El deporte, sobre todo el fútbol, consigue lo imposible: el disfrute y la atención de millones de personas pertenecientes a diferentes nacionalidades en cualquier rincón del planeta sobre un partido, noventa minutos de emociones inesperadas. Estas sensaciones se observan estos días por Londres con decenas de carteles en las entradas de los bares para recordar los horarios de los partidos, banderas por todas partes, un patriotismo necesario siempre y cuando implique amor a una tierra, a lo que ésta representa. Sólo hace falta ver al público de los estadios en Sudáfrica cantando los himnos nacionales, con los futbolistas recordando sus letras y la muchedumbre excitada en el lugar elegido para ver el partido de su selección.
Cargo, un bonito pub situado en la zona de Old Street, fue el escenario concreto en el que un grupo de españoles siguieron las evoluciones del España-Chile. Primera regla. Hay que acudir con tiempo si quieres conseguir una mesa o un banco en la terraza cerca de alguna pantalla. Con el fresco recuerdo del empate entre Brasil y Portugal, una camararera recuerda que los españoles necesitarán mucha suerte para ganarles si se cruzan en su camino. Nadie lo duda. El bar se llena, cada uno hace lo que puede para sentarse o tener cierta visibilidad antes del pitido inicial y los 'españolitos', exaltados por ese sentimiento nacional que se agranda cuando uno está en un país extranjero, tararean el himno español.
Segunda regla. Antes de que arranque el partido, vete al baño y pide una consumición porque luego podrías perderte algo importante. Teinstantes como el 0-1 de Villa en una jugada aparentemente intrascendente, debido al fallo de Bravo. Gritos. Chillidos. ¡España, rarara! Ni él mismo se lo creía. El juego de la Roja no convence y Chile aprieta, pero Iniesta hace el segundo ante el delirio colectivo. Ingleses, australianos, chinos o brasileños felicitan a los virtuales ganadores, que se relajan después de tanta tensión con suposiciones, rápidas reflexiones sobre el choque y la expulsión chilena. Con 0-2 y contra 10 existe demasiado viento a favor.
Cuarta regla. Aprovecha el descanso para lo que quieras. Quince minutos dan para mucho. Esa llamada pendiente, más consumiciones, un paseo para estirar las piernas o tertulias inmediatas que permiten romper ante simpáticos desconocidos. "¡Vamos!", gritan cuando comienza el segundo tiempo, alterado por el 1-2. El descontento con el juego español gana enteros, pero, al final, lo que importa es la victoria. "Así no ganamos el Mundial, ¿te queda alguna duda?", sopesa una joven con firmeza. Voces discordantes.
Quinta regla. Si el partido se pone soporífero, busca una buena compañía para hacer un poco el tonto de vez en cuando. Cambios, errores en el pase y balones largos sin destino. España desespera. Acaba el partido. Los rostros de los futbolistas demuestran la serenidad del objetivo cumplido, el descontento por un partido extraño. Las modernas tecnologías permitían seguir el minuto a minuto del Suiza-Honduras. "¡Somos primeros!". ¿Se puede pedir más? "¡Otra cerveza por favor!", reclaman a lo lejos.
ALEMANIA-INGLATERRA EN PLENO HARD ROCK CALLING
Una de las anécdotas futbolísticas del pasado fin de semana en Londres sucedió en el Hard Rock Calling, gigantesco festival que se celebró en Hyde Park. Debido a la coincidencia del evento con el choque de Inglaterra, la organización decidió utilizar una de las pantallas centrales para ofrecer el partido. Por lo tanto, a las 15:00 horas había un silencio absorvente y miles de personas ante estas imágenes. Elvis Costello y Crowded House actuaron a unos metros de distancia durante el encuentro, pero el sonido musical superaba los murmullos mundialistas, excepto cuando la gente cantaba los goles. "¡4-1 para Alemania!", salta un joven mirando a su alrededor. Esperaba una respuesta racional. No la había. Otra vez será.
Marcos Blanco
marcos@gentedigital.es
Publicado el 28 de junio de 2010 a las 12:45.