No halagaron opiniones (un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada)
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La prensa ya no se hace para ilustrar, sino para halagar las opiniones de sus lectores, viene a decirnos Balzac en Ilusiones perdidas (1837-1843). En los albores de nuestro siglo XXI, al igual que lo fuera en la centuria decimonónica, dicho juicio es extrapolable a la mayor parte de la literatura que se vende, se celebra y se estimula.
Partiendo de esta consideración, en No halagaron opiniones (Huerga & Fierro), mi nueva entrega, recién llegada a la Feria del Libro de Madrid y en breve a las librerías, he trazado un recorrido por la otra literatura: la maldita, la heterodoxa y la alucinada. Así, he ido desde los goliardos -primeros estigmatizados en los remotos días de la Edad Media-, hasta Philip K. Dick -el último de los grandes autores de ciencia ficción- que murió "perseguido por los seres invisibles" en 1982; "el último alucinado del siglo XX" a mi juicio. En el trayecto, estimo que la Iglesia fue la que impartió las primeras maldiciones.
Fue en el siglo XX cuando, ya convertido el marxismo en un nuevo dogma de fe, se alumbraron nuevos malditos. Su espectro abarca desde los anarquistas hasta los colaboracionistas franceses. Este último apunte puede dar una idea del eclecticismo de un texto que hace especial hincapié en la trascendencia que tuvieron algunos estigmatizados egregios -Poe, Baudelaire, Rimbaud- en las páginas que les sucedieron. Porque al maldito, a diferencia del bendito que escribe al dictado de lo que es debido, le es más favorable la posteridad, el nuevo camino.
Publicado el 10 de junio de 2014 a las 00:00.