Mi estupenda comunidad de vecinos
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Vivo en un precioso ático de un antiguo y no menos bonito edificio de una ciudad multicultural. En nuestra comunidad hay 19 viviendas. Desde que tengo uso de memoria, la presidencia de la escalera siempre ha recaído sobre el habitante del mismo piso, situado en el centro del edificio. Y él decide enteramente sobre todo lo que afecta a la vida de todos los vecinos.
La gestión de la comunidad se rige según las siguientes normas: el sueldo íntegro de lo que cada vecino gana en el trabajo lo ingresa directamente a la cuenta del señor presidente. Él gestiona nuestro dinero. Así, él decide cuánto me gasto en comida, los colegios a los que puedo llevar mis hijos, le pido permiso para ir al médico, y él decide qué programas de televisión puedo ver o no. Sin embargo, hay un par de vecinos que tienen un acuerdo diferente y gestionan ellos mismos sus sueldos, aunque se benefician de todo lo que se invierte en la comunidad. Porque buena parte mi sueldo sirve para los gastos generales de la escalera y para ayudar a los vecinos más desfavorecidos.
Tras muchos años, fue naciendo un descontento general en mi familia porque no creíamos que la inversión fuera equitativa. Por ejemplo, el ascensor nunca ha llegado hasta el rellano de nuestra casa, y el último tramo lo tenemos que hacer a pie. Hemos tenido goteras que provenían de la terraza comunitaria y tuvimos que reparar con dinero propio los desperfectos porque el presidente aplazaba una vez y otra el tema. Todos los vecinos tienen un coche subvencionado por la comunidad; el mío se estropeó hace tiempo y sin embargo tuve que pedir un crédito para comprar otro, porque según el presidente era más importante pagar la ortodoncia de los hijos que viven en los bajos.
Hace poco, y después de repetidas quejas, el presidente me prometió que se ocuparía de ello y que recibiría el dinero que legítimamente me pertencía. Pero las cosas no van bien, ha habido muchas reparaciones en el edificio y la comunidad está endeudada. Pero yo también. Y hace años que el dinero prometido no llega y ya no tenemos más ahorros, pero tengo que seguir pagando las facturas del coche, las goteras y las obras del ascensor. Como solución de emergencia, el presidente me dio permiso para pedir nuevos créditos (sí, esto también lo decide él), lo que ha enfurecido a la comunidad, porque las normas nos impiden endeudarnos más. Pero lo que yo pido ya se me debía.
No se trata de si he ahorrado poco o mucho, sino de una deuda que tenía el presidente conmigo. Ah, ¿que por qué no me voy? No puedo, el presidente no me deja.
Publicado el 10 de febrero de 2011 a las 19:45.