perdido de la avenida ha dado otro paso de oro.
Publicado el 14 de octubre de 2010 a las 18:45.