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Blog de Javier Memba

El insolidario

El primer Tintín coloreado

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Tintín, Hergé

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(Publicado originalmente en Zenda)

            Los más suspicaces podrán notar cierta beligerancia en el hecho de que, coincidiendo con las innumerables conmemoraciones del centenario de la Revolución Soviética que veremos en los próximos meses, haya llegado a las librerías la primera versión coloreada de Tintín en el país de los soviets (1929). Cabe esperar que no tardarán mucho las traducciones españolas. Como su propio título índica, se trata del álbum anticomunista de Hergé. Sin embargo, también fue el único que el Maestro jamás coloreó en vida y sólo accedió a reeditarlo a regañadientes.

 

Los tintinófilos más ponderados tienden a pensar que ese ostracismo, al que el propio Hergé condenó la primera aventura de Tintín, fue debió a que, a medida que sus posiciones de la juventud se fueron atemperando con el paso del tiempo, él mismo -siempre esforzado en no molestar a nadie- prefirió no reeditarla. Hasta que las ediciones piratas que comenzaron a surgir a partir de una edición no venal de 1969, impresa por los Estudios Hergé a modo de obsequio a sus allegados -alguno de los cuales les traicionó pirateándola-, le llevaron a incluirla junto a Tintín en el Congo (1930) y Tintín en América (1931) en el primer volumen de Los archivos de Hergé (1973). Fueron aquellos unos tomos en los que el Maestro fue reuniendo sus álbumes publicados originalmente en blanco y negro.

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Publicado el 29 de marzo de 2017 a las 11:45.

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Setenta años de la revista "Tintín"

Archivado en: Cuaderno de lecturas, Tintín, Hergé

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(publicado originalmente en Zenda el pasado veintiséis de septiembre)

            "Para jóvenes de 7 a 77 años" rezaba el eslogan original de las aventuras de Tintín. Ese mismo lema fue el subtítulo de la revista que tomó su nombre del infatigable reportero de Le Petit Vingtième. Su primer número llegó a los quioscos belgas y franceses el veintiséis de septiembre de 1946. En los setenta años transcurridos desde entonces, cuantos aman las aventuras de Tintín han comprendido que el eslogan no era ni retórica ni una frase que iba bien para aumentar las ventas. Ni siquiera esa alusión al amplio espectro de la edad de los lectores que parecía. Muy por el contrario, era el conjuro que obraba el don de la infancia infinita.

 

Desde su primera entrega, En el país de los soviets, publicada como es sabido en Le Petit Vingtième entre el diez de enero de 1929 y el ocho de mayo de 1930, Tintín y Milú mostraron una capacidad sin paragón en toda la historia del cómic -y singular como pocas en la de la cultura occidental en general- para convertirse en la referencia más temprana de la mitología personal de sus lectores. Cuantos aman la obra de Hergé, el creador de tanta maravilla, desde que descubrieron su primera viñeta -ya no en Le Petit Vingtième, sino en uno de aquellos álbumes con el mítico lomo de tela que le obsequiaban sus mayores en la remota infancia- saben que volver a ver una estampa del periodista es volver a la dicha de los primeros días. Pero no divaguemos. Como se dice ahora, hoy lo que toca es la efeméride.

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Publicado el 12 de diciembre de 2016 a las 18:00.

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El Tintín de Spielberg

Archivado en: Inéditos, cine, "El Tintín de Spielberg"

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            Además de la del común de los espectadores, esos que acuden al cine buscando un buen espectáculo que les haga pasar un rato agradable, a quienes sin duda satisface por completo, la adaptación de las aventuras de Tintín de Spielberg ofrece como poco otras dos miradas: la del cinéfilo y la del tintinófilo. Tanto uno como otro tienen argumentos más que suficientes para apostillar el entusiasmo que la cinta viene despertando desde sus primeras proyecciones.

            Quienes van al cine a admirar una obra de arte, pueden hablar de una película -como todas las del Spielberg apto para menores- pródiga en planos que te atrapan -además de por el omnipotente marketing que les precede- por la aparatosidad de las caprichosas imágenes que muestran. Pero nunca por lo que están contando y menos aún por lo que aportan a la narración, a ese hilo de Ariadna -a ese desarrollo del asunto- que tanto respetaba el gran Hergé.

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Publicado el 3 de noviembre de 2011 a las 20:45.

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Tintín, Hergé y los coches

Archivado en: Cuaderno de lecturas sobre "Tintín, Hergé y los coches"

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De idéntica manera que los barcos -el medio de transporte trasatlántico en la juventud de Hergé-, los coches juegan un papel determinante en las aventuras de Tintín. Tanto es así que -aunque aquí se dice que es en la viñeta en que coge la moto de la policía alemana por primera vez-, el tupé se le levanta al Valiente cuando, perseguido por los guardias berlineses en Tintín en el país de los soviéticos, les roba el coche a los agentes (pág. 7, tercera viñeta). En la anterior, cuando se tira del árbol en que se encuentra escondido, su mata de pelo aún luce hacia delante.

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Publicado el 13 de octubre de 2010 a las 23:30.

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Más afán de Tintín

Archivado en: Cuaderno de lecturas sobre "Tintín, el sueño y la realidad"

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La comparación entre el espléndido Tintín y el mundo de Hergé (1988), de Benoît Peeters, y Tintín, el sueño y la realidad, del inglés Michael Farr, surge inevitable. Tal vez este de Farr sea un volumen más completo, si bien el de Peeters le sirve de referencia y, al igual que su predecesor -y todos los tintinófilos, sin duda-, Farr también reconoce que el encanto de El Valiente es esa suerte de infancia infinita que proporciona rendirle culto.

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Publicado el 21 de septiembre de 2010 a las 23:15.

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Tintín y el mar

Archivado en: Cuaderno de lecturas sobre "¡Rayos y truenos!, Tintín, Haddock y los barcos"

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A poco que se piense, el mar juega un papel fundamental en las aventuras de Tintín. Los días del reportero fueron los de los grandes transatlánticos. De hecho, salvo el de Vuelo 714 para Sidney pocos son los aviones que coge El Valiente para trasladarse al escenario de sus álbumes. De ahí ese capítulo titulado Otros mares, donde se dice que el desierto, las nieves del Tíbet y el espacio exterior del viaje a La Luna, también son una suerte de océanos para Tintín. En cualquier caso, lo que cuenta en este libro, tan ameno e interesante como toda la literatura que genera la tintinofilia, es lo relativo al mar.

Así, la relación de los barcos que participan en la serie, tanto en su primera versión como la definitiva, es exhaustiva. Como no podía ser de otra manera, destaca entre todos ellos el Unicornio, basado al parecer en un navío de la flota de Luis XIV. Sin embargo, el caballero de Hadoque, aunque afrancesó su nombre -Francis Haddock Esquiere-, es de ascendencia inglesa. Así lo prueba el hecho de su afición al ron, costumbre de la royal navy.

Al igual que en gran parte de la bibliografía tintinófila, el motivo de estas páginas es demostrar cuáles fueron los modelos reales en la inspiración de Hergé. Se pormenoriza de esta forma sobre los navíos que sugirieron el Sirius, el Karaboudjan o el Ramona. Más me ha llamado la atención el estudio de esa viñeta de Tintín en El Congo (pág. 19) en la que se nos explica que, además de autorretratarse junto a Jacobs -como ya hiciera en el palacio de El cetro de Ottokar...-, el maestro dibuja a Quique y Flupi entre los admiradores que van a despedir al Valiente.

 Dentro de esta misma línea, el profesor Aguste Piccard, físico nuclear- que como ya quedó apuntado en El ilustre Tornasol sirviera de modelo para el sabio- aparece en La estrella misteriosa (pág. 55.). La nómina completa de marineros incluida en la serie, acaso el principal oficio de sus personajes, la simpatía que Colón inspiraba a Hergé (pág. 57) o el origen del famoso "¡rayos y truenos!" del capitán (Trueno de Brest en traducción literal del francés), entre otras maravillosas curiosidades, hacen que todo este álbum sea una delicia. Cabe una última curiosidad, Pst -el Pst que naufraga junto a los valientes en Stock de coke- aquí es llamado Ups. No hay duda de que el traductor no es todo lo tintinófilo que debiera, pues también llama El caso Tornasol a El asunto Tornasol (pág. 72).

Del autor, desde luego, no se puede decir lo mismo. Horeau es capaz de descubrir cuando libró su última batalla el Unicornio a raíz de las incisiones hechas por el caballero en la cruz a cuyo pie comienzan a cavar los de Moulinsart. Bien observadas -el lector también puede hacerlo- suponen un calendario llevado a cabo por el antepasado del capitán durante el tiempo que permaneció en la isla.

Por un procedimiento parecido -en base a los bocadillos que rezan "Tres días más tarde", "Una media hora después", viene a demostrar la verosimilitud con que el maestro da cuenta del trasiego de barcos por el Mar Rojo en Stock de Coque.

 

Publicado el 15 de septiembre de 2010 a las 12:45.

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Un nuevo texto tintinófilo

Archivado en: Cuaderno de lecturas sobre "Tintín y Cía"

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            Al final va a ser rigurosamente cierta aquella publicidad que anunciaba los amados álbumes de Tintín en mi remota niñez como una lectura "Para jóvenes de de siete a setenta y siente años". Mi buen amigo Bertrand de Villepin -poseedor de algunas reproducciones numeradas y firmadas por Hergé de otras tantas planchas originales de El asunto Tornasol (1954)- solía recordar aquel eslogan en la lejana juventud. Todo está lejano, salvo el incesante afán por Tintín.

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Publicado el 2 de agosto de 2010 a las 03:45.

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Sobre "Tintín divertimento de escritores"

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Tintín divertimento de escritores" VV.AA.

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Esa celebración del 70 aniversario del rey de Bélgica, que tan negativamente me llamó la atención en la primera lectura de la contraportada de este libro y que junto a los 75 años de la creación de las aventuras de Tintín inspira estas páginas, no es más que una minucia que apenas se hace notar en las tramas argumentales de las piezas aquí reunidas. Lo verdaderamente triste es el bajo nivel de la creación literaria de los textos en cuestión. Salvo una o dos excepciones, los personajes de Hergé, casi siempre trasladados a la Bruselas actual, no merecen por parte de los autores un verdadero afán creativo. Muy por el contrario, los protagonistas de las aventuras de Tintín -en la mayoría de las casos- son transportados, según sus características, al aquí y al ahora sin más miramientos.

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Publicado el 27 de mayo de 2010 a las 09:30.

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Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

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Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

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Chicas yeyés

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Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

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Sobre La naranja mecánica

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Bohemia del 89

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Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

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El cine soviético del deshielo

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Del porno a la pantalla comercial

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Edward Hopper en estado puro

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Treinta años de Malevaje

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Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

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70 años de la revista Tintín

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Entrevista a Benjamin Black

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Recordando a Peggy Cummins

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Getafe Negro 2019

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Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

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El estigmatizado por Stalin

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La primera chica de Éric Rohmer

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La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

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