Archivado en: Cuaderno de lecturas, Alix, Jacques Martin, La torre de Babel
Hasta en tres ocasiones he escrito en las últimas semanas sobre la torre de Babel. La primera fue en mi reseña de Metrópolis, el entusiasta elogio de la urbe de Ben Wilson, que tanto he celebrado frente a esa eclosión del sempiterno ruralismo, renovado con la idea de la España vaciada. En sus páginas, Wilson me ha hecho ver el ruralismo de la Biblia, en la que se condena abiertamente a tantas ciudades -Babilonia, Sodoma, Gomorra...- y se nos recuerda que Dios creó al hombre y a la mujer para que se reprodujeran y desperdigasen por todo el mundo, que no para que se agrupasen en ciudades, que siempre son cenáculos del pecado y la blasfemia.
Hoy mismo he publicado una pieza, sobre la llegada de Eliseo Reclus a Aspinwall, en la que me detenía en cómo la mezcolanza de idiomas, que encontró el geógrafo al tomar tierra en el istmo de Panamá, debió de parecerle esa confusión de las lenguas con la que Yahveh maldijo a los hombres por querer alzar la Torre de Babel hasta el cielo.
Finalmente, vengo a dar noticia en estas líneas de la lectura de La Torre de Babel (1981), la décimo sexta aventura de Alix y la que más he deseado leer, de las escritas y dibujadas por Martin, de la serie original propiamente dicha. Su primera traducción española data de 2010 y fue dada a la estampa en enero de 2011 por NetCon2 en una edición numerada de un millar de ejemplares. Merced a la gestión de la Biblioteca Ángel González, de mi barrio, y al préstamo de la Biblioteca Municipal de Tres Cantos, he tenido oportunidad de leer el ejemplar 401. Quiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento.
Publicado el 18 de agosto de 2022 a las 04:45.