Noticias de Barcelona

Ya se habla de la mayor manifestación de la historia de Catalunya. Habrá quien manipule las cifras, quien niegue lo evidente y malinterprete el sentido de la marcha. Pero sólo hay una realidad, y es que más de un millón de personas expresaron  su rechazo no sólo por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, sino por el trato recibido como pueblo. Quien quiera entender de verdad la marcha de ayer, tiene que remontarse a varios años –¡demasiados!– en los que el ciudadano catalán se ha sentido ninguneado por el poder central y ha percibido de manera sistemática un maltrato político y mediático. Y ayer salió a la calle para expresar este malestar.

Fue una manifestación pacífica, sin violencia ni comportamientos agresivos. Quizás los momentos de más tensión fueron los sobrecogedores silencios que a veces imperaban en la marcha. Allí te das cuenta que una actitud callada puede ser más ruidosa y expresiva que el clamor que de vez en cuando se adueñaba de la multitud. Porque aunque imperaban los gritos de indepedencia, allí andaban al mismo paso diversas ideologías y planteamientos muy distintos sobre cuál debe ser la relación con España. Familias enteras, abuelos orgullosos, grupos que venían desde todos los rincones, muchos cochecitos de bebé y un mismo código de vestimenta: la senyera.

La marcha ofrecía cuadros realmente curiosos, como un padre extranjero con sus dos hijos pequeños, todos ondeando la estelada. Eran turistas recién llegados de un país nórdico. El señor explica que en el hotel le habían avisado que mejor dejara la Pedrera y la casa Batlló para otro día, que esta tarde habría una "protesta". Se informó sobre los motivos y habló con la gente que ya empezaba a invadir el centro. "Al final hemos decidido unirnos a la marcha.Podríamos habernos ido a otra parte e ignorar lo que estaba pasando. Pero cuando la inmensa mayoría está de acuerdo en algo, no puedes ir a contracorriente." Sabias palabras.

Publicado el 11 de julio de 2010 a las 10:45.