Una terraza con docenas de mesas en la capital catalana y una pantalla a todo volumen. España se juega el pase a la final del Mundial y ante el monitor se extiende una curiosa diversidad de ideologías y sentimientos que convergen en un momento algo delicado entre las relaciones Catalunya-España. Porque no todo es apoyar hasta la muerte a la Roja o desentenderse del Mundial porque la selección catalana no está presente. Entre el blanco y el negro, esta competición está dejando entrever multitud de grises. Desde el que afirma que ante una Roja tan Guardiolista y catalana es permisible sentirla más cercana, hasta el que aparta sus sentimientos por el simple placer de ver fútbol, pasando por el que considera que cualquier excusa es buena para celebrar algo, y más en los tiempos que corren.
Dicen que el fútbol también es política, y de aquí que la sombra de las distintas nacionalidades que niega el Constitucional también ensombrezca el césped. Por eso algunos echan en cara a ciertos comentaristas que hayan renegado toda la temporada de los jugadores blau-granas, y en cambio ahora les tiren florecillas sin cesar. Otros aprovechan los goles para argumentar que la unidad es el único camino posible. Y algunos, más rojos que nadie, sufren porque creen que una victoria española dará alas a Zapatero. También están los que saben combinar sin ningún problema el vestirse de rojo el próximo domingo después de haber ido a la manifestación en Barcelona el día anterior. Mal vamos si la política también juega a fútbol porque entonces ya podemos temblar ante la posible reacción del gabinete alemán. Como a Ángela Merkel le haya sentado mal la derrota de su selección, quizás la tome contra España y obligue a al Gobierno a rehacer su decretazo y a estrecharse aún más el cinturón.
Publicado el 8 de julio de 2010 a las 19:15.