La poca vergüenza de Jordi Montull
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Hay noticias que por muy anodinas que parezcan, encienden los ánimos y ya ponen de mala leche al país desde primera hora de la mañana.
Y aunque el hecho en sí es baladí, ocupa dos portadas de periódicos catalanes. Cuentan que Jordi Montull, uno de los dos saqueadores confesos del Palau de la Música, ayer cometió otra ilegalidad. Para cumplir con su cita mensual con el juez que instruye su caso, aparcó en una zona de discapacitados en la Ciutat de la Justícia usando de forma fraudulenta una tarjeta de un familiar que, además, está caducada desde el 18 de enero.
De acuerdo, es un error de carácter menor. Pero una persona acusada de desfalco, ¿no debería tener un poco más de consideración? Porque la sensación que se desprende de esta acción es que esta persona pasa de todo. Se ríe de todos nosotros. Ese acto incívico e ilegal, que quizás mucha gente ha cometido en un momento puntual, en Montull se convierte en una falta de sensibilidad, en una muestra de prepotencia sin límites propia que aquellos que se consideran impunes.
Siempre nos quedará el amargo consuelo del juicio independiente de la masa social, que a buen seguro contemplará de modo muy distinto, y también con una mezcla de impotencia y estupefacción, los agravios cometidos por este personaje. Y seguiremos esperando que la investigación tire de todos los hilos del caso y busque hasta el último rincón, aunque éste pueda llevar al omnipresente cáncer de la financiación de partidos o a gente con presunción de intocable
Publicado el 2 de marzo de 2010 a las 10:00.